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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Candidato Pedro Sánchez

El líder socialista habló de federalismo pero sin concretar. Esperaba más.

J. Ernesto Ayala-Dip

Esperaba con expectación la puesta de largo del próximo candidato a la presidencia del gobierno de España por el PSOE, Pedro Sánchez. Lo vi salir a la palestra como si acabara de ganar unas elecciones. Radiante de optimismo. También lo vi salir con su mujer y a ésta con el pulgar levantado en señal de “¡esto es pan comido!” Pero de toda esta parafernalia, lo que más atrajo mi atención fue la inmensa bandera española que le servía de fondo. (Me quedó la duda de si esa bandera era, proporcionalmente, tan grande como la que se instaló, por orden de Aznar, en la madrileña plaza de Castilla). De lo que no me quedó ninguna duda es de que todavía se sigue con la misma exigencia de exhibicionismo patriótico.

Luego de los símbolos, igual de respetables vengan de donde vengan, vinieron las palabras. Pero por momentos, me pareció que esas palabras apenas llegaban a distraernos de la enseña expuesta. Sobre todo porque lo que se oía eran generalidades, cuestión curiosa teniendo en cuenta la necesidad que hay, ahora mismo, de mayores concreciones.

Habló de paro, pero no resumió cómo lo acometerá, aunque ya es de agradecer que no prometiera para la próxima legislatura liquidarlo de un plumazo, como auguró el ínclito ministro de Hacienda. Habló también de corrupción, un tema enunciado con la oportunidad exigida aunque tampoco dio pistas de cómo su partido va a colaborar a erradicarlo, contando, con perdón del lector por mi fatalismo, que habrá que comenzar a aceptar que, como la desocupación, también habrá siempre una corrupción estructural. Traté de extraer de toda su alocución un tema estrella. Me pareció que dicho tema era el federalismo. Citó el Estado federal de la mano de una férrea convicción más que nunca socialdemócrata, por parte de su partido cuando llegue a la Moncloa.

Francamente esperaba más en este espinoso asunto. Hablar de federalismo sin citar ninguna medida concreta (excepto vaguedades voluntaristas del tipo “seremos valientes para que todos los españoles se sientan reconocidos”), aunque fuera meramente simbólica (en la línea de la grandilocuente exposición de la bandera española), es no comprometerse a tomarse la cuestión de la estructura del Estado con la seriedad y la premura que exigen.

Yo no sé si sabe el candidato Pedro Sánchez lo mucho que podría hacer para ofrecer una alternativa creíble al independentismo. ¿Sabe el señor Sánchez cuántos catalanistas, cuántos, no serían independentistas si vieran que los gobernantes (tanto da si son del PP o del PSOE) miraran por su lengua como si se tratara de un asunto de Estado. Que es lo que es en el fondo, un asunto de Estado. Tengo un hijo que trabaja en Estocolmo. Me cuenta que suele acudir a las conferencias que programa el Instituto Cervantes y a las que es invitado. Me alaba su excelente organización. Pero me comenta que siempre le queda la sensación de que si fuera sueco, le sería muy difícil deducir que en España, aparte del castellano, existen más lenguas. Algunas de ellas, tienen tantos hablantes como Suecia, Finlandia o Dinamarca.

Al hilo de esta cuestión, supongamos que un festival de música ligera como es Eurovisión fuera a tener más futuro que el que uno desearía para un evento de tanta chabacanería. Como todo el mundo sabe, a este festival acuden los países, como si se tratara de un mundial de fútbol, a competir en excelencia cancioneril. Generalmente sus artistas participan cantando en la lengua del país que representan, aunque cada vez más las lenguas autóctonas son suplantadas por el inglés. España siempre lo ha hecho en castellano. ¿No es eso incompatible con la realidad lingüística de nuestra piel de toro? ¿Por qué no podría un o una solista o grupo hacerlo en gallego, astur, catalán o vasco? Claro que alguien podría, con relativa razón, aducir que para participar con piezas de tan poco calado artístico, hechas todas las excepciones, en un entorno tan pachanguero, qué más da en la lengua que se cante. Pero se da la circunstancia que aquí no se está ventilando la categoría de Eurovisión ni la contribución de sus artistas al erario artístico de la humanidad, sino simplemente al hecho de que los participantes españoles no lo puedan hacer en sus lenguas maternas si desearan hacerlo.

Sería bueno que alguien de su partido le informara al candidato del PSOE que Joan Manuel Serrat, en 1968, no pudo cantar en catalán en Eurovisión porque el franquismo se lo prohibió.

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