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De Barcino a Barcinona

Un paseo arqueológico y una exposición permiten descubrir los restos conservados de la ciudad visigoda

José Ángel Montañés
La pila bautismal visigoda localizada bajo la catedral de Barcelona visitable desde ahora.
La pila bautismal visigoda localizada bajo la catedral de Barcelona visitable desde ahora.

Barcelona esconde otras Barcelonas: la romana, la gótica, la modernista, la olímpica, y muchas más. A esa lista de apellidos se le han añadido dos más recientemente. El penúltimo el de judía, tras reabrir sus puertas el centro de interpretación del call en el que se muestra la plenitud de este momento de la ciudad desconocido para la mayoría de sus habitantes actuales. El último, ha sido la puesta en valor de 310 metros cuadrados de los 4.000 que cuenta el conjunto monumental del subsuelo del Museo de Historia de Barcelona (Muhba), en el que se conservan los restos de primeros cristianos de la ciudad y de la Barcinona visigoda. Y se ha hecho de la mejor forma posible, permitiendo deambular entre muros y columnas, pisando casi el mismo suelo que pisaron estos antepasados de los barceloneses y sumergiendo al visitante en la atmósfera de hace más de dieciséis siglos. Un auténtico viaje al pasado, sin necesidad de una máquina del tiempo.

Cerrado al público hasta ahora, el nuevo recorrido conserva edificios públicos de primer orden de la ciudad de los siglos IV al VII. Entre ellos, un aula episcopal o sala de recepción del obispo con tres naves separadas por columnas, un baptisterio, que fue construido en el siglo IV con forma cuadrada que acabó siendo octogonal, con una escalera en forma de cruz, en el que se sumergían los nuevos cristianos, siempre adultos, en unas complejas ceremonias que se desarrollaron hasta el siglo VIII.

Recreación virtual de cómo era la pila bautismal.
Recreación virtual de cómo era la pila bautismal.muhba

Durante el nuevo recorrido se puede contemplar 120 piezas originales recuperadas en las excavaciones realizadas por toda la ciudad. Son monedas de oro acuñadas durante el reinado de Leovigildo —el monarca número 17 de la famosa lista de los reyes godos—, piezas de la indumentaria visigoda como fíbulas y hebillas, cerámicas, copas de cristal y fragmentos de sarcófagos donde se enterraron los primeros cristianos de Barcelona. Todo para explicar y hacer entender las claves de las profundas transformaciones políticas, religiosas, sociales y urbanas que se vivieron coincidiendo con los primeros años del cristianismo y la ciudad visigoda, según explica junto a los restos el director del Muhba, Joan Roca.

Cuando contemplas la piscina bautismal y te hacen notar que está situada justo debajo de la capilla de San Marcos de la actual catedral de Barcelona no puedes dejar de sentir el peso de la religiosidad sobre la cabeza.

Anillo-sello de bronce con forma de caballo del siglo V.
Anillo-sello de bronce con forma de caballo del siglo V.

El nuevo recorrido por este periodo de la historia barcelonesa comienza con la gran crisis del siglo III, que acabó con las estructuras políticas y sociales del mundo romano. Con ayuda de interactivos estratégicamente colocados se comprueba cómo el poder episcopal se instaló en el cuadrante noreste de la ciudad romana y cómo llegó a ocupar una cuarta parte de la antigua colonia. “Barcino era una ciudad más pequeña que Tarraco, con buenas murallas y en una situación estratégica entre la Galia e Hispania. Por eso fue escogida como núcleo episcopal que con el tiempo acabó siendo Barcinona”, explica Julia Beltrán, conservadora jefe del conjunto monumental del Muhba que ha destacado que el obispo era la figura alrededor de la cual pivotaba la vida de la ciudad. Destacan durante el recorrido un imponente techo decorado con motivos geométricos florales, una estela funeraria de mármol de Paros del siglo V o el mosaico polícromo con decoración de influencia africana.

El recorrido permite ver cómo algunas de las estructuras romanas acabaron reutilizadas en nuevos edificios como la iglesia cruciforme del grupo episcopal. Para Beltrán no hay duda de la coexistencia pacífica de dos cultos en la ciudad: el arriano —el practicado por los gobernantes y militares con sus familias— y el católico que practicaba la población local. “Por eso hubo dos centros episcopales y dos obispos. Uno el que utilizaba estas instalaciones y otro el que tenía su lugar de representación bajo Sant Just i Pastor”, explica la comisaria. Un templo cuyo subsuelo está dando grandes sorpresas en los últimos años, como la localización de 120 cadáveres enterrados en el siglo XIV tras morir por peste negra, en las excavaciones que se realizan allí, sin impedir que se mantenga el culto. El pasado 10 de marzo Sant Just i Pastor también se abrió al público.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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