Rojigualdas frente a ‘esteladas’
Vecinos de Barcelona contrarios a la independencia colocan banderas españolas en sus casas, pese a que se sienten señalados
Entre las senyeres, la bandera oficial de Cataluña, y las esteladas independentistas, hay también en Barcelona banderas rojigualdas en los balcones de los que dicen sentirse españoles y catalanes, como Rafael Pérez. “En este caso el orden sí que altera el producto”, asegura este vecino del Eixample barcelonés, quien asegura que se irá de Cataluña junto a su mujer si la independencia sale adelante. “Aquí no hay democracia, por mucho que digan que sí, aquí decide una dictadura”, afirma Pérez, que colgó las banderas hace varios lustros.
Más alejada del centro de la ciudad, en el distrito de Les Corts, la abulense María Reyes tiene tres banderas de España en la fachada. “Las pongo porque soy española y me gusta que la gente lo sepa”, afirma. Ella también regresaría a su tierra de origen si se consumase la secesión. “Simplemente porque no quiero sentirme extranjera en mi propia tierra, si he nacido en España y vivo en España quiero seguir haciéndolo”, sostiene.
María colocó las banderas mucho antes del auge independentista. “Las esteladas no significan nada para mí”, dice, pero en su edificio convive con un vecino de Esquerra Republicana al que le ha ofrecido cambiar su descolorida enseña porque está muy deteriorada. “Voy a comprarle una nueva para que se vea bien, es súper amigo mío”, explica la mujer, para quien la amistad está por encima de la política y valora mucho el respeto mutuo.
La catalana Maria Julià, residente en el centro de Barcelona, explica que ha vivido siempre en una España unida y que “cada uno vaya por su lado” no le gusta. Ella colocó la rojigualda en 2010, cuando España ganó el Mundial de fútbol. Para ella, la independencia es “romper el queso por todas partes a ver quién se queda con el mejor trozo”, razona.
Menos agradable es el relato que hacen Eugenio Valbuena y Antonio Maraver, residentes en Terrassa. El primero ha tenido encontronazos con sus vecinos y le han llegado a decir que “un día te puedes encontrar el coche quemado”. Tiene la bandera española colgada “desde siempre, pero ahora más” y opina que declarar la independencia es “ir para atrás como los cangrejos”.
Antonio coloca su bandera en ocasiones especiales porque tiene miedo a sufrir represalias. Nació en Sevilla y lleva 50 años en Cataluña. “Si pones la estelada no pasa nada, con la nacional te miran mal”, reprueba. Aunque reconoce que no le dicen nada directamente, se siente “un poco marginado” por exhibir rojigualda y de ahí que no la tenga puesta de manera permanente, para no sentirse “señalado”. Este vecino verbaliza que en Cataluña “no es natural poner la bandera de España, porque pareces un facha”, apunta. Maraver respetará la decisión que salga el 27-S, pero se pregunta si podrá colocar la bandera que quiera en una Cataluña independiente.
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