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Cómo perdimos la URSS

El ciclo Contracultura soviet repasa en La Casa Encendida la disidencia cultural en los años de la Perestroika

'Superimposition' de Boris Mikhailov en el Ciclo sobre la disidencia cultural y el underground ruso ddurante la Perestroika.
'Superimposition' de Boris Mikhailov en el Ciclo sobre la disidencia cultural y el underground ruso ddurante la Perestroika. EL PAÍS

Hace exactamente tres décadas, en marzo de 1985, Mijail Gorbachov fue nombrado Secretario General del Comité Central Partido Comunista de la Unión Soviética. Con 55 años se convertía en el máximo responsable de uno de los dos imperios que se disputaban la hegemonía del mundo.

Desde el final de la segunda guerra mundial el planeta era el tablero en el que los soviéticos (popularmente “los rusos”) y los estadounidenses libraban una inacabable partida de ajedrez geoestratégica. Y la amenaza atómica, los ingentes arsenales de misiles con cabezas nucleares con los que se apuntaban mutuamente eran la garantía de que la partida acabaría en tablas.

Pero pocos meses después de su llegada al poder, Gorbachov plantea un término desconocido: Perestroika, un concepto que definía una serie de reformas económicas que sin renunciar al socialismo permitieran una mejora del sistema soviético que padecía un atasco endémico derivado de una corrupción también endémica. Tras 75 años, el régimen aflojaba la presión. “Fue un cambio cultural muy repentino. Y disparó un montón de colapsos internos en un lugar que no es un país, sino una enorme cantidad de franjas horarias unidas a la fuerza”, dice Isaac Monclús, comisario del ciclo Contracultura soviet sobre disidencia cultural y underground ruso de los años ochenta, que se celebra en La Casa Encendida de Madrid desde el 8 al 29 de abril.

En las próximas semanas desfilarán por la ciudad personajes como el crítico musical Artemy Troitsky, la escritora Ludmilla Petrushevskaya y el fotógrafo Boris Mikhailov, que vivieron ese periodo convulso que desembocaría en 1991 en la disolución de la Unión Soviética y el inicio de una nueva era en la historia del mundo. “Lo que varía durante la perestroika con respecto al periodo anterior es que mientras hasta entonces existía una cultura oficial y una disidencia, y ambos lados estaban claros. Pero de repente eso se desvanece. Hay una parte del underground que tiene una resistencia más estética que ideológica. Luego será absorbido por la Rusia capitalista, pero en ese momento usa el lenguaje artístico como combustible opositor”.

Troistky, que inaugurará el ciclo, es el autor Back in the USSR,the true story of rock in Russia, la primera historia del rock soviético publicada en 1987. Era el momento en que bandas como Alisa hacían una especie de new wave a la rusa que, independientemente de su calidad, eran un respiro dentro una atmósfera que Troitsky recuerda como gris, opresiva y sobre todo, aburrida. La doctrina oficial soviética definía del rock como “un tumor maligno en el espíritu de la juventud”. El temor del régimen a la música occidental era tan grande como su miopía. Un informe del KGB describía el himno gay In the navy de los neoyorquinos The Village People, como una “canción mlitarista”.

Convertido en un autor respetado, Troitsky no ha abandonado nunca su espíritu disidente. Tras varios encontronazos con la ley por sus críticas reside en Estonia, argumentando que en Rusia la libertad de expresión solo existe cuando uno expresa sus opiniones en privado.

Ludmilla Petrushevskaya visitará La Casa Encendida el día 21, en un encuentro que se ha llamado Érase una vez una chica que sedujo al marido de su hermana, y él se ahorcó, titulo de una recopilación de sus relatos recientemente publicada en castellano. “Es la gran dama de las letras rusas”, explica el comisario de la muestra. “A pesar de su edad, tiene 76 años, no fue muy conocida en occidente hasta la publicación en Estados Unidos en 2009 de Érase una vez una mujer que trató de matar al bebé de su vecino, que fue un bombazo”. Escritora, dramaturga y cantante de cabaret, (su charla madrileña concluirá con un recital de canciones), Petrushevskaya, ha sido reducida en ocasiones a escritora del género fántastico, cuando muchas de sus historias tratan de cómo la miseria transforma a los seres humanos en monstruos. Aunque empezó a escribir en los años sesenta, sus libros estuvieron prohibidos hasta la llegada de la perestroika. “Es entonces cuando le llega el reconocimiento, y se convierte en una figura que no ha dejado de crecer ”.

El tercer ilustre participante del ciclo será el fotógrafo Boris Mikhailov, “Es uno de los grandes de la fotografía contemporánea. Es la persona que mejor ha contado la vida cotidiana en la Unión Soviética antes del colapso”. Alejado de los conceptos oficiales de belleza, “y de productividad, lo que era muy insólito”, apunta Monclús, que le sitúa como el espejo al otro lado del telón de la fotografía documental del estadounidense Larry Clark. “Tras la caída del muro narra en sus imágenes, con crudeza pero con un humor muy cáustico, las consecuencias del capitalismo salvaje en el país”.

Completarán el ciclo proyecciones de películas del polaco Pawel Pawlikowski y de la cineasta Kira Muratov o una sesión de spoken Word a cargo del periodista Bruno Galindo. El objetivo final, explica Monclús es explicar un mundo prácticamente inexplorado. Como resume Monclus, “a pesar de la reciente fama de personajes como Limónov, gracias a la biografía de Carrere, tenemos muy pocas referencias de una era apasionante”.

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