Una noche para legitimar un pasado
Manolo García, Quimi Portet y sus músicos celebraron en Razzmatazz tener ya una edad
Como si fuese una fiesta de cumpleaños, pero tan especial que todos los allí presentes los cumplían. Sí, en escena había unos señores que parecían los protagonistas, pero en la sala Razzmatazz de Barcelona, sembrada de sonrisas, trufada de recuerdos, henchida de alegría, había la noche del viernes casi dos millares de personas que parecían tanto o más protagonistas, y encima estaban más juntos y casi hacían más ruido que los del escenario. Y es que fue una fiesta, un estado anímico en expansión constante, una emoción a rienda suelta que sólo se explica sabiendo quienes estaban en el escenario celebrando la historia de una, dos, hasta tres bandas. Hoy domingo se repite la celebración y será igual. Vete a saber, quizás incluso mejor, pues se tratará de la última. Lo único seguro es que no será peor.
Manolo García y Quimi Portet. Los Rápidos, Los Burros y El último de la fila. Treinta canciones para resumir este trayecto de la nada al todo, del barrio a la pasarela del éxito descomunal. Y las tocaron con los músicos con los que tocaban cuando soñaban ser alguien. Todos en escena devorados por el ansia de las miradas del público, que ya se dejó la garganta en Navaja de papel, una delicia. Manolo flamenco y siempre con su coquetería proletaria, Quimi con su camisa estampada de astro intercomarcal que quiere dar la nota. Como quien se endiumenja para ir al médico. Eso tras desproveerse, todos, de unas americanas de espejuelos definitivamente autoparódicas...
Cambio de tercio de Rápidos a Burros con Mi novia se llamaba Ramón con esa letra surreal que dice que las palabras que acaban en “on” son para morirse de risa. No se había inventado la recesión y aún se fumaba en los conciertos. Y aquellos Huesos de tiempos sin anorexia anticipando el sprint de El último de la fila. Buen sonido, músicos con décadas en las yemas y reencuentros entre la asistencia, caras años ha vistas de nuevo en Razzmatazz.
Emoción en estado puro para despedirse. Aviones plateados, Querida milagros, la aportación de Quimi con La Rambla y una final Insurrección que cantaron hasta los porteros. Entre otras. En conjunto treinta canciones para mirarse en un espejo que aún devuelve un reflejo de lo que se fue. Canciones de unas épocas que ahora se añoran y quizás no solo porque se era más joven, quizás porque entonces el mundo se entendía, o quizás es que ese mundo no se antojaba tan agrio, o incluso se creía entender en la ingenua suficiencia de la postjuventud...
Y conste que no toda la asistencia peinaba canas. Ese es el poder de la música, nos hace iguales ante un recuerdo, hace palpitar similares evocaciones. Se llamaron Rápidos, se llamaron Burros, se llamaron El último de la fila. Se llaman Manolo García y Quimi Portet. Pasan los años pero ellos y su público siguen ahí.
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