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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El impulso de Ada Colau

La entrada de la alcaldesa de Barcelona en la batalla del 20-D permite a la candidatura de ICV y Podemos recuperar el protagonismo del movimiento social

Enric Company

La entrada de Ada Colau y su Barcelona en Comú en la batalla de las elecciones del 20 de diciembre ha cambiado las perspectivas que se abrían a Iniciativa Verds y a Podemos después de su fallida experiencia conjunta en la candidatura de Catalunya Sí que es Pot. Su participación en una futura candidatura cambia también la naturaleza de lo que iba a configurarse como una coalición de tres partidos (Iniciativa Verds, Esquerra Unida y Podemos) y le permitirá recuperar por lo menos en parte la condición de plataforma con protagonismo social.

Lo que va de pactar una mera coalición de partidos a levantar una plataforma conjunta de partidos de izquierdas y organizaciones sociales es la diferencia que distingue a las candidaturas que en las elecciones municipales de mayo tuvieron éxito en Barcelona, Badalona, Zaragoza, A Coruña, etcétera y el mal resultado obtenido cuatro meses después en las elecciones catalanas por la alianza de ICV-EUiA y Podemos.

No se sabe todavía cómo se configurará la candidatura para el 20 de diciembre, pero no podrá ser la simple repetición de Catalunya Sí que es Pot. Si lo fuera, sería un fracaso político previo a la votación. Las confluencias que en las elecciones de mayo lograron un fuerte conexión con movimientos sociales y se convirtieron de hecho en su expresión a escala municipal en muchas localidades superaban el ámbito partidista. Eso no sucedió en la convocatoria del 27 de septiembre. Pero esa había sido la clave del éxito o una de las claves.

La alcaldesa Ada Colau y su Barcelona en Comú no podían participar las pasadas elecciones autonómicas por varias razones. Una de ellas era que hacerlo interfería muy negativamente en el delicado equilibrio que sostiene a su grupo en el Ayuntamiento de Barcelona, donde depende de los acuerdos con el PSC, ERC y la CUP. Tal como Junts pel Sí planteó la campaña electoral hubiera significado ir a un choque frontal con unos aliados imprescindibles en su consistorio. Demasiado complicado, por no decir imposible.

Deshacerse del partido que encarna las políticas antisociales, la mano ejecutora de los designios de los poderes económicos y financieros que cabalgan sobre el neoliberalismo

Las inminentes elecciones legislativas, en cambio, tienen unos parámetros distintos. Desde el punto de vista de las izquierdas se plantean claramente como una oportunidad para desalojar a la derecha del Gobierno de España, entre todas, cada una por su cuenta o en coaliciones o en alianza con movimientos sociales. Deshacerse del partido que encarna las políticas antisociales, la mano ejecutora de los designios de los poderes económicos y financieros que cabalgan sobre el neoliberalismo. El partido de los recortes en políticas sociales y derechos laborales. Es una confrontación que permite retomar el empuje, e incluso el discurso, con que las izquierdas se presentaron a las elecciones municipales y autonómicas.

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La recuperación de aquella fórmula permite soslayar, además, el conflicto en torno al protagonismo de Podemos. En las elecciones municipales quedó claro que se trataba de un acuerdo en el que tanto ICV-EUiA como Podemos se unían con el movimiento de Ada Colau en la plataforma Barcelona en Comú. Esta no fue luego la fórmula de Catalunya Sí que es Pot, que en la pràctica actuó en campaña como la candidatura de Podemos y Pablo Iglesias, al margen de que eso fuera un efecto más o menos proyectado como tal.

Las elecciones del 20 de diciembre, en cambio sí serán para esta parte de las izquierdas las elecciones de Pablo Iglesias. Pero no solo en Cataluña, sino en toda España. En Cataluña, su candidatura contará con la afortunada circunstancia de que a ellas no se presenta uno de los rivales que en las autonómicas les arrancó decenas y decenas de miles de votos, las Candidaturas d'Unitat Popular (CUP). Que las CUP no se presenten a las elecciones legislativas, pero sí a las locales y autonómicas, introduce un factor difícil de evaluar a priori. ¿Se quedarán en casa el 20 de diciembre los 337.000 votantes de la CUP? ¿Votarán todos a un mismo partido? ¿Se repartirán más o menos por igual entre las demás fuerzas de izquierdas? ¿Se refugiarán en el voto en blanco? ¿Recomendarán simplemente que se vote a los independentistas?

La entrada de Ada Colau en la batalla de las elecciones legislativas ayuda a ICV y a Podemos a plantearlas en unos términos más favorables para sus objetivos que los que se dieron en las elecciones al Parlament. Aunque desde luego nada está garantizado.

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