Repliegues de Alfons Borrell
La Fundación Miró ofrece una relectura de la obra del pintor barcelonés en el 40 aniversario
“Toda la obra de Alfons Borrell se distingue por un movimiento perpetuo de abertura y repliegue que remite a los ciclos vitales y a su características perseverancia asociada a una gran intensidad”. Lo afirmó el artista Oriol Vilapuig en la presentación de Alfons Borrell. Trabajos y días, la exposición que da inicio a la programación del 40º aniversario de la inauguración de la Fundación Joan Miró.
Si bien abarca toda la trayectoria de Borrell (Barcelona, 1931), la muestra, abierta hasta el 27 septiembre, no se plantea como una antológica, sino como un ejercicio de relectura de su obra por parte de otro pintor, un par de generaciones más joven. El experimento ha sido todo un éxito y la muestra consigue ofrecer una visión a 360 grados de Borrell de una forma poética y nunca didascálica.
Eximido de obligaciones historiográficas por la antológica que Manuel Guerrero organizó en el Centro Tecla Sala de L’Hospitalet hace diez años, Vilapuig ha desarrollado un planteamiento vinculado con su experiencia directa, que propone una nueva lectura de la obra de Borrell en forma de ensayo. “Es un relato en siete ámbitos que plantea otras tantas de las relaciones/tensiones que permean toda la trayectoria de Borrell”, explicó Vilapuig, mientras el autor paseaba satisfecho por las salas.
Antes había confesado que puso todo su taller a disposición de Vilapuig, incluido un montón de carpetas que estaban listas para la basura y resultaron contener series de dibujos especialmente valiosos, que ahora se exponen por primera vez desde su creación. “Las tenía amontonadas y cubiertas con una sabana que parecía evocar un vientre embarazado y de hecho fue un verdadero hallazgo. Los dibujos de Borrell no son esbozos de pinturas, sino que forman parte de su vocabulario como un lenguaje autónomo”, aseguró Vilapuig.
Para Borrell también el color no es una mera cualidad del objeto, sino un sujeto en sí mismo, como el naranja que protagoniza el sexto ámbito, invadiendo la superficie del cuadro en 1997, retirándose en 1998, desbordando los marcos en 2003, asomando tras una línea que divide un campo blanco y otro negro en 2006 y finalmente engullido por un cuadrado blanco en 2015.
Todo el recorrido alterna explosiones de colores y momentos de recogimiento
Una sala recuerda su época con el Grup Gallot, que le sirvió para evolucionar hacia una práctica más vinculada con el cuerpo, el gesto y la intuición. Una de las obras más destacadas del grupo, la pintura de cien metros que crearon de forma colectiva y pública en la Plaça de Catalunya en 1960, actualmente se expone en el MNAC en la muestra sobre el arte catalán entre 1950 y 1977.
Todo el recorrido alterna explosiones de colores y momentos de recogimiento, que requieren la que el comisario define una “contemplación activa”. La pauta se revela ya desde el primer ámbito, Preludio, donde Vilapuig combina dos obras de 1959, que marcan el cambio radical de Borrell del expresionismo a la abstracción, con un espectacular gran formato de 1989 y un cuadrado negro de 1980 que, pese a sus reducidas dimensiones, despliega toda la fuerza de un artista de la vieja escuela, de los que trabajan con constancia, en silencio, sin atender a modas ni adulaciones del mercado.
Esto no significa que no vendiera, sus obras están en importantes colecciones privadas y públicas y se exhiben periódicamente desde hace 40 años. En su breve intervención Borrell recordó la figura de su esposa Rosa y explicó cómo, tras su muerte, su obra se volvió más espiritual y minimalista. También tuvo un recuerdo para su gran amigo, Joan Brossa. “Cuando Rosa murió, iba a comer a su casa todos los jueves, pasábamos mucho tiempo juntos. Brossa me enseñó a no tener tanto miedo”, concluyó.
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