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El homicida de Castelldefels nunca fue denunciado pese a las peleas

Los vecinos tuvieron que avisar varias veces a la policía local por ruidos de discusiones

Alfonso L. Congostrina
La casa en la que vivía la familia fallecida.
La casa en la que vivía la familia fallecida.massimiliano minocri

El vecino de Castelldefels (Barcelona) que se suicidó tras matar supuestamente con un arma de fuego a su esposa y a los dos hijos de ambos, un niño de 12 años y una niña de siete, nunca había sido denunciado por violencia machista. El homicida, Ricardo Fernando, de 61 años y originario de Uruguay, y su esposa, Maryna, de 45 y natural de Bielorrusia, habían recibido varias veces, durante sus acaloradas peleas conyugales, la visita en su domicilio de la policía local de Castelldefels. Maryna jamás le denunció.

La hija mayor de Ricardo Fernando, fruto de otra relación anterior, llevaba desde el martes pasado intentando comunicarse con su padre. El hombre, un ingeniero que, entre otros negocios, compraba y vendía vehículos de lujo, no cogía el teléfono, y eso que trabajaba desde su chalet, sito en el número 7 de la calle 13 Bis de Castelldefels, a solo unos metros de la playa.

Tras decenas de llamadas sin respuesta, la joven se personó en la tarde del miércoles en casa de su padre. No se oía ni un ruido. Los niños no estaban en la piscina. El BMW familiar permanecía aparcado en el acceso. Abrió la puerta, dio unos pasos y se encontró con un espectáculo dantesco.

La policía catalana recibió una llamada a las 20.45. La hija de Ricardo Fernando había localizado los cadáveres de su padre, de Maryna y de los dos pequeños. Los mossos y la policía de Castelldefels acordonaron la zona. Dentro de la vivienda comenzó la investigación.

El lugar no era desconocido para la policía municipal. Maryna había solicitado la presencia del cuerpo local al menos en cuatro ocasiones. Las llamadas tenían relación con peleas conyugales y siempre acababan igual: los agentes tranquilizaban los ánimos, la mujer restaba importancia a lo sucedido y nunca denunciaba a su marido.

Maryna no fue la única en llamar alguna vez al cuerpo. La pareja no se relacionaba con un vecindario heterogéneo, compuesto por propietarios de apartamentos playeros y rusos dueños de mansiones. Los vecinos estaban acostumbrados a los gritos e insultos de la pareja y al llanto de los niños en el jardín a la espera de que llegase la calma. Josefina, dueña de una vivienda cercana, había telefoneado un par de veces a la policía para que mediara en las peleas.

Nadie escuchó la última riña entre el matrimonio. Las primeras investigaciones apuntan a que Ricardo Fernando se dirigió el martes a la habitación donde dormía Maryna y la mató de un disparo. El hijo corrió a la habitación y recibió otro tiro en la cabeza. Después, el padre mató a su hija pequeña, se sentó en un sofá y se voló la cabeza.

Maryna solo se relacionaba con las amigas con las que iba a un exclusivo gimnasio. Varias de ellas acudieron ayer al minuto de silencio convocado por el Ayuntamiento. No sabían a qué se dedicaba Ricardo. Ni siquiera que la pareja tenía problemas conyugales. El caso permanece bajo secreto de sumario.

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