¿Intocables o expropiados?
Los 32 comercios más protegidos de Barcelona reciben con orgullo pero también con desconfianza su condición de emblemáticos
El Ayuntamiento de Barcelona los considera tan emblemáticos que no pueden vender sus muebles ni cambiar una baldosa sin permiso. Son 32, bautizados por la prensa como "los intocables". Ellos están orgullosos de verse en la cúspide, pero al mismo tiempo reniegan de un plan del que se han enterado por la prensa, que no les garantiza el futuro y que se parece mucho a una expropiación encubierta por la que no reciben ni un duro.
Para Pol Obach, 29 años y bisnieto del fundador de Barrets Obach, la centenaria sombrerería de la calle del Call, estar en la lista "es un honor". Sin embargo, ser vecinos del alcalde Xavier Trias no ha sido garantía de buena comunicación: Pol se enteró "por el Comarques de TV-3" de que ahora forman parte de la elite comercial de la ciudad.
La primera sorpresa es que desde el Ayuntamiento nadie se ha puesto en contacto con nosotros. El año pasado nos dijeron que estábamos catalogados y que harían una lista pero no nos han dicho qué ventajas o qué inconvenientes tiene. Por ejemplo, nos hemos enterado por la prensa de que este mostrador pasa a ser una de esas cosas intocables y si el negocio no fuera bien y tuviéramos que cerrar se tendría que quedar aquí", explica, señalando a una mesa larga y estrecha con aspecto de reliquia. La paradoja es que creen que otra mesa menos aparatosa, y que compraron hace seis o siete años, parece tener el mismo carácter sagrado "aunque no tiene más valor que cualquier otra mesa", se sorprende.
La falta de información es una queja extendida. "No tenemos noticias del Ayuntamiento. Que yo sepa, nunca he hablado con nadie que haya venido a hacer un inventario. Y supongo que lo habría sabido porque soy la gerente", ironiza Yolanda Guasch Boileau. La Editorial Boileau edita libros y partituras de música clásica desde 1906 en sus talleres del número 285 de la calle de Provença. En 1939 se extendieron al número 287 y ahí está la tienda intocable.
"Es la única que queda del estilo Gatpac [Grupo de Arquitectos Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea], un grupo que se formó en contraposición al modernismo. Era un poco como la Bauhaus en Alemania, pero catalán", explica la gerente.
Entre sus clientes estaba Musical Emporium, una tienda de instrumentos de la Rambla de Canaletas que estaba en la lista inicial de comercios emblemáticos pero se vio abocada al cierre el 1 de enero por la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). Los propietarios vendieron antes los muebles y ahora el Ayuntamiento exige que los restablezcan. Yolanda Guasch puntualiza que Editorial Boileau no tiene intención de vender su precioso mobiliario, pero cree que no hay nada que se lo impida legalmente.
"Yo diría que hasta que no salga una normativa, que la aprueben y que te lo comuniquen, no hay nada que esté prohibido. Pero, por desgracia, así funcionan las cosas: sacan la noticia antes de que la gente afectada se entere", se lamenta. "A mí no me sabe mal estar en la lista porque es una forma de que esto se pueda proteger y como ciudadana de Barcelona pienso que está muy bien, pero hay que hacer las cosas bien: que se informe, que si realmente tú dejas de ser propietario de algo tengas una serie de ventajas. Que a partir de ahora se encarguen de reparar el mobiliario. Creo que es lo mínimo", añade.
Algo parecido piensan en la centenaria Farmàcia Ferrer, en Roger de Llúria. "Es una buena noticia. Proteger está muy bien. El problema es que con este mobiliario se frena un poco la venta porque hoy en día en las farmacias la gente quiere tocar", dice la encargada, que reclama "ayuda de las instituciones".
Albert Civit, gerente de Hàbitat Urbà del Ayuntamiento de Barcelona, admite que los comercios no han sido hasta ahora informados directamente uno a uno del plan especial pero puntualiza que sus gremios sí han participado en las discusiones y que a partir de ahora todos los afectados serán contactados y tendrán dos meses para plantear sus quejas o propuestas.
El Ayuntamiento subraya también que los comercios pueden ya ahora pedir ayudas a la rehabilitación por un 50% de la inversión. Pero Albert Civit parece admitir elementos de expropiación en el plan: "Cuando catalogas un bien, estás asumiendo que se trata de un bien comunitario y si lo quieres vender tienes que preguntar a la Administración. Hay quien puede entender eso como una carga. Pero esos son los peajes que se han de pagar cuando la colectividad considera que se ha de mantener alguna cosa".
El gerente de Hàbitat Urbà enfatiza que, cuando hace un año se anunció la primera lista de comercios emblemáticos -integrada entonces por 389 y reducida ahora a 228- quedó muy claro que a todos esos comercios se les suspendía de forma provisional la licencia de actividad. Por eso, Civit defiende la decisión de obligar a los dueños de Musical Emporium a reponer los muebles que vendieron antes de abandonar su local.
