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El artista sin obra

Hoy a las 19.30 tiene lugar en las instalaciones de Intermediae un dialogo entre Isidoro Varcalcel y José Luis Pardo. Se hablará de lo público y de las relaciones que se establecen entre arte y ciudadanía

Abraham Rivera
El artista murciano Isidoro Valcárcel Medina.
El artista murciano Isidoro Valcárcel Medina.Norberto

Una persona se acerca a un museo para hacer la cola de una exposición. El día elegido es el último, el de mayor afluencia de público. Esta persona llega a las 9 de la mañana y cuando le va a tocar entrar deja pasar su turno al siguiente. El acto se repite de forma continuada hasta que llega la última hora de la tarde y ya no dejan pasar a nadie más. Esta acción, realizada por Isidoro Valcárcel Medina, no fue anunciada. Tampoco hay documentación que registre lo que sucedió durante aquel día y, sin embargo, Isidoro, como se le conoce coloquialmente, lo cuenta como si hubiera ocurrido. “El prescindir de la documentación aboca a una situación en la cual uno debe creer que lo que le están contando tiene un sentido, aunque no esté fotografiado o documentado notarialmente”, explica este artista murciano, residente en Madrid desde que vino a cursar estudios a finales de los años 50.

Hoy viernes tiene lugar en las instalaciones de Intermediae un dialogo entre el artista y José Luis Pardo, el afamado traductor de Deleuze; en ella se hablará de lo público y de las relaciones que se establecen entre arte y ciudadanía. Los organizadores del encuentro son Miguel Álvarez y Luis Deltell, quienes acaban de estrenar el documental "No escribiré arte con mayúscula". En él más de 20 personas van explicando las obras que conocen del escurridizo performer. “Desde el principio Isidoro nos advirtió de las obvias dificultades que entrañaba hacer una película sobre su trabajo”, explica Álvarez. “En un momento dado, tomamos la decisión radical de omitir cualquier documentación visual de sus obras, para presentarlas solamente a través del relato de los participantes”. En la película se describen conferencias en morse, grabaciones sonoras, derivas por el Madrid de los 70, recreaciones fotográficas o arquitecturas que no han tenido lugar. “Al final el verbo, encarnado en todos y cada uno de quienes intervienen en la película, se nos ha revelado como el medio más contundente y profundo para acceder a una vida tan sencilla como radical y transgresora”.

Isidoro se ríe al ser preguntado directamente por la finalidad de su obra: “Mi trabajo consiste en no dar por evidenciada ninguna cosa, e intentar ver el trasfondo que hay en todas ellas. Cuestionar cualquier planteamiento de lo establecido”. Artista al margen del sistema del arte, nunca ha intentado ganarse la vida con ello. "No me dedico a producir objetos que salen al mercado", concluye. Esto no impide que haya sido distinguido con los principales premios: el Nacional de Artes Plásticas, en 2007, y el Velázquez, dotado con 100.000 euros, ayer mismo.

La conversación con Isidoro resulta muy estimulante, a sus 78 años su mensaje es mucho más atractivo para las nuevas generaciones que el de otros artistas más allegados temporalmente. “Los dos directores de la película impartimos clases en la universidad (y por ello convivimos con jóvenes de alrededor de veinte años)”, desarrolla Álvarez, profesor de Creación Musical en la Universidad Europea de Madrid. “Para estos alumnos les sirve de muy poco la referencia vital de algunos artistas que ahora tienen entre cincuenta y sesenta y pico años. Estos artistas, que conocieron una alegre política de subvenciones estatales, autonómicas y europeas, sólo pueden trasladar un relato biográfico que les resulta tan ajeno a su experiencia actual como cualquier cuento malo de ciencia ficción”. En cambio, la vida de Isidoro parece más cercana a la de estos futuros artistas. “Con las cosas que hace te anima y te sugiere que tú también puedes hacerlo", expone Tono Areán, arquitecto de 58 años y buen amigo de Isidoro. Una forma de trasladar la idea de que todos, sin proponérnoslo, somos también un poco artistas.

 

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

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