_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Papel mojado

La falta de independencia judicial y periodística hace casi imposible saber de quién eres el tonto útil. Lo que no tiene remedio en este país es el periodismo

¿Qué es peor, la ilegalidad o la utilización que de ella hacen medios e instituciones? La pregunta que tanto evitamos hacernos es ya más que pertinente, pura necesidad. Los partidos, los medios, las empresas y las instituciones que utilizan a su favor la información sobre supuestos hechos ilícitos, ¿forman parte del problema o de su solución? ¿Ayudan a crear espacios difusos donde lo editorial se confunde con lo ilegal? ¿Son también culpables?

Sabemos leer noticias y sentencias. Me atrevería decir que incluso sabemos leer la realidad. O, al menos, hacemos lecturas que nos aproximan a conclusiones, a hechos comprobados. Juzgamos, moral y judicialmente. Entendemos la complejidad de los acontecimientos, de los tiempos y de los escenarios y hemos aprendido a situar el lugar desde dónde habla cada medio, cada político, cada periodista, cada juez. Así las cosas, ¿cómo vamos a confiar en los medios que publican u ocultan la información en función de sus intereses? ¿Son de fiar los jueces y los cuerpos de seguridad que modulan el tiempo de registros y detenciones?

Dicen que dicen que dicen que un conocido expresidente de entidad bancaria hoy desaparecida las hacía tan gordas que este artículo debería publicarse por entregas. Me cuentan personas de confianza que, a pesar de su gestión dolosa, dicho expresidente está más que blindado. La gran corporación que se quedó con la cajita encontró tantos muertos en el armario que para quedarse con el pozo sin fondo, exigió silencio al Gobierno. Y el silencio se hizo en juzgados, medios e instituciones.

Lo malo o lo bueno de ser un país tan pequeño y tan contado es que nos conocemos todos. Sabemos, con esa mezcla de aproximación y certeza, qué instituciones o personas han hecho las cosas bien, y cuáles, y quiénes no. Hemos visto de qué pie calzan la mayor parte de los jueces y leemos a diario las líneas editoriales de todos grandes los periódicos. Podríamos recordar a casi todo el mundo que quiere jugar a este juego que quien esté libre de pecado, tire la primera piedra. Ya he dicho antes que gente honrada también la hay en todas partes. Aquí también, generalizar es la única manera de hablar.

El periodista que descorcha champán en público con las malas noticias de su enemigo ideológico, ¿es fiable?

Uno puede asquearse pensando en la corrupción. Pero, ¿cuánta gente, cuántos jueces, cuántos periodistas y cuántas instituciones han vivido de ella, por acción o por omisión? Periodistas que se jactaban de tener informes que siempre había una u otra entidad que silenciaba. Si lo sabían todo, ¿por qué han esperado hasta 2015 para publicar y juzgar? ¿Son íntegros los periodistas que mezclan medias verdades con verdades y mentiras? Hay noticias incorruptas, cadáveres corruptos y existen ramas de la medicina forense que estudian el tamaño y las características de los gusanos que se comen la carnaza.

El periodista que descorcha champán en público con las malas noticias de su enemigo ideológico, ¿es fiable? ¿Y el que se jacta de saber a qué hora empezará un registro? ¿Y el que lo utiliza para presentarse antes que la policía? Los tribunales que filtran la información, los que se apresuran con algunos casos y dilatan otros, ¿son justos? Las instituciones de toda ralea que practican esa prevaricación blanda, diríase que de algodón, ¿qué credibilidad tienen? Puede que la misma que lo medios españoles, que pasan por ser los menos creíbles de Europa, según Reuters. No sé si hay un ranking de instituciones, pero me imagino el resultado. El de la banca, lo conocemos puesto que lo hemos pagado. Y silenciado.

¿Hablar de corrupción? La falta de independencia judicial y periodística hace casi imposible saber de quién eres el tonto útil. Lo que sí sabes es que cuando dejes de ser útil, no dejarás de ser tonto. De ahí la dificultad de informar, de interpretar y de opinar. Hace tiempo escribí un artículo titulado Cosas de las que no sé escribir sobre la dificultad de posicionarse en asuntos como el del semanario Charlie Hebdo. Creo que este artículo de hoy puede ser su segunda parte. Y, como la progresión, va en aumento me empiezo a preguntar si valgo para esto, quién sabe.

Lo que sí sé es que no hay nada más, que puede que España se rompa y que algunas instituciones mueran. Lo que no tiene remedio en este país es el periodismo. Al menos durante algunas décadas.

Francesc Serés es escritor

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_