"Cuando hacemos una suspensión de licencias quiere decir que nadie toque nada. Y estos señores se han saltado la suspensión de licencias. Cuando se haya vuelto a la legalidad, negociaremos con el señor del Emporium qué hacemos con los muebles. Y alguna solución tendremos que encontrar. Aquí no se trata de estrangular a nadie. Lo que no podemos es dejar que la gente se salte las licencias unilateralmente", precisa.
Algunos comerciantes confirman que sabían que no podían vender nada. “A nosotros nos llegó una carta diciendo que no podíamos tocar la tienda, que no podíamos hacer ninguna obra sin comunicárselo a ellos”, explica el propietario de la Herboristería Llobet, en el 159 de la Travessera de Gràcia. A él le gusta estar en la lista: “La publicidad siempre es buena, pero tampoco me hace mucha falta porque yo tengo mucha faena. A mí me va bien y tengo un continuum de gente”, asegura, mientras los clientes parecen darle la razón: al poco de irse uno, llega otro.
No protegen la actividad, no hacen una ley que impida que puedan subir el alquiler un 100% o un 500%", se quejan en la Cerería Subirà
Aaron Castillo, el joven director del mítico restaurante Els Quatre Gats, en la calle Montsió, está entusiasmado por estar en la lista. “Para nosotros es una cosa buenísima, buenísima, porque siempre hemos querido estar implicados con Barcelona y eso nos da también marca Catalunya”, comenta. Los orígenes de Els Quatre Gats, donde comieron y bebieron Santiago Rusiñol, Ramon Casas y Pablo Picasso, se remontan a 1897. Pero el local, con una gestión tan bohemia como su clientela, cerró seis años después. Reabrió en 1978 de la mano del Grupo Ferré, pero de aquella época apenas se conserva una mesa con un mosaico modernista.
¿Tiene sentido proteger un mobiliario de hace apenas 40 años? Seguramente tanto, o tan poco, como proteger el suelo instalado en 1982 en la Cereria Subirà, en un local de 1847 que sobrevive al tiempo y a una expropiación municipal en la Baixada de la Llibreteria, a tiro de piedra de la plaza de Sant Jaume. Pilar Subirà, nieta del fundador, cree que es absurdo.
Su voz es especialmente crítica hacia los planes municipales: “Lo que se reivindicaba es que se protegiera la actividad y, al final, lo que ha pasado después de tanto tiempo y tantas discusiones, es que se ha protegido el mobiliario, no se ha protegido la actividad y lo que ha hecho el Ayuntamiento, cuyas intenciones no son nada claras, es no complacer a nadie”. “Estos días he estado pensando mucho”, reflexiona. “Esto es como imaginar que tu bisabuelo tenía un piso en el Eixample y se había gastado un dinero comprando muebles y un día viene un señor de parte del Ayuntamiento, hace una catalogación del mobiliario y dice que a partir de ahora está protegido. ¿Qué quiere decir? ¿A partir de ahora el Ayuntamiento se va a cuidar de pintarlo, de arreglarlo, de mantenerlo? No, te has de cuidar tú. ¿Cuándo me vaya, me lo puedo llevar? No, porque está protegido. ¿Lo han expropiado? No, lo protegen. ¿De qué lo protegen? Esos muebles los compró mi bisabuelo, ¿por qué se los he de dejar al propietario del local? O sea, no protegen la actividad, no hacen una ley que impida que puedan subir el alquiler un 100% o un 500%, como ha ocurrido. No dan ningún apoyo a que la actividad del Casc Antic siga siendo variada, incluso están poniendo trabas a la carga y descarga y a elementos imprescindibles para el desarrollo de la actividad. O sea, que a mí no me benefician en nada, encima me expropian los muebles, no me ayudarán a mantenerlos y el propietario del local te puede echar porque tiene un ruso que le paga mucho más pero tú no te puedes llevar los muebles. Y el propietario tampoco los puede tocar. Es decir, si quieres ganar un dinero o cambiar a otra actividad, estás hipotecado entre comillas porque no puedes tocar estas estanterías”, se queja.
“No es nuestro caso”, precisa, “porque, aunque el Ayuntamiento franquista expropió todo el edificio para ampliar el museo de Historia de la Ciudad, hemos tenido la ventaja de ser inquilinos del Ayuntamiento”, que el año pasado renovó el alquiler por 10 años.
El Ayuntamiento se ampara en la ley para rechazar esas críticas. “Nosotros aceptamos un dictamen jurídico de tres despachos de abogados escogidos por los gremios. Lo único que les pedimos es que las conclusiones de esos juristas fueran comunes”, se defiende Albert Civit.
“Estos señores se han sentado cada semana desde hace cuatro meses, también con representantes de ellos, y han llegado a la conclusión de que la actividad no se puede preservar a través de un instrumento urbanístico”, añade. “O sea”, sintetiza, “no se puede preservar a través del plan especial porque eso estaría en contra de la Directiva de Servicios de la Comunidad Europea, que favorece la libre actividad comercial y por lo tanto eso restaría debilidad jurídica al documento y nos lo tumbaría algún juez cuando estuviera definitivamente aprobado”. Y precisa que, “en cambio, sí podíamos optar por otro procedimiento: la catalogación de bienes culturales de interés local”. Pero nada de todo esto estará en vigor hasta dentro de un año, bajo el consistorio que salga de las elecciones de mayo próximo...
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