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POP | MIGUEL BOSÉ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La modernidad serena

Sosiego, sofisticación y canciones ineludibles confluyen en el nuevo espectáculo ‘Amo’, desvelado en Las Ventas ante 10.000 seguidores

Un hombre que en nueve meses será sexagenario podría volverse legítima y biológicamente acomodaticio, pero no parece el caso de ese níveo ahijado de Picasso que el jueves movilizó a 10.000 fieles en Las Ventas. Veinte discos después, el hombre que ha acompañado a tres generaciones en sus tránsitos vitales sigue sacándoles varios cuerpos de distancia a casi todos. Miguel ya no es un suspiro en labios de las jovencitas ni la cintura más grácil del pop lugareño, pero este Amo que presenta ahora es una virguería tecnológica y escenográfica como no se estila en el panorama patrio.

En realidad, lo único que no encajaba en la modernidad serena de Las Ventas era el propio recinto, donde se lió un pitote organizativo considerable. Pero asoma el hombre de blanco con su blanca levita, y todas las miradas son suyas. Sin necesidad de ejercer de icono de nada, porque él es icono intrínseco, en sí mismo. De ahí que incluso le siente bien un atuendo con el que cualquier otro parecería estrafalario.

Tras revitalizar sus éxitos con un Papito muy celebrado y un Papitwo medio inadvertido, Bosé tira de fondo de armario. No solo hay un puñado de canciones nuevas de Amo, aún sin interiorizar, sino rescates que solo corean los muy doctos: Horizonte de las estrellas, Que no hay, Por ti. El hombre de las órbitas maquilladas asume el riesgo de una velada calma en la que casi nadie se levantará del asiento hasta Sevilla, a los tres cuartos de hora de recital. Pero eso es mejor para prestarle atención a una puesta en escena con columnas móviles que convierten el escenario en laberinto, a esos músicos y coristas que también lucen blanco zen y tienen estudiado cada movimiento. No basta con ser efectivo para trabajar con Miguel: hay que formar parte del espectáculo. Y luego ya Madrid, “templo del buen rollo”, y el puñado de ineludibles (Como un lobo, Bambú, Bandido, Si tú no vuelves) hacen el resto.

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