Cambio y ruptura
La degradación de la democracia y la devaluación social exigen que las políticas rupturistas concreten la ruptura
Al día siguiente de la emisión del último Full de Ruta —en el que se abogaba por el dogma de que el eix nacional y el eix social son una única persona indivisible, germans—, se privatizaba, zas, la sanidad en Lleida. Lo que explica cuál ha sido la función gubernamental del dret a decidir, y el carácter, precipitado e inapelable, del único proceso gubernamental en marcha en Cataluña y en España: la austeridad y la superposición del concepto IBEX por encima de la Democracia, que se traduce en el abandono del pacto social por el rescate de empresas reguladas, el businessfriendlyismo de toda la vida.
Bueno. Como dice House, nadie muere con dignidad. Ni siquiera el Procés. Cabe suponer que, una vez muerto —de risa—, todo vuelva a la situación anterior a 2012, fecha en la que CiU raptó —un rapto muy fácil, como los de Zeus o Lorca—, un proceso ciudadano, para prolongar sus políticas y su vida misma. Situación anterior a 2012, sinopsis: un régimen seriamente herido se veía amenazado por unos movimientos ciudadanos rupturistas ¿Esto sigue siendo así?
La descomposición del Estado apunta a ello. El cambio de dinámicas cotidianas que ha supuesto la crisis, ha permitido constatar disfuncionalidades democráticas. Y una corrupción estructural que ha supuesto ya la desaparición de un rey y medio —si contamos a Pujol—, y la constatación de que los grandes partidos del régimen —PP, PSOE, CiU / Gürtel, ERE, Púnica, Palau, Reus, Cartel Pujol— son unas estructuras implícitamente corruptas a partir del grado de oficial. La imputación de todo un exvicepresidente de Gobierno es algo tan desmesurado que resulta difícil de comprender en su gravedad. Pese a ello, The New York Times informa que aún podemos sorprendernos más y mejor por futuros nombres propios de futuros casos.
Parece un hundimiento en toda regla, sí. Pero también hay signos de lo contrario. Lo contrario no es el vuelo a reacción, sino la flotación. Y la economía flota. Una vez reformulada, está volviendo a crear puestos de trabajo, en la poética de lo que es el trabajo, la vida y la dignidad tras esta crisis. Poética: la huelga de los trabajadores de Movistar evidencia unas reglas del juego de cuando La Canadiense: jornadas de 10 horas, sueldos de 700 euros que, en limpio, suponen menos de 500—.
Una parte llamativa de la sociedad no tiene especial reparo en votar partidos con una corrupción contrastada
Por otra parte, y esto es importante, los partidos de la Restauración 2.0, que en otras democracias ya estarían actualizando su CV en Lindekin, no acaban de desaparecer. Una parte llamativa de la sociedad no tiene especial reparo en votar partidos con una corrupción tan contrastada que, cualquier día, les dan el ISO-9000. En Andalucía, Madrid o Catalunya, esa tendencia puede alcanzar proporciones de chiste de Arévalo, ese tipo de chistes que harían reír si no hicieran regurgitar. Los partidos IBEX, vamos, no sólo no implosionan, sino que incluso se renuevan. Como es el caso de Ciutadans, tras CiU, el único partido que ha olido la situación.
Si CiU se ofrece a canalizar la indignación nacional en Cataluña —hacia sí misma—, C's va más fuerte y se ofrece a canalizar la indignación a secas. Ofrece también banderita —tejido que, en las penínsulas Ibérica y Balcánica, es lo que la lencería en otros biotopos; pone—. Pero también otros productos sign of the times: centralidad, léxico, regeneración, superación de la derecha y la izquierda —por otra parte, algo que la derecha española viene ofreciendo u obligando desde los años 30—, estupor y temblores ante la corrupción y, tachán-tachán, cambio, ese palabro que, en política, significa nada / ya-te-llamaré.
Es curioso que la derecha española aún tenga esa capacidad escenográfica, dinámica, a pesar de sus dos grandes hipotecas, estáticas. Hipoteca a) su nacionalismo sigue autoformulándose a través del catolicismo del XIX / Menéndez Pelayo. Hipoteca b), tras treinta y pico años de democracia, su límite de lo aceptable sigue siendo 1939 —algo, glups, único en Europa—. Pero también es curioso que Podemos, un partido rupturista que realizó una irrupción descomunal en las elecciones europeas con sólo esa seña de identidad, coincida en sus propuestas —centralidad, (otro) léxico, regeneración, superación eje derecha-izquierda y, socorro, cambio—, con C's, desde el Congreso de Vistalegre hasta hace escasos días.
Si esas propuestas eran un atajo para acceder al poder y practicar la ruptura, ya no lo es. El futuro inmediato parece dibujar la coexistencia de cuatro partidos, tres de ellos con una idea similar ante la economía y la democracia, que se hunde, pero flota, que no ha sido afectada ni por la crisis, ni por el 15-M. Eso no supone el fin de todo aquello que nació en 2012. La degradación de la democracia y de las condiciones de vida apuntan a la prolongación del conflicto. Pero si el conflicto quiere existir en la política, necesita cambiar de velocidad y alejarse de las formas políticas del lugar, verticales y centralistas. Es preciso también que se verbalice, que la política rupturista empiece a formular la ruptura. ¿Qué cambios constitucionales se precisan, qué derechos nuevos se admiten, cómo se amplía la democracia, qué hacer con el derecho a decidir, con la forma del Estado, con la deuda?
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