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Loquillo exhibe estampa, no músculo

El rockero rinde a su público incondicional en Razzmatazz

En la chistera de Loquillo viven varios conejos, y cada uno de ellos tiene un momento para enseñar sus orejas. Convencido de que su personaje necesita diferentes trajes para seguir siendo el mismo, Loquillo cerró en Razzmatazz la gira en la que el conejo hace rockabilly y rock and roll, pero también swing, country y doo wop, versiona a Clash o a Marshall Crenshaw y celebra llevar en esto del espectáculo cerca de cuatro décadas fiel a una estética y actitud rockeras que hunde sus raíces en el tiempo. Loquillo volvía por sus fueros y en un concierto que tardó en controlar logró finalmente imponerse para cerrarlo con un Esto no es Hawaitriunfal interpretado con todos los invitados que fueron pasando por escena en una noche para recordar que ya ha pasado mucho tiempo desde que la juventud era un presente infinito.

El concierto comenzó con un Loquillo algo bajo de revoluciones, con una voz que apenas se entendía si no se estaba cerca del escenario y un sonido general bastante confuso. Acompañado por los Nu Niles —banda con la que ha grabado Código rocker— reforzada por teclados y guitarra, Loquillo rehuía la entrega física para imponer una estampa que comenzó enguantada en una levita. No era el Loquillo dinámico de los Trogloditas ni el pausado intérprete que canta a Luis Alberto de Cuenca, quedándose en un punto intermedio que no facilitó la empatía del público que llenaba la sala. Es más, en el tramo más swing, con la estrella ya con chaqueta de esmoquin afrontando con tino La rubia de Hitch, el público pareció despistarse, incluso cuando en las presentaciones de los temas Loquillo apenas podía hacerse oír dado el ruido ambiental y una ecualización discutible.

Pero la aparición de diversos invitados, muy especialmente un incendiario Igor Paskual en una excelente toma del Luché contra la ley de The Clash o la imbatible Quiero un camión, centraron a una concurrencia que ya no salió del bolsillo de Loquillo. Los bises fueron un paseo triunfal que tuvo su arco de triunfo en Feo, fuerte y formal, todo un clásico en un Loquillo que no apeló al vigor físico en todo el concierto, quien sabe si por cansancio o porque considera que es el traje que se ajusta al personaje que interpretaba, priorizando la estampa y no el músculo. Sea como fuere, su público, un público, cosa insólita que lo define a la maravilla, sólo usaba los móviles para hacer fotos y no para conversar, como afirmando que habiendo música en directo todo lo demás es una distracción perniciosa, tardó en entrar, pero cuando lo hizo protagonizó una rendición incondicional. La que suelen conseguir los artistas con recursos, oficio y convicción.

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