Los cañoneros y sus cañones
El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, visita en periodo electoral el museo de la batería antiaérea del Turó de la Rovira
A 260 metros de altura y con vistas de 360 grados de la ciudad, fue el enclave ideal para defender Barcelona de los feroces ataques de las fuerzas aéreas de Benito Mussolini, il Duce, aliado del General Franco durante la Guerra Civil. Años más tarde, cientos de inmigrantes procedentes mayoritariamente de Andalucía vieron en estas tierras un espacio para construir el barrio de chabolas los Cañones, en clara referencia a las armas allí utilizadas anteriormente. Y ahora, tras varias reformas, se ha convertido en un museo para recordar la ajetreada historia de la parte alta del Turó de la Rovira, entre los distritos de Gràcia y Horta-Guinardó.
El alcalde de la ciudad, Xavier Trias, junto al director del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), Joan Roca, visitó ayer, ya en periodo electoral, la batería antiaérea del Turó de la Rovira, conocida como los bunkers del Carmelo, reabierta ayer también después de meses de trabajo de rehabilitación.
Además de la adecuación de los accesos hasta la parte alta de la montaña, el Consistorio, conjuntamente con el MUHBA, abren a partir de hoy un nuevo museo, compuesto por un recorrido arqueológico por tres edificios del complejo. Hasta el junio de este año, los fines de semana y los días festivos la entrada será gratuita, los miércoles las visitas valen dos euros, serán acompañadas y es imprescindible hacer reserva previa.
Uno de los edificios adecuados es el antiguo pabellón de oficiales. Una construcción, compuesta de un lavabo, un comedor y dos dormitorios, destinada a acoger al capitán responsable del complejo militar y los cuatro sargentos que comandaban cada una de las piezas antiaéreas. Los trabajos de restauración han permitido recuperar, tras rascar varias capas de pintura, el estado original de la época republicana, cuando fue construido a finales de 1937.
Otro de los edificios recuperados es el pabellón de la tropa, donde descansaban los artilleros que operaban durante jornadas maratonianas en la batería antiaérea, dotada en su día con cuatro cañones Vickers de 105 milímetros de calibre.
Como sucediera con el edificio de los oficiales, esta instalación fue habitada después por los inmigrantes que llegaron a la ciudad que, ante la falta de viviendas disponibles en la Barcelona de la posguerra, aprovecharon las construcciones de la instalación militar y construyeron otras alrededor. Aún hoy, el frío y gris hormigón con el que se construyó la batería antiaérea se entremezcla con los colores vivos de las baldosas que utilizaron años después los habitantes de los Cañones, nombre con el que bautizaron el asentamiento.
El pabellón de la tropa cuenta también con la exposición Barcelona al límite, de la guerra del aire a habitar en barracas, un recorrido fotográfico que muestra los bombardeos que sufrió la ciudad. La exposición rinde homenaje a la Barcelona “informal”, la de los chabolistas, quienes en los años 50 llegaron a representar más del 6% de la población de la ciudad.
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