Balneario sucio, pueblo corrupto
Una nueva adaptación de la obra de Ibsen ‘El enemigo del pueblo’ llega al Teatro Fernán Gómez
En 1882 Henrik Ibsen escribió una obra teatral que, por su temática, bien podría haber sido escrita hoy mismo. En ella, el director del balneario de un pueblo, el doctor Stockmann, descubre que sus aguas están contaminadas. Al principio los poderes fácticos (el alcalde, el presidente de la asociación de comerciantes o el periodista) convienen en la necesidad de arreglar el desaguisado. Al fin y al cabo, el balneario es una pieza fundamental de la economía local. Sin embargo, por esa misma razón, y por el gasto y el tiempo que llevarían las reformas, deciden que es mejor hacer oídos sordos, iniciar la huida hacia delante y ocultar el problema.
El doctor Stockmann vivirá entonces un via crucis, atacado por aquellos que ostentan el poder y que en principio le apoyaron. El enemigo del pueblo, como la tituló el autor noruego, trata sobre la corrupción política y moral —nada más al orden del día—, sobre la contaminación, sobre el efecto de la actividad económica en el medio ambiente, sobre el desprecio a los resultados científicos y también, tirando un poco del hilo, sobre la gestión de las aguas públicas, un tema candente en Madrid con la polémica en torno a la privatización del Canal de Isabel II. Todo muy contemporáneo.
Este texto ha conocido diferentes montajes en España de la mano de grandes nombres, en la dirección, adaptación o interpretación, como Rivas Cheriff, Fernando Fernán Gómez o, más recientemente, Gerardo Vera. Incluso fue objeto de un capítulo del legendario Estudio Uno en la televisión pública. Ahora es el turno de la compañía Les Antonietes, que trae su particular visión de la obra al teatro Fernán Gómez hasta el 1 de noviembre. La obra se había estrenado en Madrid fugazmente hace un par de años, dentro del festival Fringe13. Ahora, el elenco renovado lo forman Mario Tardón, Jimena La Motta, Jorge Suquet, Bernat Quintana y Ana Mayo.
Pero ahora el espectáculo se llama Stockmann. “Se debe a que hemos hecho una adaptación muy sintética del texto original, yendo al grano y centrándonos en esa trama de corrupción”, explica el director, Oriol Tarrasón. “El montaje es igualmente sintético: un escenario plagado de copas de champán llenas de agua y una pizarra llena de fórmulas matemáticas como referencia a la ciencia”. Tarrasón compara el resultado con un thriller, en el que los espectadores absorben la información de manera trepidante. “Nos ha salido un extraño híbrido: un texto de Ibsen contado a la manera didáctica de Brecht, que es algo así como cruzar a una cabra con un perro”, bromea el director.
Esta conexión directa con el que mira también se refleja en la forma en la que los actores se dirigen a las butacas, rompiendo la cuarta pared. Curiosamente la escena que animó a Tarrasón a abordar este texto es una asamblea (lo asambleario también está de plena actualidad) en la que Stockmann, ahogado por la presión de los poderosos, se dirige directamente a la población: “Es un monólogo impresionante que decía exactamente lo que yo pensaba, pero que nunca hubiera sabido expresar de esa manera, uno de esos textos que te hacen sentir más inteligente. Es la magia de la calidad literaria que tienen los clásicos”.
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