Un cierre serio con demasiado premio
Paco Ureña cortó dos benévolas orejas ante un exigente encierro de Victorino.
El cierre de feria fue serio. Tuvo la importancia de la plaza de Bilbao. Toros de Victorino bien hechos, con trapío, varios aplaudidos de salida y muy en el tipo de la ganadería, sin exageraciones, que nadie en Bilbao quiere un toro desproporcionado pero sí que infunda respeto. Un cierre, ahora sí, de Bilbao. Luego, dentro no llevaron lo esperado. Tuvieron poca fuerza y no sacaron la codicia de esta ganadería. Con todo, hubo momentos interesantes, cargados de emoción, como en el primero y en el quinto. Rafaelillo, que llegó para sustituir al lesionado Ferrera, se gustó en el que abrió plaza, un ejemplar con poca fuerza que se quedaba debajo del torero.
La ficha
VICTORINO / RAFAELILLO, ESCRIBANO Y UREÑA
Seis toros de Victorino Martín, bien presentados, salvo el tercero más terciado. Con poca fuerza, nobles pero con transmisión primero, quinto y sexto.
Rafaelillo: pinchazo, estocada y dos descabellos (saludos) y estocada trasera y descabello (saludos).
Manuel Escribano: pinchazo y eestocada (saludos) estocada tendida caída y tres descabellos (saludos).
Paco Ureña: estocada (oreja) y estocada (oreja)
En el quinto fue cogido el banderillero Juan José Domínguez.
Plaza de toros de Vista Alegre. 30 de agosto. Novena de las Corridas Generales. Casi media entrada.
Comenzó el murciano con tropiezos , pero recetó una tanda de naturales muy encajada que hizo presagiar algo más de lo que vino a continuación. Todo se quedó en una labor firme, segura, con mando, pero su insistencia con la izquierda no volvió a tener premio. Más dudas mostró Rafaelillo en el cuarto, cuando tras un desarme en el inicio le costó cruzarse para eso sí, dejar clara su disposición y valor. Manuel Escribano, que estuvo discreto con el flojo segundo, tuvo mucho mérito al dominar al quinto, un Victorino que se puso violento tras cornear al banderillero Juan José Domínguez en banderillas.
El sevillano tiró de quietud y mano baja para ligar buenos derechazos y firmar una faena plena de transmisión y emoción. Le faltó darse importancia en el cierre con un broche que venciera definitivamente al toro y no pareciese que aún quedaba por torear. El premio de la tarde se lo llevó Paco Ureña, una oreja benévola con escaso número de pañuelos y que recompensaba la insistencia del lorquino.
Unos buenos de rechazos finales y la brevedad con los aceros fue suficiente. Sin embargo, Ureña no supo encontrar los secretos que escondía el sexto, un toro con genio que exigía mano firme y el murciano se limitó a acompañar las embestidas del mejor victorino de la tarde, un toro que habría servido de triunfo para un diestro con mano baja y toreo cruzado de verdad. Ureña no encontró el sitio y se perdió en un trasteo vulgar que acabó con el animal aburrido. Su nuevo acierto con la espada le volvió a dar una oreja.
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