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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De Córcega a Ítaca

Que CDC ponga a la venta su sede central y decida no celebrar las noches electorales en el Majestic son dos metáforas políticas

Antoni Gutiérrez-Rubí

El anuncio de CDC, al inicio de esta campaña electoral, de poner a la venta su sede central en la calle Córcega, junto con la decisión de no celebrar más las noches electorales en el Hotel Majestic son dos de las acciones políticas más relevantes de esta formación política. No se trata —aunque seguramente hay consideraciones económicas o funcionales, entre otras— de una acción administrativa. Es un poderoso y significativo gesto, con grandes metáforas políticas. Cambiar la ubicación de la gestión del aparato y trasladar la escenografía política es lenguaje político. Es estética y liturgia. No es un tema inmobiliario o gerencial. Sus promotores argumentan que estas decisiones se enmarcan —e ilustran— en un proceso de refundación (del partido), y que estas señales contribuyen a ello eficazmente. Y tienen razón.

“En el teatro de la política, la escenografía lo es todo” decía Bob Mondelo, periodista político norteamericano. Y en la administración de la misma, la sede es símbolo, más que función. Génova o Ferraz, por ejemplo, son sinónimos (o una variante geográfica de un nuevo concepto de acrónimo) de PP y PSOE, respectivamente. Las ubicaciones, el tamaño y funcionalidades de los edificios, han acompañado a estas organizaciones en su crecimiento electoral. El PSOE está en Ferraz desde 1987, donde se trasladaron desde Santa Engracia; y el PP en Génova, desde 1983, a donde se trasladó después de varios años de ocupar un pequeño inmueble en la calle Silva.

Ambos traslados se debieron al aumento de votos. Tamaño, altura, para representar, acumular y gestionar el poder. Una concepción inmobiliaria aplicada a la gestión política para los que, en tiempos de burbuja del ladrillo, se preguntaban ¿cuánto valen las sedes de los partidos políticos españoles? con la pretensión de hacer absurdos paralelismos políticos. Concepción que, en la sociedad de las redes, deja a las sedes, muchas veces, como cascarones vacíos de operatividad, vitalidad, diversidad y capital político. Aunque en el caso del PSOE, como de otros partidos con largas e históricas trayectorias, las sedes (las casas del pueblo socialistas, los batzoki de los nacionalistas vascos, o los ateneos republicanos) representaban espacios de socialización —cultural, social y política— y no las paredes frías convertidas en los templos del secretario de organización, desde las que administrar jerarquías y organigramas.

En este contexto, los edificios y las sedes políticas de los partidos se han quedado vacíos de personas, y de ideas. Grandes espacios que resuenan a hueco, a tiempos pasados; a asambleas de culos de hierro y brazos de madera; a tabaco y debates interminables. Ese ambiente, ya no volverá. Y mejor. Pero no está siendo sustituido por el rumor de los teclados de los portátiles, por la música, por la risa y la creatividad. Lo caduco se resiste, lo nuevo no emerge entre las paredes del agotado centralismo democrático. Es tiempo de coworking político. Y las sedes se han quedado obsoletas en la sociedad de las redes y nodos.

La liturgia política languidece. Este es otro de los síntomas que, inequívocamente, refleja el agotamiento (cultural y estético) de la oferta política tradicional. La escenografía política habitual de los actos públicos transforma a los participantes en figurantes y la jerarquización de los espacios (en el escenario y en el auditorio) consolida las nomenclaturas del poder. La mayoría de los actos políticos son incapaces de crear una atmósfera memorable y de fuerte contenido emocional que permita una implicación personal de quien asiste. Que un partido cambie sede y de plató mediático, simultáneamente, (nada más memorable que el balcón del Hotel Majestic y sus recuerdos de pactos pasados), es singular y excepcional. Romper con el Majestic es la metáfora y la señal encriptada de romper con España. Del nacionalismo al soberanismo.

Ahora CDC cambia de sede, como símbolo de su evolución, de su viaje —viraje— político. Como hace poco cambió de logotipo. Cambios en las formas, cambios que pretenden ser de fondo, como el de la elección de un nuevo secretario general. Casi en el mismo momento en el que conocemos que el fiscal pide embargar, precisamente, 15 locales de Convergència por el caso Palau, porque Anticorrupción exige aumentar hasta 6,6 millones la responsabilidad civil al partido nacionalista por presunto cobro de comisiones.

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CDC necesita vender para comprar un nuevo pasaje. De Córcega a Ítaca, dicen. Mucho más lejos. Ahora que están a punto de zarpar, quizá deberían releer a Kostantin Kavafis (traducción de Carles Riba): “Ítaca t’ha donat el bell viatge. / Sense ella no hauries pas sortit cap a fer-lo. / Res més no té que et pugui ja donar. / I si la trobes pobra, no és que Ítaca t'hagi enganyat. / Savi com bé t’has fet, amb tanta experiència, / ja hauràs pogut comprendre què volen dir les Ítaques”. Sin olvidar a Antonio Machado, y su recomendación vital, que nos alerta de que, para cualquier viaje, conviene ir ligeros de equipaje. Muy ligeros. Sin deudas, ni costes, ni herencias.

Antoni Gutierrez-Rubí es asesor de comunicación. @antonigr

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