Sensibilidad en la penumbra
Angus y Julia Stone llenan hasta la bandera en los jardines de Pedralbes
El pasado noviembre los hermanos Stone recabaron con una cierta timidez en la sala Barts. El suyo fue uno de esos conciertos para el recuerdo que el boca-oreja (ese que nunca engaña) ha ido amplificando con el paso de los días. El resultado, ocho meses después, ha sido un llenazo hasta la bandera en los jardines del palacio nacional barcelonés. El dúo australiano colgó el ansiado cartel de agotadas las localidades en su segunda visita a la ciudad y lo primero que debe dejarse claro es que el público que llenaba el recinto no se equivocó en lo más mínimo: su paso por el festival Jardins de Pedralbes volvió a ser otro concierto para el recuerdo.
Un público en el que se mezclaban edades y procedencias pero que sabía perfectamente lo que iba a escuchar y lo mostró ovacionando algunos inicios de canción pero sin lanzarse nunca a cantar los estribillos como suele suceder. Tampoco los hermanos Stone dan pie a que suceda, el suyo es indiscutiblemente un rock contemporáneo pero con innumerables ramificaciones, una propuesta terriblemente cambiante que pude superponer los fragmentos más tenebrosos a los más rítmicos, casi bailables, los puramente acústicos, refrescantes aires folky, a la contundencia eléctrica. Su concierto en Pedralbes se paseó constantemente de un extremo a otro pero dejando siempre un reguero de sensibilidad que calaba hondo.
Tras un inicio casi psicodélico, Angus y Julia Stone se fueron alternando en las voces solistas. Más oscura la de él, falsamente inocente y terriblemente sensual la de ella, una maravilla cuando las juntaban en impredecibles armonías. Baladas sinuosas y acariciantes se mezclaron con momentos más rugosos en temas sencillos y directos tanto de su último disco, titulado con el nombre de ambos hermanos, como de los dos plásticos anteriores menos conocidos por aquí siempre buscando esos momentos mágicos en los que las dos voces se entremezclaban sobre un sutil juego de guitarras, tanto acústicas como slide. Algo más de setenta minutos que discurrieron sin altibajos coronados por un gran tema, Big Jet Plane, y la canción más contundente de su último trabajo Heartbreak.
La única pega a la propuesta fue su puesta en escena de una negritud exasperante. Un escenario dominado por una buscada oscuridad solo rota por docenas focos nerviosos que no iluminaban a ningún sitio en concreto. Prácticamente no llegamos a verles la cara a ninguno de los músicos (¡podrían haber hecho play back y no nos hubiéramos enterado!), como si quisieran compensar el tono cristalino de muchos temas (en especial los interpretados por Julia) con un exceso de humo y la penumbra total entre la que, por suerte, se abría camino una música penetrante y repleta de sensibilidad.
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