Pesadilla en el parque de atracciones
El mal tiempo da al traste con el primer Tibidabo Live Festival
Las lejanas chimeneas de la térmica eran apenas una sombra filiforme perdida cerca de una enorme mancha gris, el mar. La bruma de un atardecer otoñal y frío dominaba la escena. Era tal que el Avión, la más famosa atracción del Tibidabo, evocaba las inclemencias sufridas por Lindbergh al cruzar el océano. No, no era lo que los organizadores del Tibidabo Live Festival esperaban del verano barcelonés, con el que ayer se citaban por vez primera.
La idea de hacer un festival de música en un parque de atracciones se antojaba cuando menos curiosa, pero la niebla, el frío y la lluvia, con una presencia tan irregular como irritante, dieron al traste con todo. Así que el festival fue un festival liliputiense. Allí lo único grande era la iglesia del Sagrado Corazón, envuelta en las tinieblas como si fuese una atracción terrorífica, una enorme casa de brujas.
Según fuentes no oficiales, se habían vendido unas 600 entradas, pero dio la sensaación de que buena parte de los compradores debieron quedarse en casa.
Las grandes atracciones, y quizá únicas de cara al gran público, eran Yo la tengo, ayer y Mogwai, hoy, pero la lluvia amenazó a los primeros, aunque finalmente despejó y pudieron tocar. Entretanto las trabajadoras del parque miraban ociosas el novedoso espectáculo de un festival que basaba su encanto en unas vistas que la londinense meteorología escatimó. En realidad lo adecuado hubiese sido que Los Planetas estuvieran allí interpretando Pesadilla en el parque de atracciones. Pero todo se alineó para que casi nada saliera bien.
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