Pequeños secretos
Hay pequeños y modestos restaurantes que cumplen la función de hacer de la comida un placer sin fuegos artificiales ni alboroto
Escondidos en algunos rincones de la ciudad, siempre presentes pero sin llamar la atención, hay pequeños y modestos restaurantes que cumplen la función de hacer de la comida un placer sin fuegos artificiales ni alboroto.
Lugares que no aparecen en las guías, aunque podrían, y cuyos nombres circulan casi en secreto. Cuando desaparecen, como pasó no hace tanto con Monteprincipe en Malasaña, son añorados con melancolía por sus fieles. Pero cuando están parece que no importan en un mundo el que lo fundamental es hacerse notar, no hacerlo bien.
Por ejemplo: Bogotá es una casa de comidas en el número 20 de la calle de Belén, en Chueca. Sirve comida tradicional española desde 1964 a precios inmejorables. Deliciosos pinchitos de merluza a la romana, chipirones rellenos en su tinta, mollejas, las clásicas albóndigas de ternera, chuletillas de cordero o croquetas de jamón que hacen que uno se sienta como si estuviera comiendo en la casa materna.
En el otro extremo, en el peliagudo y pedantísimo mundo de la comida de autor, hay una joyita oculta en el número 57 del paseo de la Esperanza, a un paso de Usera: el Bar Bonsai. No podría tener un nombre más adecuado, porque el recinto es minúsculo. Claudio, el dueño y chef argentino, ofrece exquisitas tapas que él mismo cocina en unos fogones tan mínimos que parece increíble que pueda moverse ahí dentro.
Desde pizza de bufarella y caviar hasta bacalao con callos, pasando por cochinillo con peras al vino tinto, tempura de aguacate o mejillones con espuma de cilantro. O postres como la tarta húmeda de chocolate. Y todo por precios que van de los 3,5 a los cinco euros la ración. Sí, lo mismo que cuesta una hamburguesa cutre.
Si se acercan, pregunten por los platos fuera de carta. Son un poco más caros, pero cosas como el huevo de oca con jamón de pato merecen la pena.
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