¿Para qué se presentan?
La intención de Vidal de convencer a los senadores de la inutilidad del Senado me pareció poco trabajo para una legislatura
Hace algunas semanas, recién anunciada su candidatura al Senado por ERC, el juez Santiago Vidal era entrevistado por Mònica Terribas en su programa matinal. La pregunta que, inevitablemente, surgió en el transcurso de la conversación fue la de por qué se presentaba al Senado un partido que estaba por la desconexión inmediata con España y, más en concreto, qué tenía previsto hacer cuando fuera senador, habida cuenta del programa de la formación que iba a representar. La respuesta llamó mi atención. Me dedicaré, dijo el juez, a convencer a los senadores de la inutilidad del Senado y a defender la necesidad de que se disuelva.
Francamente, me pareció poco trabajo para toda una legislatura. Porque, una vez que les hubiera comunicado a sus futuros compañeros de cámara tales convencimientos, ¿se dedicaría a repetir lo mismo en todas las ocasiones en las que hiciera uso de la palabra? Pero es que, además de escasa, la tarea que declaraba haberse autoimpuesto el juez también se me antojaba desatadamente contradictoria. Porque, vamos a ver, ¿qué le va y que le viene a un partido como ERC, que declara estar a punto de separarse de España, que en la España que va a abandonar sobreviva una cámara de representación territorial más o menos obsoleta? "Con su pan se lo coma" sería lógico que pensara dicha formación y, a continuación, que decidiera no malgastar recursos y dinero público en tan inútil institución.
No ha sido mucho más consistente la respuesta que Esquerra ha proporcionado cuando se le ha formulado la misma pregunta, solo que en relación con las candidaturas al Congreso. "Esta es la última vez que nos presentamos al Congreso", vino a ser el eslogan-justificación que los republicanos reiteraban el día de la presentación de las candidaturas. Pero no quedaba claro qué implicaba semejante afirmación. Si solo pretendía indicar que ya no habría ocasión de que se presentaran más veces porque, para cuando volvieran a tocar elecciones generales, Cataluña ya sería independiente, por el mismo argumento podían haber anunciado que no se presentaban, puesto que la independencia ya era tan inminente (faltarían, en concreto, solo dieciocho meses) que no merecía la pena el esfuerzo. Y si lo que pretendía señalar era que desarrollarían una actividad que posibilitara que este fuera el último Congreso de los Diputados con representación catalana, deberían haber explicado a continuación el contenido de esa ignota actividad parlamentaria (solo sabemos que, según las palabras textuales de Gabriel Rufián, el grupo de ERC tiene previsto actuar como una "legación diplomática de la república catalana") que permitiría garantizar la independencia de Cataluña.
Sin embargo, la candidatura "hermana" (la de "Democracia i Llibertat") ha preferido, frente al tono desdeñoso y sobrado de Esquerra, subrayar la importancia de estas elecciones con el argumento de que para lo que deberían servir es para revalidar lo alcanzado el pasado 27-S. El argumento resulta, sin duda, más consistente que el de sus antiguos aliados en "Junts pel SÍ", pero mucho más peligroso para sus propios intereses. Porque ¿y si resulta que los resultados del 20-D no sirven para revalidar los de las últimas autonómicas?
Lo menos que se puede decir es que, de cumplirse lo que indican la mayor parte de encuestas, que no dan mayoría a la suma de los partidos abiertamente independentistas, el resultado del 27-S no quedaría revalidado. El alcance político de este cambio resulta evidente. Diversos articulistas, simpatizantes de las más variadas opciones políticas, han señalado el oscuro horizonte que se le dibujaría al independentismo de cumplirse tales augurios, sin que haya mucho margen para rebajar la importancia de ese hipotético resultado negativo.
Repasen, si no, los argumentos que utilizaba el independentismo para sostener, contra viento y marea, que las pasadas autonómicas debían ser leídas en clave plebiscitaria. Todos y cada uno de ellos (empezando por el "nos contarán") podría ser utilizado ahora por cualquier otro partido de tendencia opuesta para reforzar la interpretación de estas generales en esa misma clave y, asumiendo la valoración -como reválida- que los ex-convergentes han hecho de su importancia, concluir que su resultado, al cambiar de signo, pone todavía más en entredicho el ya poco exitoso plebiscito de septiembre.
Al final, la política termina por vengarse y jugar estas malas pasadas a quienes pretenden burlarse de ella. He aquí lo que ocurre finalmente por jugar a aprendiz de brujo... desconociendo los más elementales principios de la brujería.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona.
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