Las cosas de ‘can’ Josep Obiols
Más de mil cartas, 500 dibujos y 20 ‘ex-libris’ del gran pintor ‘noucentista’ llegan a la Biblioteca de Catalunya
“Mire si hay unas postales, en francés; eran de Carles Riba, que las enviaba desde el exilio y firmaba Charles… Como acabada la guerra primero decidimos marcharnos y luego quedarnos, todo precipitadamente, aquellas fueron de las primeras que llegaron a casa; yo las iba a recoger al buzón cuando vivíamos en Tres Torres y aún recuerdo la ilusión y el temor de la primera”. Se lo pide con la voz entrecortada y una lágrima furtiva Montserrat Obiols, hija mayor del gran pintor noucentista, a la conservadora, que dice que sí, que lo mirará entre el millar de cartas que, junto a 20 ex-libris y estampas, 500 dibujos de proyectos editoriales (quizá algunos inéditos) y 40 libretas, conforman el fondo Josep Obiols que la familia ha donado a la Biblioteca de Catalunya (BC).
“Si no has cobrat (ja supós que sí) però si per naps o per cols no haguessis anat a cobrar el xec del Banc de Barcelona abans del 26 hauries fet un mal negoci. El Banc de Barcelona ha fet suspensió de pagaments i a Barcelona hi ha un desori que esgarrifa.(...) Sort que fa un temps abrilenc i les mosses que passen per carrer cada dia fan més goig. Tristessa a les butxaques i alegria als carrers. ¿Vols rés més?”, se preocupa informalmente por carta el 19 de diciembre de 1920 su amigo de infancia y barrio J.V. Foix a apenas pocos meses del famoso cartel que Obiols realizó para la Associació Protectora de l’Ensenyança Catalana en 1921 y por el que recibe una “efusiva felicitación” de la propia entidad “por la manera admirable con que ha sabido expresar la finalidad de nuestra asociación al dibujar dicho cartel”, como reza otra misiva.
Obiols tiene entonces 27años y aquel niño pulcro pero decidido ante la senyera de fondo (y que las declaraciones del exministro de Cultura José Ignacio Wert sobre la “voluntad de españolizar a los niños catalanes” de su departamento hace apenas un par de años revitalizó por las redes sociales) le da un nombre, lo que le permite ir reuniendo encargos de lo que hoy se llama diseño gráfico muy vinculado al sector editorial, trabajos de los que elabora listas con lo que va percibiendo: sí, hace números para “dejar su trabajo en un despacho mercantil y poder dar el salto a la pintura definitiva que es lo que quería”, centra la editora Isabel Obiols, nieta del pintor. Y de eso el fondo aporta carpetas llenas: ex-libris para Joan Salvat-Papasseit, Francesc Cambó o el cirujano Manuel Corachán; logos y marcas de agua para la fábrica de papel Guarro, estampas para libros del editor Antoni Muntañola, diseños para la Revista de Catalunya y el muñequito Jordi para el semanario homónimo, el logotipo de la colección Biblioteca A tot vent de la editorial Proa…
Obiols (1894-1967) sería uno de los grandes iconos artísticos del Noucentisme: pintó, por ejemplo, las lunetas del Palau Nacional de Montjuïc en 1929, faceta mural que acentuaría tras la guerra civil (como las pinturas de las dependencias del monasterio de Montserrat entre 1943 y 1951) forzado por la prohibición franquista de exponer a quien se significó con la Generalitat republicana como pocos (suya es el Auca del noi català, antifeixista i humà; diseñó el papel-moneda de la Conselleria de Finances durante la guerra civil…). Pero parecía haber nacido para el diseño editorial: lector ferviente, junto al compañero de escuela Foix, ambos con apenas 12 años, del Glossari de Eugeni d’Ors en La Veu de Catalunya, seis años después las cubiertas para dos álbumes donde conservaba los recortes de esos textos son de las primeras obras que se conocen de él.
De carácter austero, poco propenso a la publicidad, quizá fruto de sus orígenes familiares (gente humilde del campo y con notable peso religioso que montaron una carbonería en la calle Mayor de Sarrià), la “alta y modesta figura” (Foix dixit) de Josep Obiols hubiera estado cómodo en la sobria presentación de su fondo. “Es un acto de correspondencia: mi padre era producto y actor de un determinado momento político y cultural del que esta misma biblioteca fue uno de sus frutos”, fijó el expresidente del PSC, quinto y último hijo del pintor y protagonista de los cézannianos óleos de 1949 El Raimon escrivint y Migdiada, Raimon Obiols, en nombre de las tres generaciones que han cuidado hasta ahora ese fondo. Un legado del que la directora de la BC, Eugènia Serra, elogió tanto las cartas (con un centenar de corresponsales del grosor de Joan Crexells, de su amigo Carles Riba, Josep Maria de Sagarra, de su mentor Joaquim Torres-Garcia, Xavier Nogués o la Institució de les Lletres Catalanes o el FAD) como las 40 libretas, donde se observa su curiosidad omnívora (muebles de diseño, armas , animales…) y que, gracias a muchos esbozos, “permiten reseguir su proceso creativo” que, al estar muy ligado al mundo editorial, es coherente con la labor del centro de concentrar el patrimonio de ese sector. La capacidad para “construir tanto una obra propia como colectiva que mostró Obiols y toda su generación”, aún tiene admirado hoy al conseller de Cultura, Ferran Mascarell.
Todo el material ha reflotado al vaciar el piso del barrio de Gràcia donde vivió al final el pintor con su familia y que hasta ahora ocupaba una de las hijas. Los dibujos y papeles reaparecidos hacen pensar a Montserrat Obiols que su padre “hubiera pintado muy distinto al final si no hubiera habido la guerra civil, tras la que tuvo que encasillarse un poco con los murales, muchos religiosos”. Y aventura: “Algunos lienzos con figuras de pastores desnudos que hay en casa me recuerdan a Picasso… Sí, habría pintado distinto, pero al cerrarse las fronteras con la guerra y perder contacto de amistades…”. La de cosas que salen y se evocan cuando se vacía un piso.
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