La ballesta que usó el menor fue regalada al padre hace 20 años
Los Mossos hallaron tres ballestas de juguete, dos escopetas de balines y un machete en la habitación del niño, además de un croquis del instituto
La ballesta que usó el menor en el ataque al instituto Joan Fuster de Barcelona, en el que resultó muerto un profesor, es propiedad de su padre, que la recibió como regalo hace unos 20 años. Esa es la respuesta que los padres del chico, de 13 años, dieron a los agentes que el lunes pasado registraron la vivienda familiar. Se trata de un arma profesional, aunque de pequeñas dimensiones, que, según fuentes judiciales, requiere licencia. El padre explicó, además, que habitualmente la guardaba en otra casa. Si el menor la cogió a hurtadillas o accedía a ella con regularidad es algo que, por ahora, los investigadores ignoran.
La policía catalana halló otras tres ballestas en el dormitorio del menor, aunque de juguete, que el chico había fabricado con alambre y gomas. En el mismo dormitorio fueron encontradas dos escopetas de balines —guardadas en fundas, de las que se usan en ferias— y un machete de grandes dimensiones, según fuentes judiciales. Junto a ese pequeño arsenal, los agentes se incautaron también de libretas con anotaciones. En una de ellas hay un croquis con el plano de lo que parece ser el instituto Joan Fuster. También hay dibujos, como el de unos monstruos con un escrito al pie: “Tenemos que matarlos a todos”.
Los Mossos se llevaron también dos libros de la habitación del menor: la Guía de supervivencia zombi y una obra de Fernando Lalana, escritor de literatura infantil y juvenil. Los agentes analizarán el contenido de un ordenador portátil que usaban tanto el menor como sus padres. Estos también mencionaron, según fuentes cercanas al caso, que su hijo acudía a un psicólogo. En el registro de la habitación no se hallaron medicamentos que indicaran que el chico estaba recibiendo tratamiento psiquiátrico.
Desde el instituto ayer volvieron a insistir en que no tenían ninguna noticia de que el preadolescente tuviera antecedentes por problemas psicológicos. A la hora de la preinscripción escolar, el departamento de Enseñanza le pide a los padres que manifiesten si los menores tienen necesidades educativas específicas, de cara a movilizar los recursos para ayudarles. En concreto, se tiene que informar si el alumno tiene “transtornos graves de la personalidad o de conducta”.
Los padres mencionaron a los agentes que el niño acudía al psicólogo
Irene Rigau, consejera catalana de Enseñanza, explicó ayer en Catalunya Ràdio que el menor no tenía expedientes disciplinarios abiertos pero, debido a una caída en su rendimiento escolar se le estaba haciendo seguimiento. Los padres tenían que firmar a diario las notas de los profesores e informarse de los deberes que tenía que hacer. En las últimas semanas, según la consejera, se notaba que el alumno “se iba cerrando”. “Fuera del brote (psicótico) es un alumno fantástico”, dijo David Jurado, el profesor de educación física que logró calmarlo tras el ataque.
“Estaba previsto que los padres fueran a hablar pronto con los maestros”, aseguró Rigau, que insistió en la seguridad en los centros educativos catalanes. La madre del menor es enfermera, el padre es trabajador social y el chico tiene una hermana que también asiste a clase al Joan Fuster.
Los Mossos no encontraron las listas negras supuestamente hechas por el menor y que algunos de sus compañeros aseguran que existían. En ellas aparecían, supuestamente, los nombres de algunos de sus compañeros, sobre todo con los que compartió aula en primaria en la escuela El Sagrer, cercana a su domicilio, y algunos profesores.
La investigación abierta por el juez de instrucción número 24 de Barcelona, Josep Majó, prevé ser rápida y corta. El juez está pendiente de recibir la autopsia sobre la muerte del profesor Abel Martínez. El magistrado no prevé tomar declaración a los padres del chico, aunque remitirá toda la información que le llegue de los Mossos a la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) de la Generalitat para que valore la situación del menor y adopte las medidas que considere oportunas. El homicida tiene 13 años y, según dicta la ley, no puede ser imputado porque a esa edad está exento de responsabilidad penal.
La DGAIA sigue a la espera de que se le remita el diagnóstico del menor, que ayer seguía internado en la unidad psiquiátrica del hospital Sant Joan de Déu. Dependiendo de este informe, el departamento evaluará el entorno familiar del menor. Los otros dos menores, de 13 y 14 años, que fueron heridos recibieron ayer el alta médica del hospital de Sant Pau.
Montserrat Pàmies, presidenta de la Sociedad Catalana de Psiquiatría y Psicología Clínica Infantojuvenil, explicó que los casos de brotes psicóticos en menores de 18 años son muy poco frecuentes. “Solo ocurre en el 0,05 % de los casos antes de los 14 años”, explicó la experta.
El año pasado, 60.000 menores fueron derivados a atención especializada psicológica, explicó Xavier Trabado, vicepresidente de Obertament, una asociación catalana que combate contra el estigma de las enfermedades mentales. “Solo hasta ahora, con experiencias pilotos, se está probando en el ámbito escolar equipos multifuncionales de servicios sanitarios y de ayuda social”, asegura Trabado. “Es importante que padres e hijos superen el miedo a buscar ayuda”, asegura.
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