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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más neuronas, menos hígado

La legitimidad se gana o se pierde en la calle. No se trata solo de llenar la Meridiana, sino de hacerla progresar. De convencer.

Hace apenas unos años algunos de nosotros hubiésemos pagado por vivir lo que estamos viviendo ahora. Recordamos aquella calma chicha y rica de la precrisis como la mala empresa en la que nos tocó trabajar a disgusto. Hoy cobramos menos, trabajamos más y con más precariedad. Incluso lo hacemos en la misma empresa. Pero, o bien tenemos otros jefes, o han cambiado de actitud o los hemos echado. No es poca cosa, dicen los buenos manuales de recursos humanos que la gente no cambia de empresa, cambia de jefe.

El cambio no tiene que ser forzosamente bueno, todo puede empeorar, pero cuando la estabilidad sirve para enriquecer a unos pocos y empobrecer a los demás, además de positivo es imprescindible. Si la estabilidad se basa en la sumisión de unas personas o colectivos a otros el desastre está garantizado. Se puede negar y se puede intentar esconder, pero tarde o temprano explota.

Lecturas paralelas: el número de concejales independentistas ha subido en Barcelona y en toda Cataluña y Barcelona en Comú ha sido la lista más votada. Si el Ayuntamiento no va a los barrios, los barrios toman el Ayuntamiento. Si el Estado se olvida de Cataluña, Cataluña se olvida del Estado. Así escrito parece todo muy claro: está claro lo escriban como lo escriban. Mira que advertimos a concejales, técnicos y cargos que seguir la estrategia de ningunear los problemas profundos de los barrios conducía al desastre. Esos barrios que los articulistas nacionaliberalistas despreciaban en sus artículos. Los avisaron en Can Vies y continuaron en sus trece. Qué error, el de tener supuestos intelectuales cuyo principal activo es el desprecio.

Más lecturas paralelas: la política, o la haces, o te la hacen. Si hay un espacio donde un poder no sirve a la gente, tarde o temprano llega otro poder. Hoy una gran parte de Cataluña desea tan fervientemente situarse fuera del Estado que el marco mental ya es otro. Irrecuperable para el Estado, que sí, que tendrá sus delegaciones de Hacienda, pero que no sabe ni cómo acabar la autovía que debería unir Girona con Barcelona. Si el Estado desaparece, la gente piensa en crear otro Estado. Creo que se entiende suficientemente bien. De la misma manera que Barcelona en Comú se ha ganado políticamente algunos barrios, el independentismo se ha ganado el país.

De la misma manera que Barcelona en Comú se ha ganado políticamente algunos barrios, el independentismo se ha ganado el país

Tercera lectura paralela: el crecimiento de unos y otros se consolida frente a los partidos burbuja. El plató está muy bien, pero la legitimidad y las elecciones se ganan y se pierden en la calle. Aunque en los ochenta o en los noventa las legislaturas podían ser de ocho o doce años, hoy la evaluación es tan continuada que los suspensos son inmediatos: 18% de concejales para PP, PSC y C's.

El independentismo continúa creciendo en Cataluña i también en Barcelona. De nada sirven los miles de artículos que lo ningunean: es un crecimiento antiburbuja que se consolida elección tras elección, manifestación tras manifestación. Algunos medios y poderes están tan interesados en borrar a CiU del mapa que se olvidan del independentismo. Sigan así. Más concejales que nunca, más ciudades que nunca. Venga, otro manifiesto, que hace días que no sale uno.

Cuarta lectura paralela: sería bueno no volver a pensar ni con el hígado ni con los pies. La distancia con la que una parte del independentismo mira el área metropolitana y su cinturón es tan grande como la displicencia con la que determinados sectores de supuesta izquierda observan la invasión independentista de Barcelona por parte de la nación. Es un lose lose, todos pierden. Como la campaña va a ser permanente, hay que seguir jugando a fútbol y la política es un deporte de contacto, respetemos los ligamentos, un poco de diplomacia y protocolo.

Solo hace falta ver en los términos en los que a veces se habla del prucés (sic), de utilizar el odio o la aceptación de cualquier insulto en nombre de la libertad de expresión. En el espejo, hay un independentismo cabra que no ha entendido todavía que esto es una historia de seducción y convencimiento.

No se trata solo de llenar la Meridiana. Se trata de hacerla progresar, de apropiarse de ella. De convencer. Para muchos de los que no hemos nacido en ella, la Meridiana y sus barrios, son parte de un país tan pequeño, que algunos soñamos completo.

Más neuronas y menos hígado. Si puede ser.

Francesc Serés es escritor

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