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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esto se está moviendo

En Catalunya hay medio millón de pisos vacíos, muchos en manos de una SAREB que ni los toca ni los mueve. Pero hay otras formas de actuar

Queremos cambiar candados por timbres, me dicen, como si fuera un conjuro mágico. Estamos a los pies de la iglesia de Santa Eulàlia, en Esparraguera, donde ya se ensaya la centenaria y colectiva Passió. El despacho es pequeño, entra el sol. En la puerta un cartelito pone “toc-toc” porque curiosamente no hay timbre. Este equipo de dos —con colaboradores— se llama The Hound, el sabueso, y para decirlo rápido se dedican a reunir casas abandonadas con potenciales usuarios. “Rescatamos edificios”, definen, como si hablaran de cosas animadas. Son una arquitecta que no construye, una figura que empieza a proliferar en las últimas promociones y no por falta de oportunidades sino por convicción: todos los ladrillos que necesitamos ya están ahí dispuestos, lo lógico es reutilizarlos. Se llama Isabel Torres. El es Andrés Labella y es registrador de la propiedad y, como tal, un apasionado de la historia de las leyes hipotecarias españolas desde 1812, año de La Pepa, que es cuando el Estado se propone empezar a mover las densas estructuras de propiedad para democratizar un poco el tema, para abrir el club a nuevos inquilinos.

The Hound es, antes que nada, una filosofía: buscar nuevas formas de acceso a una vivienda que se esconde dentro de un edificio en desuso, un edificio cerrado con un candado. Resulta, me explica el experto, que Cataluña tiene una ley avanzadísima en cuanto a formas de usufructo, formas que van desde el derecho de uso a la propiedad compartida, pasando por cualquier otra pirueta que esquive el camino trillado de la hipoteca. La gente ya no vive la vida que se vivía antes, las cosas no son lineales, una familia, un trabajo, una hipoteca. Nada más lejos de los millenials. La gente va y viene, así que la vivienda también tiene que ser flexible, imaginativa, disponible. Esa ley, hecha en la última legislatura, está inspirada por un equipo de la Universidad de Tarragona, donde hay una cátedra específica liderada por Sergio Lasarre. A partir de esta ley trabajan en The Hound.

O sea que están un paso más allá de la pura rehabilitación. Rehabilitación que entienden que tiene que ser energética (casas eficientes), social (accesibles y comunicadas) y vinculada a la salud (la salud es clave). Casas que se ajustan a la persona como un guante, casas ideales, ¿por qué no?, en un entorno de cooperación, de compañía, de vecindad. Hablamos de cifras. En Cataluña debe de haber medio millón de pisos vacíos, muchos en manos de una SAREB que ni los toca ni los mueve. Les comento unas declaraciones de Coque Claret, hace poco, sobre la urgencia de rehabilitar energéticamente las viviendas mal construidas durante el franquismo y más allá, algo que en Europa se hace de oficio y que aquí recién empieza. “Pagarle a alguien la factura energética es la peor de las soluciones”, dijo este hombre, sin negar que, cuando las cosas llegan a un límite, hay que actuar de prisa. Habla Claret de enseñar a gestionar la energía, de rehacer edificios, de incorporar la eficiencia como criterio. “Claro, es elemental”, aprueban en The Hound. Me hablan de un horizonte de población envejecida, me describen posibilidades que se despliegan como un escaparate infinito.

Mientras tanto, Santa Coloma de Gramenet está forrando edificios con materiales aislantes en la calle Pirineu, algo más que repintar una fachada. Y Barcelona destina nuevas partidas a rehabilitación energética, a reacomodo de interiores, a hacer la vivienda más apta. Y la alcaldesa advierte de una posible burbuja de alquileres, porque en Barcelona, cuando se cierra una puerta a la inversión, el dinero se cuela por la ranura de otro nicho de negocio y lo desborda, como si fuera una epidemia medieval. Suben los alquileres mientras The Hound advierte que hay muchas posibilidades que no estamos usando, porque seguimos ligados a fórmulas centenarias que no se ajustan a las vidas actuales. ¿Para qué pagar una hipoteca los jóvenes que llegan a los cuarenta sin hijos, precarios o inquietos como han vivido? El tema de la vivienda, que es sangrante, está más allá de la emergencia del desahucio: es el lastre de la rutina ejercida durante generaciones. Por cierto, otra tienda hermosísima cierra a causa del alquiler desaforado, justo ahora que se ha dispuesto un fondo para evitarlo. El Hivernacle de Sants, en la plaza de Can Mantega, plaza que no es ninguna maravilla. Y ahora, menos.

Patricia Gabancho es escritora.

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