Tiempo de apostolado
La ANC ha decidido salir a evangelizar tierra de infieles. Una marcha recorrerá la Meridiana el día de inicio de la campaña
En algunos círculos poco interesados en el crucero a Ítaca, al complejo formado por la ANC, Òmnium y la Associació de Municipis per la Independència se le ha dado en denominar el Tietes Party. No poco habrá contribuido a ello la caricaturización que del trío dirigente de esas organizaciones se hace en el programa de sátira política Polònia, poco sospechoso, por otra parte, de simpatías españolistas. No iré por ahí. No soy dado a la utilización del aspecto, de las características físicas o del nombre o el apellido llamativos de alguien como forma de abordar sus posiciones políticas. Me parece primario y de mal gusto, además de denotar falta de argumentos propios de mayor enjundia.
Nada voy a decir en esa línea, por tanto, del insustancial Josep Maria Vila d'Abadal o de la, siendo clementes, extraviada Muriel Casals, ejemplo de una determinada izquierda que quizás nunca lo fue. En cuanto a la lideresa de Xerta, que pronto hará mutis por el foro de la presidencia de la ANC, siempre la recordaremos como alguien que, sin legitimidad alguna, se arrogaba el derecho de dar órdenes al President: me ponga las urnas en no más de tres meses, ¡ar! Huelga decir que Artur Mas no le hizo ni caso; tampoco se lo hizo Oriol Junqueras a la exigencia de Gran Lista Patriótica para las elecciones que el President no se dignó convocar en el plazo que ella había exigido.
Que no le hagan mucho caso no quiere decir que Carme Forcadell no haya sido una mujer útil en su cargo. Hay que reconocer que ha sabido sacarle partido a la propaganda sistemática que le han proporcionado TV3, Catalunya Ràdio y RAC1, y a los incontables apoyos institucionales de la Generalitat y los municipios estelados. Quién lo iba a decir de una persona que, cuando se presentó como número dos en la lista de ERC al Ayuntamiento de Sabadell en 2007, fue cruelmente ignorada por los vecinos a quienes pretendía representar. Pero así es la vida y todo esfuerzo acaba teniendo su recompensa. Falta por ver cómo se concretará esta a partir del 27-S. Las personas pasan y las organizaciones quedan. Con o sin Carme Forcadell, la ANC ya ha fijado el espectáculo con el que nos entretendrá la próxima Diada, día neutralísimo escogido por el Molt Honorable como inicio de la campaña electoral de las elecciones autonómicas. Y es que el President siempre derrota con gran sentido democrático.
La ANC ha decidido salir a evangelizar tierra de infieles. Una gran marcha recorrerá la Avenida Meridiana, desde la Plaça de les Glòries Catalanes hasta los límites mismos de la ciudad de Barcelona, allí donde no se ve ni una sola estelada colgando de los balcones. Territorio comanche. En una inversión curiosa, se trata de una variante amable de las marchas orangistas de Irlanda del Norte. Solo que allí son los unionistas quienes desfilan por los barrios secesionistas en una mezcla de provocación y de reafirmación del dominio británico sobre los seis condados que configuran aquel territorio.
Descartada aquí la intención provocadora (Dios me libre tan solo de pensarlo), queda la de reafirmación de quienes mandan en un territorio que les es sistemáticamente hostil. La interpretación oficial, claro, no es esa. Se trata, nos dicen, de llevar la buena nueva a quienes aún no se han dado cuenta de lo que se están perdiendo no sumándose a la oleada ilusionante de estos últimos ya casi tres años. Ahora bien ¿se puede creer que alguien cambiará su posición sobre la independencia de Cataluña porque una gran marcha patriótica pase por debajo de su ventana?
Me temo que el sentido de la performance es otro, y que apunta más a la manifestación de fuerza en unos distritos donde, una y otra vez, la gran mayoría de los ciudadanos niega su voto a los partidos nacionalistas (catalanes), en general, e independentistas, en particular. En Nou Barris, Sant Andreu y Sant Martí, esos partidos tuvieron unos resultados más que discretos en las elecciones de 2012, en plena marejada nacionalista, y fue donde menos participación hubo el 9N y donde los porcentajes del Sí-Sí fueron de los más bajos de toda la ciudad de Barcelona.
El “proceso” tiene un serio problema en los barrios populares de Barcelona y en su área metropolitana, donde cientos de miles de catalanes siguen pensando que el viaje que les están proponiendo no tiene sentido ni interés alguno para ellos. Por eso la batalla municipal que se avecina es tan importante. ¿Alguien se imagina una frenética cabalgada de 18 meses hacia la independencia con la capital de Cataluña desenganchada de la carrera?
Ahí le duele al todavía alcalde Trías, que hasta hace apenas un rato creía que eso de la independencia era pura extravagancia: si tensa la cuerda independentista en su campaña, se le pueden rebotar los barrios que no vibran con la estelada y donde no ha hecho absolutamente nada durante su mandato; si no lo hace, va a ser poco menos que un traidor a la causa. Veremos.
Francisco Morente es profesor de Historia Contemporánea de la UAB.
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