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Volver a los ochenta sin nostalgia

Spandau Ballet consigue llenar en su concierto en los jardines del palacio real

Tony Hadley durante su actuación en Barcelona.
Tony Hadley durante su actuación en Barcelona.MARTI E. BERENGUER

Nuevo llenazo en los jardines del palacio real de Pedralbes. Esta vez fueron Spandau Ballet los que consiguieron el pleno y que, además, repetirán concierto esta noche en el mismo recinto (todavía quedan entradas para esta segunda sesión).

El quinteto británico, convertido en sexteto sobre el escenario por el añadido de un teclista, ofreció un concierto impecable: dos horas de música contagiosa y eminentemente bailable. Prácticamente sin ningún aderezo escénico, solo la fachada del egregio edificio como telón de fondo, un par de cañones de humo y un juego de luces que viraba de los tonos azulados a los violáceos, fueron repasando sus éxitos de antaño en versiones directas y despojadas de cualquier connotación nostálgica.

En Pedralbes los cinco miembros originales de Spandau Ballet sonaron actuales aunque la mayoría de los temas interpretados tuvieran más de treinta años. Entre sus grandes e inapelables éxitos asomó alguna canción más reciente que encajaba perfectamente con ese espíritu de volver a los ochenta pero huyendo de cualquier revivalismo. Sin duda el secreto de ese saber hacer se encuentra en la presencia del cantante Tony Hadley y de guitarrista Gary Kemp, verdaderos centros neurálgicos de la propuesta. Hadley posee una voz poderosa que el tiempo ha ido matizando y sabe utilizarla con elegancia, no sobrepasando nunca sus límites. Igual sucede con la guitarra de Kemp (mejor sería decir las guitarras ya que cambió de instrumento prácticamente para cada canción) de un sonido claro y penetrante con solos perfectamente medidos para no cansar a un público que pensaba más en bailar que en sutilezas guitarrísticas.

Y el público bailó, por supuesto. Un público que, como la propuesta escénica, llevaba ya más de tres décadas ejerciendo de fans y que, a pesar de rondar los cincuenta, exteriorizaba su entusiasmo incluso con un cierto griterío cuando aparecían los temas más populares. Un entusiasmo que se palpó ya desde el inicio pero fueron las primeras notas de Chant No.1 las que desataron los ánimos, la enorme bola de discoteca que colgaba del techo comenzó a girar y el público dejó sus asientos para bailar bajo los destellos de pequeñas lucecitas. Los jardines se convirtieron en una enorme discoteca bajo la luna y la cosa ya no decayó en la hora larga que quedaba de concierto.

Una intensidad rítmica que solo se rompió con un par de magníficas versiones acústicas de Empty spaces y Gold, interpretadas en dúo por Hadley y Kemp. La entrega de la banda fue total, disfrutaban, se notabay se contagiaba, pero manteniendo siempre las formas: Hadley se aflojó el cuello de la camisa pero, a pesar de tenerla completamente empapada de sudor, no se quitó la americana en ningún momento.

Un concierto alegre y bullicioso que acabó en apoteosis con revisiones de sus clásicos Instinction, Lifeline, Communication y True antes concluir los bises con una repetición de Gold esta vez en tono eléctrico y con toda la banda. Y la gente bailando y cantando, es decir contenta y feliz.

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