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Los carteles del tórrido cine Alba

Una muestra recoge 25 años de arte naif al servicio de la última sala X de Madrid

Carlos Córdoba
Rafael Sánchez posa con algunos de sus carteles en la entrada del cine Duque de Alba.
Rafael Sánchez posa con algunos de sus carteles en la entrada del cine Duque de Alba.LAURA MARTÍNEZ LOMBARDÍA

Si uno entraba a ver Me fui al baño y me hicieron un apaño, ya sabía con lo que se iba a encontrar. Los títulos de la sala X de Duque de Alba, hasta hace días la última superviviente en la capital, no dejaban lugar a duda. Como tampoco los carteles que, durante más de dos décadas, han ejercido de inconfundible reclamo en la entrada de la sala, cerca de la plaza de Tirso de Molina, en el palacete que servía antiguamente de sede del diario El Imparcial.

El último cine erótico de Madrid cerró sus puertas el 8 de marzo, pero sus icónicos pósters promocionales siguen en cartel: podrán verse hasta el 21 de abril en La Factoría de Papel (Buenavista, 8). Además, se pueden comprar online (150 euros; ya hay varios agotados) en la Gunter Gallery.

Todos estos carteles salieron de la imaginación de Rafael Sánchez, proyeccionista y maestro de ceremonias de la sala, que comenzó a dibujarlos a principios de los años noventa ante la prohibición de exhibir material promocional explícito de películas porno. Sánchez ha pasado tres décadas deambulando entre los sórdidos pasillos de la sala o encerrado en un pequeño cuarto desconchado: la habitación de la planta superior en la que ponía su arte autodidacta al servicio de títulos como Ensalada en colegio femenino, que no falte pepino. Allí, armado con cartulinas blancas y rotuladores Edding 3000, ha dibujado los carteles, a medio camino entre lo naif y lo tórrido, que hoy comparten galería con artistas consagrados como Ricardo Cavolo o Boa Mistura.

Sánchez, que salvó muchos de sus trabajos de la caldera de carbón que calentaba el cine, recuerda bien cómo despertó su inspiración: “Siempre he sido el encargado de las luces y la electricidad del cine. Un día me metí en un cuarto y empecé a fantasear a partir de los títulos...”. Fue consciente de la trascendencia de su obra cuando descubrió que, durante un recorrido turístico por el barrio, el guía paraba a su séquito frente a las puertas del cine: paraba para contemplar su trabajo.

“Soy un cinéfilo enamorado de la sesión continua. La única diferencia con el cine convencional es que en la pantalla de los Alba las imágenes eran más divertidas”, bromea. Sus carteles, que el año pasado ya fueron expuestos en el pasillo del cine, atrajeron antes la atención de Omar A. Razzak, autor del documental Paradiso (2013), presentado en el Festival de Málaga, y cuya proyección protagonizó la última sesión del Alba. Recientemente, el fanzine Dúo, editado por el colectivo Nophoto, ha dedicado a los carteles su último número monográfico.

“Desde el principio nos sentimos atraídos por el estilo de Rafael, que remite al Madrid más pícaro” comenta Marta Fernández, de la Gunter Gallery. “Puede parecer rudimentario, pero es muy personal y ha tenido la capacidad de calar en el imaginario de todos los que, durante años, han pasado por delante de las puertas del cine aunque nunca hayan entrado en él”, añade.

Nacido como cine de barrio en 1941 y dedicado a las películas de destape entre 1979 y 1984, el Alba fue reconvertido en sala X en 1986. En su vestíbulo se acumulan, desde su clausura, los desperdicios a la espera de una oferta para reabrir una sala con capacidad para 300 personas —a la Inmobiliaria Noroeste Barragán, dueña del inmueble, han llegado propuestas para albergar un nuevo cine y un teatro—. Un humilde cartel sirve a Sánchez como despedida a sus parroquianos habituales, en su mayoría varones de más de 50 años dispuestos a pagar ocho euros por una entrada y algo de compañía: “Por exigencias del guión hemos recorrido juntos un camino que empezó con Casablanca, pasó por la S de Emmanuel y terminó en la X de Rocco y compañía”, recuerda Sánchez. “La vida es un sueño y mi sueño es un cine de sesión continúa en el que se apagan las luces y nunca acaba la función”.

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Sobre la firma

Carlos Córdoba
Redactor jefe de Vídeo de EL PAÍS y profesor de Vídeo de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Desde hace más de 15 años se dedica al periodismo audiovisual. Anteriormente fue director, presentador, guionista, reportero y redactor de distintos programas en TVE, Atresmedia, Mediaset o Telemadrid, entre otras cadenas.

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