Aprender a pactar
Si se superan ciertos obstáculos del sistema político, se producirá un cambio en las instituciones que puede facilitar las virtudes del pactismo
El pluralismo parlamentario que resultó de las elecciones del 24 de mayo comportó un proceso de negociación entre las formaciones políticas que se enfrentaron electoralmente para elegir presidentes en trece comunidades autónomas y para formar gobiernos de coalición o identificar fuerzas políticas susceptibles de apoyar la acción gubernamental. Emprender esta nueva dinámica coalicional entraña dificultades y existen muchas incertidumbres sobre su evolución. Los principales obstáculos para formalizar y desarrollar pactos postelectorales son los siguientes:
1.— La afirmación de que debe gobernar la lista más votada, que tiene como trasfondo dos actitudes típicas de la política española: saltarse las reglas del juego (en este caso las del funcionamiento de los sistemas parlamentarios, que prevén que no gobierne la lista más votada) y presentar como más democrático aquello que no necesariamente lo es. ¿Es más democrático el gobierno de la mayoría electoral o el de la mayoría social? ¿Es mejor la democracia mayoritaria o la que es fruto de un amplio consenso?
También es erróneo considerar que todas las coaliciones deben incluir la formación que ha ganado y admitir solo los pactos que pivoten sobre el partido que suma más votos. En Europa, el 20% de los gobiernos de coalición que se crearon durante la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en los países nórdicos, excluyeron al partido más votado.
2. — La percepción de los pactos y las coaliciones como un chantaje entre partidos y como una anomalía democrática. Rechazar el maridaje político entorpece el objetivo de hacer compatible el pluralismo de la representación política con el buen gobierno, y la diversidad ideológica con el progreso social y la regeneración democrática. En la mayoría de las democracias europeas la práctica coalicional es muy habitual y pasó de ser una necesidad para reconstruir sociedades tras la II Guerra Mundial al ideal democrático de gobierno.
3.—La dinámica dicotómica del bipartidismo español y la falta de experiencia para negociar programas de gobierno compartidos. Ambos aspectos, que afectan principalmente a los dos grandes partidos españoles, han dificultado la previsión de las consecuencias de una representación institucional más plural, el examen de los factores que condicionan la negociación y la definición de un acuerdo de gobierno transversal. Enrocarse en una lógica bipartita cuando las urnas han creado una realidad pluripartidista significa alejarse de aquellos valores imprescindibles para avanzar en contextos que exigen el reconocimiento de diferentes posiciones o pensamientos: el diálogo, el respeto a la diversidad, la transacción y la conciliación de intereses.
4.— Las características de los nuevos partidos que la aritmética parlamentaria ha convertido en piezas fundamentales para asegurar sólidas mayorías parlamentarias progubernamentales. Ciutadans y, sobre todo, Podemos tienen los diputados necesarios para sumar, junto con PP y PSOE, respectivamente, la mayoría absoluta parlamentaria en diez comunidades autónomas. Ambas formaciones políticas presentan características similares que limitan su predisposición al pacto: débiles estructuras organizativas, inexperiencia institucional, censura a los partidos que han gobernado los últimos años, compromisos preelectorales difíciles de conjugar con las propuestas programáticas de PP y PSOE, y objetivos políticos que priorizan las próximas elecciones generales.
5.— </CF>La categórica separación entre gobierno y oposición. Cuando se pactan mayorías progubernamentales también se decide qué partidos estarán en la oposición y sus características: una oposición total o parcial, constructiva o irresponsable, ideológicamente homogénea o heterogénea, bilateral o multilateral. Llegar a un acuerdo de gobierno con determinadas formaciones políticas no debe implicar ignorar y aislar a las que están en la oposición. En los sistemas de partidos europeos con escenarios en los que hay distintas alternativas de pactos, las fronteras entre el gobierno y la oposición se difuminan: la alternativa no está solo en la oposición, sino que también puede estar dentro de la mayoría gubernamental.
Si se superan estos obstáculos, la legislatura iniciada tras las elecciones del 24 de mayo significará un cambio en la actividad política institucional que puede facilitar el desarrollo de las virtudes del pactismo. Si aprendemos a pactar llegaremos a la conclusión de que las coaliciones políticas son la más alta expresión de la democracia, porque permiten manifestar mejor los valores cívicos y el respeto al pluralismo y a la diversidad. [PIEPAG]
Jordi Matas Dalmases es catedrático de Ciencia Política de la UB.
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