Re-bajas
El autor propone que la Real Academia Española conceda escribir durante los meses de enero rebajas con el prefijo re por separado
Quiero proponer —humildemente— a la Real Academia Española que durante los meses de enero de cada año se nos conceda escribir rebajas con el prefijo re por separado, porque así se proyecta como un tono mayor o menor que refleja mejor aún el ánimo de consigna más o menos generalizada que cobra la palabra en estos días. Re-baja esos kilos que se acumularon durante diciembre con la abundancia de turrones de Jijona (creyendo que eran de Gijón), exceso de torrijas, superávit de natillas y pan por todos lados. Así se confirma en las filas de las tiendas que ofrecen rebajas en donde nos alineamos cada año una cofradía —cada vez más ancha— de regordetes, obesas, gorditos, rechonchos, gruesas y cetáceos que esperamos pacientemente a que abran las puertas sus tiendas y, luego, resignarnos a que todas las prendas con descuentos son de tallas que usábamos cuando éramos adolescentes.
Allí la Gordi de Vallecas que ingenuamente espera encontrar un vestido de noche en una boutique del barrio de Salamanca, cuando quizá tendría más suerte en la tapicería donde encargó unas cortinas el año pasado, y por allá el Cachalote de Chamberí que —en lugar de ir a la tienda deportiva donde forran balones— se empeña en ir de sucursal en sucursal de una afamada camisería sabiendo que la sábana que necesita para su cuerpecito gitano es precisamente de la talla con la que viste su cama matrimonial. He establecido tertulia consuetudinaria con otros compañeros de sobrepeso en largas filas de ilusión tan solo para salir deprimidos y encarar las cuestas de enero, las cuestas de las calles y lo que cuesta respirarlas con el engañoso recurso —lo confieso— de consolarnos en una churrería y a la segunda palmera de chocolate limpiarnos los bigotes con una suerte de resignación que intenta borrarnos la culpa.
Estimados señores de la Academia: ayúdennos a encarar este serio tema de salud pública enfatizando la re de rebaja esos kilos, rebájale a las ansias del azúcar y rebajemos con agua tanto aceite con el que freímos las patatas diarias. Rebaja la pasajera euforia que le concedes a las castañas garrapiñadas y rebaja la repulsión que le tienes a todo lo que huela a ensalada, ese repelús que te causa el yogur natural (que ya no pienses que es bacteria viva) y quítate de encima el hipnotismo por las bebidas exageradamente edulcoradas y vuelve al agua. Re-bájate al nivel del agua, del mar amniótico en el que navegabas cuando tu peso no era problema y las lonjas eran señal de salud, y re-bájate a las papillas de ciertas frutas milimétricamente medidas… y re-bájate del vagón de la línea 2 del metro en la estación Re-tiro y dale una vuelta andando entre sus árboles para así —quizá— re-definir el ánimo de cada mes de enero con la debida re-flexión.
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