Por un nuevo proceso
El proceso, tal como lo conocíamos, está agotado. Ya nadie está libre de culpa. A partir de ahora, los partidos no deberían equivocarse dirigiéndose solo a su parroquia
El proceso independentista, tal y como lo conocíamos y lo habíamos descrito, se ha agotado. Hasta ahora ha funcionado razonablemente bien, ha servido para aumentar el número de independentistas y su nivel de compromiso. Dos millones de personas votarían a favor de una república catalana. Y creciendo. Las redes sociales, las manifestaciones y las diversas contiendas electorales han conseguido algo que parecía imposible. El independentismo se ha contado, se ha reconocido y se ha examinado a sí mismo. Lo han puesto a prueba con amenazas, denuncias y juicios y ha salido reforzado, pero esta fase ya está superada y no va a dar mucho más de sí.
El ciclo se ha completado, todos los partidos que hoy se declaran independentistas han actuado como un lastre. Lo ha hecho y lo ha hecho hacer Convergència, que era el que lo tenía más difícil, pero a fecha de hoy, nadie puede decir que no haya ido cumpliendo sus compromisos. Esquerra metió la pata con el 9-N de una manera tan evidente como ahora lo ha hecho la CUP.
En el cambio de papeles, Oriol Junqueras toma el relevo de la responsabilidad e inteligencia que en su día mostró David Fernàndez. El proceso ha tenido que acarrear los pufos de Convergència (los de Unió están perdonados por pura sumisión), la impericia de Esquerra y hoy, las marcianadas de la CUP. Ya nadie está libre de culpa y nadie puede tirar la primera piedra, entre otras cosas porque eso es lo que se espera de ellos más allá de Monegros.
A partir de ahora, el independentismo haría bien en dejar de buscarse las culpas porque las va a encontrar todas. Las que tiene y las que los medios y los poderes del Estado van a estar encantados de señalarle. Estamos en quinto de proceso y ya vamos para licenciados, o hay una coordinación constante entre partidos, entidades e instituciones o estas subidas y bajadas de tensión van a acabar siendo un verdadero problema. Cuando miramos atrás vemos que se han saltado los obstáculos pero en 20-D está a la vuelta de la esquina, las primeras citaciones judiciales han llegado y el invierno va a ser muy duro.
De ahora en adelante los partidos no deberían equivocarse dirigiéndose solo a su parroquia. Primero porque la volatilidad del voto es elevada y segundo porque hay cierto aire de familia que implica solidaridad y reciprocidad. La presión que va a llegar de Madrid será tan fuerte que será mejor que dejemos de preguntarnos quién votó qué si al final sirve para avanzar hacia la independencia. Quizás, en un futuro sería bueno calibrar la rigidez de las promesas y proclamas, que actúan como el lobby del petróleo en los Estados Unidos. Los presidentes de los cincuenta y sesenta solían decir que no podían ganar sin ellos pero que luego resultaba imposible gobernar con ellos.
Preguntarte si Mas suma o resta no tiene ningún sentido cuando lees algunas de las 54 condiciones innegociables de la CUP. Después de convencer a los jubilados de que su pensión no corre peligro, leer que hay que salir de la Unión Europea no sé yo si suma o resta. Y es que a lo mejor alguno de los votos que subió la CUP vienen de aquel abrazo tan criticado, sobre todo, por el unionismo. A lo mejor el quién no es tan importante y sí lo son el qué, el cómo y el cuándo. A lo mejor se trata de presentar 54 propuestas y no 54 condiciones irrenunciables. A lo mejor no se trata de cumplir promesas sino de prometer lo que se puede cumplir. A lo mejor la retórica de mitin se ha convertido en un corsé.
El paso del municipalismo a la política nacional catalana tiene riesgos para la CUP. El trabajo y la servitud voluntaria de ERC le puede pasar factura y Convergència está sufriendo una metamorfosis que veremos en qué queda, pero el independentismo tiene una salud de hierro. Y para que siga así necesitamos una Convergència limpia, una ERC competente, una CUP flexible y permeable y, sobre todo, unas reglas de juego, máximos comunes denominadores y mínimos comunes múltiplos. Un espacio nuevo donde representantes de los tres partidos puedan evitarnos los bochornos a los que nos someten cada cierto tiempo.
No se puede seguir ya a golpe de manifestación ni de firmas históricas. Los hechos son más necesarios que nunca y los hechos necesitan acuerdos a largo plazo. El resto no es política. Ni tan solo teatro: es pura comedia.
Francesc Serés es escritor.
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