Resucitar negocios: dos tipos
Ensimismaciones de un constructor al que se llevó por delante la burbuja inmobiliaria y un político que perdió el poder hace 145 días

La calle es cara y estrecha, tras los cristales hay gente que habla en voz baja. Flota un olor tibio de ensaimada y chocolate caliente. En el local, un clásico para turistas y nativos, cruza al vuelo una frase como un juego sin cartas: “es suelo industrial”.
Dos hombres charlan, tratan. Biel tiene el pelo gris y la piel morena, el otro, Jesús, es de testa negra y mejillas rosadas. El primero tiene la voz grave rasgada, de autoridad, y el otro parece que reza, todavía no se ha acostumbrado a no mandar.
Reclinados en la mesa de mármol no dejan pasar el tiempo. No meriendan, quizá rinden cuentas de lo que podría ocurrir. Negocios. Tienen información y experiencia, conocimiento del mercado de solares.
Uno y otro interlocutor son gente acostumbrada a licencias, terrenos, empresas, promociones. Tienen biografía pública, mercantil y hemeroteca. Jesús ejerce ahora de abogado, aún no tiene 50 años y era el poder hasta hace nada (145 días), la primera autoridad del Urbanismo de Palma. Al otro lado de la mesa, Biel en la raya de los 60, lleva más gasolina quemada, fue jefe y voz de la patronal inmobiliaria y gestor de sus propios negocios.
Biel, asiduo de los despachos y los debates sobre el territorio, vio derrumbarse el sector del ladrillo con él dentro. Se lo llevó la burbuja inmobiliaria —que negaba— y que ha desdibujado su mundo.
Jesús, cara de galán antiguo, expolítico, es su memoria. Se sabe el plan general y sus grietas. Él y su exalcalde Mateo cayeron de la candidatura por haber intentado mudar la norma urbanística, sin haber consultado antes sobre las rayas y colores de los cromos del mapa de Palma al dinosaurio del partido.
Biel, empresario mundano, lleva décadas captando en sus pupilas las esquinas, solares y espacios vírgenes donde se alzan pisos y crecían billetes. Él y decenas. El colapso dejó muchos pisos sin vender y la caja de ahorros amiga digirió restos y créditos.
A dos pasos de donde hablan Biel y Jesús existe una Palma muda, vacía, una barriada de casas nuevas levantadas sobre las ruinas de un barrio medieval que habitó gente humilde. Era el barrio chino, es brut, el casco antiguo no-noble. Sa Gerreria, otra Palma frustrada en 30.000 metros cuadrados de un solar nacido de la devastación: creció un parking y 600 viviendas sin gente.
Biel gestionó esta macro operación por concesión pública —un fiasco sin excusa— a medias con un ya exgran empresario, Miquel, un hombre beato que a los 80 años quedó sin casi nada, tumbado por el mismo vendaval de sa Gerreria y el torbellino constructor: autopistas, hospitales, metro, restauraciones, parques, depuradoras. Miquel tenía conexión y amistad con los políticos y predicaba la ética. En 2010 pasó una noche en comisaría, imputado por una obra oficial.
Los currículos indican la conexión de los dos negociantes de la mesa de mármol. Jesús, exconcejal, perdedor, es mau mau, ex secretario diocesano de los Cursillos de Cristiandad, de colores, y patrón de la fFundación de Eduardo Bonnín Aguiló, el Papa de la congregación de los rezos en retiros.
La fundación de Jesús la presidía y abonaba el devoto expromotor y constructor Miquel, aliado en el fracaso de Biel en sa Gerreria. Se trataba, tal vez, de la fe y lo terrenal, de resucitar los negocios.
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