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Cullum y Lamar, diversión en el Cruïlla

El jazz-pop del inglés y el hip-hop del norteamericano, los mejores conciertos del primer día

Jamie Cullum, en su actuación en el Festival Cruïlla de Barcelona.
Jamie Cullum, en su actuación en el Festival Cruïlla de Barcelona.ALBERT GARCIA

De todo, o de casi todo, como en botica. El Festival Cruïlla de Barcelona es una especie de farmacia en la que hay remedio para todos los males musicales y el paso por sus cinco escenarios ofreció en su primera jornada todo tipo de ungüentos, emplastos y purgas útiles para levantar el ánimo y empujar a la danza. Si el baile ha sido tradicionalmente una fórmula para espantar malos espíritus y alegrar el alma, bailar es la conducta más recurrente del personal que visita el festival, una forma de mostrar la satisfacción ante un montaje de tamaño humano, sólo cinco escenarios, que se recorre sin el concurso de demostraciones atléticas, en el que las actuaciones principales se suceden sin solapamientos y que artísticamente resume su línea en los términos expresados por una joven cuando a media tarde ingresaba en el recinto y decía a sus amigos: "Aquí puedes encontrar de todo tipo de todo". Horas más tarde, los hechos evidenciaban lo acertado del comentario.

En la primera franja horaria el reinado correspondió al inglés Jamie Cullum, un artista para el que se ha inventado el término enterteintment. Cullum hace jazz, pero lo hace envuelto en celofán pop y lo expone de forma que si bien el corazón del espectáculo es la música, ésta va acompañada por otros elementos no de menor importancia como subirse al piano (lo hizo ya en Get Your Way, la segunda canción) y saltar desde el mismo, tocar la percusión, dar buenos planos al realizador cantando a la cámara, deambular por escena ansioso y veloz y beber cerveza como si formase parte de una interpretación, que lo es. Ese es Jamie Cullum, un canalla divertido que al saludar a la audiencia no dijo sólo que Barcelona es muy bonita, sino que añadió estar muy contento "de beberme vuestra cerveza", toda una declaración de intenciones. A aquella hora, aún de día, no había una multitud en el recinto, pero quienes vieron el concierto pudieron disfrutar de un artista que versiona a Cole Porter, Love For Sale, mientras se tira entre el público, se acerca al pop con I'm All Over It, percute sobre su piano como si se tratase de una batería y canta, alborozado Please Don't Stop The Music, un tema que coge altura a medida que vuela.

En otro escenario, Osibisa, con casi tanto público como músicos sobre el escenario, taparon con su sonido la música de Ferran Palau en un entarimado cercano, y una indisposición del bajista de los islandeses Of Monsters And Men, un grupo de los pocos con perfil indie en el cartel, impidió que la banda islandesa ofreciese un concierto completo. Con un bajista de apaño actuaron por espacio de cuarenta minutos, sin escatimar su éxito Little Talks, una canción euforizante que hizo pensar en unos sanfermines boreales. A esa hora ya funcionaba a destajo la restauración, que ahora, como la música de Jamie Cullum, necesita de un envoltorio adecuado. Se trata de los camiones de comida, restaurantes móviles que recuerdan a las camionetas que llevan los productos frescos de alimentación a los pueblos perdidos. Claro está que sus hermanas festivaleras, entre las que la más deseada es la Citroën HZ, la de chapa acanalada, o cualquier otro modelo restaurado con no menos de 40 años de historia, son mucho más estilosas. Una esperanza para los más viejos: antes de claudicar ante la muerte alguien puede pintarles de rosa y reflotarlos para la moda.

El plato fuerte de la noche lo puso más tarde Kendrick Lamar, un recitador norteamericano en la cumbre que ofreció un estupendo concierto, único en España, fundamentado en el repertorio de sus dos últimos discos. Con una voz con poco cuerpo pero con una cadencia muy sensual y acompañado por un trío que dio un tono más crudo a sus temas, Kendrick abrió con Money Trees y tocó el cielo con I y King Kunta ante el delirio de, entonces sí, una multitud que se cimbreaba como formando parte de un juncal. Cierto que temas como Poetic Justice perdieron en directo detallismo en relación al disco, al faltar volumen en los coros y precisión en los efectos que pautan los cambios del tema, uno de sus activos, pero se trató de un caso aislado. Fue así el de Kendrick un estupendo concierto a pesar de no mantener el nivel durante toda su duración. La tarde había comenzado con jazz, pisaba el acelerador con hip-hop y más tarde acabaría con formaciones menores cuya finalidad era el baile. La diversión reinó en el Cruïlla.

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