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Sin noticias del violador del estilete

La familia de Felix Vidal, primer beneficiado por la anulación de la doctrina Parot en reincidir, no conoce su paradero. La localidad lucense de Pol aguarda alerta la llegada del criminal al domicilio paterno tras cumplir el pasado 31 su última condena

Prosigue la tensa espera. Féliz Vidal Anido saldó su última cuenta con la justicia en Nochevieja y desde entonces Pol, el pueblo lucense donde viven sus padres jubilados, aguarda alerta. Según el alcalde, el socialista Lino Rodríguez, de momento el conocido como "violador del estilete" (primer criminal en reincidir de todos aquellos a los que por arte de birlibirloque les llovió del cielo la libertad gracias a la anulación de la doctrina Parot) no ha dado señales de vida. "Todavía no ha llamado a su casa", cuenta el político, "es más, tanto sus padres como yo teníamos en mente la fecha del 16 de enero, que es cuando creíamos que tenía que salir. De que está libre desde el 31 solo tenemos constancia por las noticias".

"Es cuestión de tiempo", sigue, que este hombre de 52 años regrese a Pol (1.757 habitantes) y en concreto a la aldea de la que es originaria su familia, San Martiño de Ferreiros. Sus padres emigraron cuando él era muy pequeño a Barcelona, y volvieron en los últimos años, cuando su hijo cumplía una pena de 73 años por un rosario de violaciones, abusos, lesiones y amenazas de muerte, en total unos 60 delitos, contra mujeres de toda edad, preferiblemente jóvenes, tanto que entre sus víctimas había niñas en la más tierna infancia. De esa condena de los años 80, la mayoría por delitos cometidos en Madrid y Cataluña, además de otros dos gravísimos perpetrados en Lugo durante permisos penitenciarios, Vidal Anido llegó a cumplir mucho menos de la mitad.

Su historial quedó limpio de la noche a la mañana a la vez que el de Miguel Ricart (triple crimen de Alcasser); Valentín Tejero (el asesino de la niña Olga Sangrador); y otros violadores estremecedoramente famosos como el "del portal", el "del chándal" o el "del ascensor". La difícil o imposible reinserción social sobre la que alertaban psicólogos, fiscales y asociaciones de defensa de las víctimas encontró su eco casi inmediato en "el violador del estilete" cuando todavía no habían pasado cuatro meses de su puesta en libertad. "Su reinserción no es posible", había advertido acerca de él el anterior fiscal jefe de Lugo. Y en marzo de 2013 volvió a caer.

Como se teme que vuelva a hacer pronto, había regresado a San Martiño para instalarse con su padre y su madre. También, como ahora, fuentes de la policía y la Guardia Civil aseguraban que, como mucho, podían mantener sobre el criminal una tenue vigilancia. "Estaba llevando una vida correcta", recuerda Lino Rodríguez, "controlado por sus padres", pero enseguida "empezó a entrar en barrena y un día que tenía que ir a sellar el paro a Lugo se negó en redondo a que lo acompañasen". "A Lugo voy yo solo", impuso a los suyos, y montó en el autobús. Allí siguió a una mujer de 64 años por la calle, entró con ella en el portal, subieron juntos en el ascensor y, al alcanzar el descansillo donde ella se apeaba para abrir la puerta de su piso, metió el pie y le impidió cerrar. Los gritos de la víctima alertaron a un hijo que corrió en su auxilio. Y Félix Vidal fue condenado a 21 meses, pese a que la fiscalía había pedido nueve años.

Esta vez, el violador del estilete no reconoció los hechos ante la Audiencia de Lugo a pesar de que la víctima lo identificó. Dijo que a la hora en que la mujer situaba los acontecimientos él estaba ya de vuelta en el bus, camino de Pol, pero la huella del perforador en el billete no era la correspondiente a la hora que el acusado señalaba. En el historial del agresor se cuentan niñas desde los tres años. Sus ataques a mujeres han sido brutales. Según confesó en una ocasión en la cárcel, cuando le entra lo que él llama la "depresión" se siente empujado a "hacerlo": "Prefiero chicas jóvenes y vírgenes, satisfacen mis instintos".

Ante los psicólogos de la prisión lucense de Bonxe se justificó asegurando que también él sufrió abusos en Barcelona cuando tenía siete años. Con solo 14 fue detenido por cinco violaciones e ingresó en un reformatorio. A los 17, durante la mili en Alcalá de Henares, cayó otra vez como autor de otras 14 consumadas o en grado de tentativa. En 1987, durante un permiso en la ciudad de Lugo, volvió a actuar. Atacó a una médico, le asestó una docena de cuchilladas y la dejó al borde de la muerte. Después, eligió para espantar su "depresión" a una trabajadora doméstica. La amordazó con una almohada, la ató a una cama, la violó y orinó sobre su cuerpo.

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En Pol a nadie se le pasa por la cabeza culpar a la familia. Los padres son "gente muy buena que hacen su vida y no se meten con nadie. Personas de bien a las que les tocó la china", dice el alcalde. "Lo de Félix Vidal no es hereditario", se apresura a aclarar por si a alguien le quedase duda. A los padres y el único hermano que tiene "les cayó esta desgracia y punto"; un "auténtico drama", continúa describiendo, "al que se ven obligados a hacer frente solos". "Este hombre tenía que estar controlado por un psiquiatra, y el Estado tenía que poner medios suficientes para saber dónde se encuentra, porque los hay", protesta. "Es una enfermedad que tiene él", cuenta Rodríguez, que se ha convertido de forma improvisada en portavoz y mediador frente a el vecindario y la prensa. "No es más que cuestión de tiempo que vuelva a hacer eso que hizo otras veces... Su madre está rota... Un hijo siempre es un hijo y hay que acogerlo y ayudarle, por muy doloroso que sea".

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