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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lecturas de septiembre

Que en muchas ciudades y barrios de menor renta la mayoría electoral haya pasado a Ciutadans demuestra que la izquierda sigue caminando sonámbula

Si, como sostenían Junts pel Sí (JpS) y la CUP, el 27-S tuvo lugar un plebiscito, los independentistas lo perdieron. Así lo afirmó, con toda coherencia, el líder cupaire Antonio Baños la misma noche electoral, y así lo vio el conjunto de la prensa internacional de referencia, que, sin excepción, subrayó que las candidaturas independentistas no habían obtenido la mayoría absoluta de votos, lo que negaba cualquier legitimidad para avanzar hacia una independencia unilateral. Véase al respecto el cristalino editorial de The New York Times del 30 de septiembre.

El juego de sacar de la partida a Catalunya Sí que es Pot (CSQP) para poder afirmar que el también ganó en votos, además de ser una involuntaria declaración de derrota, refleja bien el ventajismo de los dirigentes de JpS, ya evidenciado al pretender convertir en un referéndum sobre la independencia unas elecciones en las que los votos no valían todos lo mismo. Son muy libres, eso sí, de retratarse ante el mundo como mejor les parezca.

Más allá de esos penosos juegos de manos, el 27-S admite otras lecturas. Por ejemplo, la derivada de un Parlament en el que 98 diputados corresponden a fuerzas (JpS, Ciutadans y PP) que han convalidado, por convicción ideológica (convergentes, populares y ciudadanos), por tacticismo político (ERC) o por ambas cosas, las políticas que vienen castigando a la clase trabajadora y a las clases medias desde 2010. Desde JpS se afirma que eso va a cambiar y que el Gobierno que presidirá Artur Mas desarrollará políticas de profundo contenido social. La zorra cuidando del gallinero, vamos.

Resulta difícil evitar una sonrisa burlona cuando quienes llevan años votando, aquí y en Madrid, todos los recortes en sanidad, educación y otras políticas sociales, y han reprimido sin miramientos a quienes protestaban por ello, llaman ahora a la desobediencia, van por todas partes sin corbata y hasta Paul Krugman les parece un peligroso neoliberal.

El profundo reajuste del sistema de partidos que se está produciendo en Cataluña está dibujando dos subsistemas definidos por cuestiones identitarias

Enfrente, solo 37 diputados (PSC, CSQP, CUP) representan posiciones críticas (de muy diversa intensidad, ciertamente) con esas políticas. Tal situación no es el resultado de una derechización de la sociedad catalana, sino de la imposición en el debate político de una lógica nacional-identitaria que ha llevado, en el lado independentista, a la formación de un frente nacional (con minúsculas) que sublima los objetivos patrióticos y difumina las diferencias de clase, y que en el lado contrario ha propiciado que una gran parte de las clases populares que tradicionalmente votaba a la izquierda encomendase su representación a un partido de matriz catalana, españolista y ¡ay! abiertamente liberal en su programa socio-económico.

Esto último es especialmente preocupante pues parece anunciar que el profundo reajuste del sistema de partidos que se está produciendo en Cataluña está dibujando dos subsistemas definidos por cuestiones identitarias. Y con un efecto añadido: la posible articulación futura de un potente núcleo españolista en el Parlament (de 35-45 diputados) que, aritméticamente, impida la construcción de una mayoría parlamentaria catalanista que no se sustente en una perpetua alianza del catalanismo burgués conservador y el centro-izquierda nacionalista que representa ERC, en la que, como ya ha pasado en JpS, este estaría condenado a una posición de subordinación política de la que le resultaría prácticamente imposible escapar so pena de hacerle el juego al “unionismo”. Una situación que, además, estrecharía enormemente los márgenes de maniobra de la izquierda, sea o no independentista.

La opinión que algunos sostienen de que Cataluña ha virado a la izquierda no tiene más apoyo que el hecho de que la CUP pueda investir o no a Artur Mas, aunque ya se verá si está dispuesta a pagar el precio de no hacerlo. Que JpS haya barrido en los barrios urbanos de mayor renta y en las comarcas interiores es el mejor indicador de ante qué revolución estamos. Que en muchas ciudades y barrios de menor renta la tradicional mayoría electoral de la izquierda esté pasando a Ciutadans demuestra que aquella (o parte de la misma) sigue caminando sonámbula, pero es también la constatación de una devastadora derrota ideológica y cultural que hunde sus raíces en el fracaso del socialismo real y en la falta de respuestas de la socialdemocracia ante este capitalismo salvaje, depredador de personas y recursos naturales. La división de las clases populares que provoca la cuestión nacional hace el resto.

Francisco Morente es es profesor de Historia Contemporánea en la UAB

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