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LA CRÓNICA

Muerte de un plátano

A menudo mal llamados plataneros, tienen una larga y compleja relación con Barcelona

Un plátano caído en las Ramblas.
Un plátano caído en las Ramblas.CÈSAR ALGORA

César Algora caminaba Rambla abajo camino del supermercado, distraído con el móvil, cuando oyó un crac enorme y al levantar la vista vio cómo apenas a 10 metros delante de él se acababa de desplomar un árbol. Era el lunes pasado a las dos de la tarde. Acababa de asistir a la muerte de un plátano.

Los plátanos (a menudo mal llamados plataneros) tienen una larga y compleja relación con Barcelona. Llegaron en masa en la segunda mitad del siglo XIX de la mano del Plà Cerdà que extendió la ciudad más allá de las viejas murallas y la unió a través del Eixample con las poblaciones lindantes: Gràcia, Sant Andreu, Sarrià, Sants...

Son árboles de copa grande y crecimiento rápido que proporcionan muy buena sombra y entonces estaban de moda en Europa: eran ideales para las grandes avenidas de París y Londres. No tanto para las calles menos amplias que acabaron conformando el ensanche barcelonés.

La vida del plátano es bastante azarosa en la Barcelona de mucho asfalto

La vida del plátano es bastante azarosa en la Barcelona de mucho asfalto y no tantos jardines en la que se ha acabado convirtiendo el sueño de Ildefons Cerdà. Tan solo los ejemplares de las grandes avenidas, como la Gran Via, el Passeig de Gràcia o la Rambla, tienen asegurado su futuro en la ciudad.

Y, sin embargo, ha sido un ejemplar de los 267 que adornan la Rambla el que estuvo a punto de provocar una tragedia al troncharse ante César de forma totalmente inesperada. Pero no hubo más daño que el causado a una marquesina. Lo que podía haber sido una tragedia humana se quedó en anécdota.

Pero la muerte de un plátano no es una mera anécdota para los responsables del arbolado barcelonés. “A la ciudadanía en general le cuesta entender que los árboles son seres vivos y que se mueren, y tienen enfermedades, y caen. La gente tiende a pensar que un árbol es parte del mobiliario, como si fuera una farola o un semáforo”, se lamenta Izaskun Martí, encargada municipal de la evaluación y gestión administrativa de las zonas verdes de Barcelona.

Aquel plátano murió casi con toda seguridad debido a una infección causada por un hongo a nivel del cuello del árbol, la parte baja donde acaba el tronco y empiezan las raíces. “Es una infección fúngica y el hongo se va comiendo la madera”, explica Martí al tiempo que enseña las fotos en las que se ve cómo en la parte de más baja del tronco la madera es más oscura porque ya está infectada.

“Se hizo un análisis de riesgo en 2014 y no se pudo detectar ninguna enfermedad. Lo que hemos hecho ahora es llevar a analizar una muestra para saber qué hongo es y cómo se puede tratar”, explica. “La persona que hizo aquella inspección dice que no se veía ninguna zona negra y seguramente el hongo ha avanzado con mucha rapidez. También hay que tener en cuenta que ese día hizo un poco de viento y ese árbol estaba justo en la confluencia con la calle del Pintor Fortuny, lo que facilita las corrientes de aire. Si estaba podrido, el viento pudo tirarlo”, añade. El hecho de que una parte del tronco aún no estuviera infectada pudo frenar la caída y facilitar la huida a los paseantes.

Es el segundo plátano que cae en la Rambla desde 2011. El primero no se sabe exactamente por qué se desplomó porque no se analizó la madera. Pero se cree que se debió a los efectos de vertidos tóxicos que dañaron el cuello del árbol.

No se espera una caída masiva de plátanos porque esas infecciones solo se transmiten con contacto físico entre un árbol sano y uno enfermo. Pero los plátanos de Barcelona padecen sed y al mismo tiempo demasiada humedad. Sed en las raíces, a las que apenas llega la lluvia que se filtraba antaño. Humedad excesiva por el agua que se acumula cada día en los alcorques con la limpieza callejera: hasta tres veces al día en zonas como la Rambla. Esa humedad es el mejor caldo de cultivo para los hongos.

Debilitados por las podas que buscan contener su tamaño, vistos con malos ojos por quienes sufren en forma de alergia la presencia del polen primaveral o quienes padecen en ojos y mucosas las enormes cantidades de semilla que desprende, el plátano no tiene muy buena prensa a pesar de su implantación.

Llegó a ser dominante entre el arbolado barcelonés, pero ha caído desde el 50% en 1992 a un poco menos del 30% de los árboles callejeros de la actual Barcelona. Aún ha de caer con el tiempo hasta el 15%, un límite al que ya se acerca el almez (celtis australis), el segundo árbol callejero con mayor implante (12,7%). Bastante más atrás están las sóforas (5,8%), las tipuanas (4,3%) o el árbol botella (3,7%).

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