Un desalojo de noche sorprende a Patio Maravillas
El colectivo se había mudado a esta nueva sede en el barrio tras haber sufrido otro desalojo el pasado 11 de junio
Siete furgonetas de la Policía Nacional acudieron en la madrugada de ayer al Patio Maravillas (Divino Pastor, 9) para desalojarlo. No hubo incidentes. Las tres personas que dormían allí, ayudadas por simpatizantes —entre ellos el diputado de Podemos en la Asamblea Pablo Padilla— sacaron parte del material que poseían. Es el segundo desalojo del colectivo este verano; el 11 de junio fue expulsado del edificio de la calle Pez donde desarrollaron sus actividades durante cinco años.
"Han llegado sin avisar y han entrado, pero todo ha sido muy tranquilo”, cuenta uno de los activistas que hacían noche en el interior del centro social okupado y autogestionado con otras dos personas. Antes de abandonar el número 9 de Divino Pastor, dieron la voz de alarma al resto del colectivo. Primero despertaron a sus compañeros a través de mensajes de whastapp, lo que atrajo a decenas de personas a la céntrica calle del barrio de Malasaña. Después en la red social Twitter, que se saturó con mensajes de apoyo: “Han venido a desalojar el Patio, no nos consta que tuviesen orden. Recuperan un edificio para la especulación, pero nosotras seguimos”.
Han venido a las 5:30 a desalojar el
— Patio Maravillas (@patiomaravillas) August 4, 2015
Patio, no nos consta que tuviesen orden. Recuperan un edificio para la especulación, nosotras seguimos
Junto a los agentes de policía acudieron representantes de los propietarios. El 1 de agosto de 2014 la empresa Fernando VI 10 S.L., dedicada al negocio inmobiliario y administrada por Miguel Ángel Capriles López, primo del opositor venezolano Henrique Capriles, adquirió este inmueble de 1.992 metros cuadrados. Era propiedad del Ayuntamiento, que se lo vendió por 1,7 millones de euros. “Les salió a 853 euros el metro cuadrado, mucho más barato que el precio de mercado”, dice Mónica Hidalgo, perteneciente al colectivo. El metro cuadrado en la zona de Universidad costaba 3.192 euros el año pasado, según el portal especializado Idealista.
“Hemos recuperado el edificio por ser un edificio público vendido, como tantos otros, a una constructora que lo mantiene absolutamente vacio desde hace más de un año”, anunció el Patio Maravillas en un comunicado cuando se instaló en el inmueble del que tuvo que salir ayer. “Debe de haber una orden de desalojo, pero todo ha sido muy sucio”, resume el abogado Alejandro Gámez, que asesora al Patio. “En otras ocasiones realizan un aviso, pero ayer no dijeron nada”. La orden de desalojo provenía del juzgado número 12 de Madrid en respuesta a una denuncia por usurpación de la propiedad. “Ni siquiera se ha escuchado al Patio. No han querido dar la oportunidad a la gente del colectivo para organizarse. Todo ha sido legal, pero oscuro”, concluye Gámez.
Hasta pasadas las diez de la mañana, la calle permaneció cortada mientras multitud de personas —entre ellas Pablo Padilla, diputado de Podemos en la Asamblea— sacaban, en carritos y bolsas, todo lo que podían del número 9 de la calle Divino Pastor. “Nuestra labor no consiste en aguantar desalojo tras desalojo”, se lamenta Mónica Hidalgo. “Tenemos un proyecto consolidado tras años de trabajo y que vamos a continuar. Estábamos en conversaciones con el Ayuntamiento para que nos cedieran un espacio público vacío en el que continuar nuestra actividad”, añade Hidalgo. Aunque desde el Consistorio no han realizado ningún tipo de declaración, Ahora Madrid se ha pronunciado a través de las redes sociales: “El Patio Maravillas es expresión de la potencia ciudadana para hacer ciudad. Todo nuestro apoyo. Madrid necesita más espacios de la gente”.
“El Patio no es un lugar concreto sino un un concepto”, cuenta Javier Fernández, involucrado con el colectivo desde sus inicios, hace más de ocho años, en su primera sede en la calle Acuerdo. “Intentan convertir espacios abandonados en lugares comunes, para la ciudadanía”, añade. Para ello organizan todo tipo de actividades: desde cine de verano hasta la apertura de una sala de trabajo o estudio, pasando por talleres de reparaciones de bicicletas o milongas de tango.
El colectivo, que convocó una asamblea ayer por la tarde para decidir cómo tratar la situación, se queja porque además de “nocturnida y alevosía”, en ese último desalojo ha habido “agostidad”: “Hay poca gente en la ciudad, por lo que es complicado organizar una okupación de respuesta o una manifestación de apoyo, pero estamos valorándolo”, reconoce Hidalgo.
A media mañana, la entrada del número 9 de Divino Pastor aparecía sellada con dos planchas metálicas soldadas a la puerta. Aún emanaba el olor del hierro quemado. “No pasa nada, el Patio sigue”, concluye Hidalgo.
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