La centralidad del catalanismo
Se argumenta que el independentismo ocupa el centro político. Pero que una idea se convierta en central no significa que sea buena
Un elemento constante en Cataluña desde hace ya décadas gira en torno a lo que se puede denominar el argumento de la centralidad del catalanismo. El historiador Xavier Domènech ha dicho que el catalanismo ocupa un lugar tan central en el escenario político que todo aquel actor que pretenda implementar un proyecto transformador no puede esquivarlo. Tal como lo formula Domènech, el argumento de la centralidad parece estar vinculado sólo a los proyectos transformadores o emancipadores. Sin embargo, no hay ninguna razón ni histórica ni sociológica para pensar que el catalanismo no sería un paso ineludible también para un proyecto político conservador que anhele el poder. Es más, desde el punto de vista histórico, si nos fijamos en todos los gobiernos catalanes desde el retorno de la democracia, podríamos decir que fue precisamente el del tripartito de izquierdas, por la presencia mayoritaria del PSC en él, el menos catalanista. Y, correlativamente, aquellos gobiernos más catalanistas, y que más tiempo han durado, han sido conservadores.
Esto no desmiente la tesis de Domènech, ya que incluso el gobierno menos catalanista fue también catalanista —salvo para los puristas, obviamente—, pero no lo hace únicamente en virtud de la tolerancia semántica que, al menos hasta hace poco, admitía el término "catalanismo".
Digo hasta hace poco porque en los últimos tres o cuatro años, el argumento de la centralidad es invocado con un contenido semántico distinto. Para muchos independentistas, la centralidad de la opción catalanista se ha desplazado desde el federalismo —el autonomismo, la única concepción con raíces catalanistas que ha conocido el mundo real, parece que quedó fuera de la foto hace mucho tiempo— hacia el independentismo. Así, algunos de los referentes mediáticos del independentismo suelen plantear el argumento más o menos de la siguiente forma: “Dado que la centralidad del catalanismo se ha movido desde el federalismo hacia el independentismo, toda fuerza que se autodenomine catalanista debe virar hacia el independentismo”.
Este argumento es, creo, falaz porque presupone que centralidad equivale a bondad o validez política. Pero que algo sea central, es decir, que sea mayoritariamente compartido, no implica necesariamente que deba ser llevado a cabo. En otras palabras, que una idea se convierta en una idea central no quiere decir que sea necesariamente buena. Ejemplos de centralidad de ideas políticas nefastas abundan, por desgracia, en la historia. Con esto no estoy insinuando que el independentismo sea una idea nefasta; lo único que digo es que el independentismo no pasa a ser una idea buena por el mero hecho de haberse convertido en una idea central.
Mientras ser catalanista quería decir varias cosas a la vez, ICV tuvo paz interna
Traigo a colación esta cuestión a raíz del lugar que ocupa ICV en la actual tesitura política. ICV no fue nunca, al menos abiertamente, un partido independentista hasta que el independentismo colmó de contenido la centralidad del catalanismo. ¿Pero cuándo ocurre esto? Cuando Convergència, con todas las ambigüedades que le caracteriza, hace que así sea.
La lectura que esto tiene para sus votantes, especialmente para aquellos que provienen de su tradición más izquierdista, es más bien extraña: cuando Convergència, el alumno mediterráneo más aventajado de Merkel, da el pistoletazo de salida al independentismo entonces ICV, o al menos parte de ICV, también abraza la posibilidad independentista. (Alguien podría replicar que ICV se adscribe al independentismo cuando la sociedad empieza a ser independentista; esto es cierto, pero la centralidad política del catalanismo no es independentista hasta el abrazo constitutivo de Convergència). Desde el punto de vista temporal, el abrazo independentista de ICV coincide con el abrazo independentista de Convergència. Por supuesto esto no significa que lo segundo sea causa de lo primero. Pero una impresión que puede quedar al respecto es que la afinidad sobre la cuestión independentista está entrelazada no sólo temporalmente. Nótese que esta lectura no afecta a ERC o a la CUP, ya que estas formaciones eran independentistas mucho antes de que Convergència diera el giro al menos retórico. Mientras ser catalanista quería decir varias cosas a la vez, ICV tuvo paz interna. Cuando ser catalanista pasó a significar, casi en exclusiva, ser independentista, en ICV, y también en el PSC, la paz interna se desmoronó.
Un asunto controvertido es si el independentismo divide a los catalanes. Lo que parece seguro es que el independentismo divide a la izquierda (y en mucha menor medida —estoy pensando en parte de Unió— también a la derecha; el PP nunca fue catalanista). Por ello, el catalanismo será ineludible para cualquier proyecto de izquierdas mientras sea legítimo vivir el hecho catalán de diversas maneras, es decir, mientras catalanismo sea un término cuyo significado admita diferentes familias culturales y políticas. Cuando el catalanismo es entendido sólo en términos de independentismo, el proyecto de izquierdas se resquebraja. Esto no es sólo una lamentatio; es, antes que nada, un hecho.
Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México
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