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La ANC, a la greña por el control de los partidos independentistas

La entidad se enfrenta a la división interna a dos semanas de su asamblea anual

Liz Castro, con Jordi Sánchez, el día que se disputaron la presidencia.
Liz Castro, con Jordi Sánchez, el día que se disputaron la presidencia.juan barbosa

Las turbulencias del independentismo han dejado tocada a la entidad que más ha hecho por promoverlo en los últimos años, la Asamblea Nacional Catalana (ANC). La asociación que ha logrado movilizar a cientos de miles de catalanes a favor de la secesión celebrará su congreso el próximo 17 de abril en medio de una profunda división interna y con la duda de si podrá mantener la influencia que ha tenido sobre la política catalana. Bajo la pugna se esconde el interés de los partidos independentistas, principalmente Convergència y Esquerra, para controlarla, y los rescoldos en la entidad tras un año convulso por el soberanismo, dividido primero por la formación de una lista conjunta y después por la investidura de Artur Mas.

La ANC presumió de transversalidad en sus inicios, durante los tres años que la pilotó la actual presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Su relevo en favor de Jordi Sánchez estuvo rodeado de polémica. Los más críticos con Sánchez consideran que su nombramiento fue fruto de las maniobras de Convergència para controlar la asociación, y cargan contra él por ver en las principales decisiones de su mandato una connivencia directa con los intereses del partido de Artur Mas. El ejemplo más claro fue la creación de Junts pel Sí, la coalición de CDC y ERC: los republicanos se negaban, pero la presión de las entidades fue decisiva para conformar la lista única para el 27-S.

La división es palpable en el secretariado del partido, el órgano de 75 personas que pilota la ANC. El debate entre Junts pel Sí y la CUP por si Artur Mas debía ser presidente afectó de pleno a la dirección: como CDC y ERC tenían que guardar las formas y evitar los reproches en público, la tensión se trasladó a este órgano.

La tensión ha subido de tono en las semanas previas a la asamblea anual de la ANC, que renovará los estatutos y fijará una fecha para las elecciones internas. Sánchez tiene opción de reeditar su mandato —el límite son tres años— pero un sector crítico apuesta por una alternativa liderada por el candidato de la CUP el 27-S, Antonio Baños.

Las acusaciones cruzadas explotaron ayer en Twitter, en una discusión en apariencia anecdótica pero que destapó la tormenta interna. Los protagonistas fueron el exvicepreisdente de la entidad, Jaume Marfany, y la actual responsable del área de internacional, Liz Castro.

Marfany lamentó que "desde hace semanas" un sector intente controlar políticamente la entidad, en alusión a la candidatura que podría liderar Baños, todavía sin conformar. Castro le respondió, enojada, que la ANC está controlada políticamente desde hace un año. Y acusó a Marfany de haberla presionado para renunciar a ser presidenta de la entidad y dejar paso a Sánchez para "preservar la unidad". Castro, la más votada por los socios hace un año, intentó enfrentarse a la candidatura oficialista, pero el sistema de votación de la entidad —los socios votan una dirección, y los dirigentes eligen al presidente— acabó con sus opciones.

En paralelo a la discusión por el poder, las asambleas territoriales reclaman que las decisiones de la dirección sean más transparentes, y han elaborado una propuesta de estatutos "para fortalecer la ANC y preservar la libertad de criterio y acción ante presiones partidistas y sectoriales". Entre otros cambios, proponen modificar la elección de los cargos porque "el sistema actual no garantiza que el presidente elegido sea el que quieren los miembros de la ANC" o hacer públicas las votaciones del secretariado.

La batalla no esconde el gran reto de la entidad: mantener la influencia tras cuatro años de proceso soberanista y sin un horizonte claro para el independentismo. En medio, su capacidad para volver a movilizar a los secesionistas el 11 de septiembre. La ANC idea fórmulas para sacar a la gente a la calle, por quinto año, y solo con avances simbólicos en el haber de los independentistas.

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