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LA CRÓNICA DE BALEARES
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pla, vida lenta y muchas ensaimadas

Novedades en Josep Pla, que nunca se empalagó de Mallorca y de su icono dulce

En once días de viaje de trabajo de escritor a Mallorca, en 1956, Josep Pla anotó que comió seis veces ensaimadas. “Exquisitas”, “!muy buenas!”, “deliciosas”, apuntó en las observaciones telegráficas sobre su cata en lugares públicos y privados de la isla.

En La vida lenta (Notes per a tres diaris (1956, 1965, 1964), 360 páginas (Destino), editado y prologado el profesor Xavier Pla (Destino), las citas muestran la pasión del autor que nunca se empalagó con la pasta en espiral y cola.

Son anécdotas significativas sobre la reiteración del deseo con el turbante dulce de hojaldre. Este autorretrato interior y crudo de escritor maduro, es una curiosa muestra de notas, nombres, lugares, temas. Se trata de un caso de secreta literatura fragmentaria, con instantes y frases admirables.

Con su agudeza descriptiva, Pla dejó dicho, sobre la ensaimada, un retrato curioso, canónico. Se pregunta cómo los mallorquines en un país tan pesado, seco, tosco y de tan poca expresividad, pudieron crear “una maravilla tan fina”. Y se contesta: “La ensaimada mallorquina es la cosa más ligera, aérea, delicada de la repostería de este espacio”.

Josep Pla se fijó en las pinceladas descriptivas de Santiago Rusiñol en La isla de la Calma, de 1905. El pintor explicó antes que la ensaimada era un “una pasta misteriosa” con solidez “volátil”, espesor digamos “etéreo”.

Pla construyó una parte del imaginario y los diagnósticos sobre lo bueno, inmortal, excelso y malo que llega a la mesa. En el libro apunta algunas cenas en Palma, malas, horribles o con precio de estocada.

Quetglas cita la ensaimada de los obreros en huelga y desmonta mitos  políticos

Aquellos días mallorquines anotados come porcella con Camilo José Cela y arroz brut con pajaritos; visita a F. de B Moll, la fábrica de Laccao, alaba “la extrema agilidad mental” de Andreu Crespí, el profesor socialista preso y depurado. Va a comer a can Bernat Vidal, en Santanyí, critica a Blai Bonet (“ingratitud”). Enigma explicable.

En un casa de Mondragó probó una ensaimada de Felanitx de confitura de albaricoque. Pla tendría que haber valorado el peso de una ensaimada de pastó, con la pasta de la sobrasada fresca incluida en el hojaldre sin hornear, ligada como una trenza (doble cola, dos cuerdas cruzadas).

Albert Camus ( Sintes) descendiente por parte de madre de emigrantes de Menorca en Argelia habla de la preparación de la sobrasada, de sus carnes, cita una huella lejana de los víveres coloniales, emigrantes, de una parte suya que no conoció.

En París, un argelino experto en migraciones, el filósofo y politólogo francés Samir Naïr, citó el Camus isleño, republicano español. Naïr tenía enfrente una constelación de dados de pan tapados con cucharadas de sobrasada sin apretar —embutido privado de Ferrutx—. Cada bocado tenía una gota blanca de mayonesa japonesa. En el restaurant Ya Lamai, una cocinera tailandesa y un chef finés sirvieron una carne cocinada al fuego durante seis horas. Fue en una cena privada de pintor Miquel Barceló, que inauguraba una muestra en París. Sin negritas ni retratos.

Josep Quetglas, en Las arquitecturas de la Casa del Pueblo (1918-1924) (Asociación de Ideas), habla de muchas cosas, y se hace comprender con pocas páginas, 54. Es un libreto que contiene un juego de cuchillos afilados, porque es una enmienda a un par de mitos locales.

Albert Camus menta la sobrasada. Samir Naïr, la vio en París

Busca derribar a Joan March, desmontar a Llorenç Bisbal, icono obrero y socialista, desabrocha la obra escrita y la construida de Guillem Forteza, apóstol nacionalista y creador del regionalismo a los edificios.

Quetglas contextualiza el tiempo político de la casa del pueblo de Palma que March cedió: edificio malo, equivocado de solar, con la fachada imitación del castillito de la bandera inventada. Forteza, alcalde de Palma en 1923, dedicó más tiempo al monumento a Jaume I que a la conducción de agua potable. A él y Bisbal, alcalde en 1931, los ve peones de March.

Quetglas hace “crítica despiadada a todo lo existente”. Zumba a los historiadores, “equidistantes” por minimizar la expulsión del Ateneo sindicalista. Explica que el pionero arquitecto municipal Gaspar Bennazar fue denunciado y sancionado por prácticas corruptas entre lo público y lo privado.

La ensaimada siempre regresa. Muestra de la vitalidad de las sociedades obreras, El Obrero balear, socialista, anunció en la huelga de panaderos el 1918 que en una casa del pueblo habría panecillos (llonguets) y que “también podrán servirse de ensaimadas”. Pan y dulce para los resistentes.

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