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Amistades peligrosas a ritmo de rock

La adaptación musical del clásico de Laclos llega al Teatro Goya

La actriz Carme Conesa en el papel de marquesa de Merteuil
La actriz Carme Conesa en el papel de marquesa de MerteuilDaniel Pérez

“El hacer conquistas es nuestro destino”, le escribió el Vizconde de Valmont desde París a la marquesa de Merteuil. Los dos aristócratas, protagonistas de la novela Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos, solo eran felices cuando seducían, manipulaban, tormentaban. La obra se publicó en 1782 pero sus depravadas correrías amorosas siguen vigentes: Darío Facal, responsable de Metatarso Producciones, ha adaptado el texto para el teatro respetando la estructura epistolar y dirige una propuesta escénica que aúna la interpretación dramática con la música. El montaje recala desde ayer en el Teatro Goya, donde se representará hasta el 6 de abril tras realizar temporada en el Matadero de Madrid.

Los corsés, el libertinaje, la estética rococó y el aroma de la Francia prerrevolucionaria se funden con amplificadores, micros y baterías. “Es un concierto ‘glam’”, describe el director de la obra. La historia arranca cuando la malvada marquesa (Carme Conesa) propone al vizconde (Edu Soto) un plan: Seducir a Cecile, una niña de 14 años encarnada por la joven actriz Lucía Díez. La chica va a casarse con un examante de Merteuil, y ella quiere vengarse utilizando las artimañas de su compañero. El vizconde al principio no está por la labor porque pasa sus días intentado ganarse los favores de otra dama, Tourvel (Iría del Río). “Es preciso que yo logre a esta mujer para librarme de la ridiculez de amarla”, llega a afirmar en la novela. Pero al final Valmont claudica ante las peticiones de la marquesa y se acuesta con la adolescente… “por aburrimiento”, dice Facal. “Este cinismo es absolutamente aterrador”, añade Facal.

El reparto se completa con los actores Lola Manzano y Mariano Estudillo, quien ha compuesto la banda sonora del montaje. Esta parte del rock y pasa por el heavy o el jazz. Los intérpretes permanecen durante toda la obra en el escenario. Desde éste, prácticamente desnudo, los personajes hablan, gritan, cantan y tocan instrumentos. Soto, por ejemplo, se arranca con la batería y Díez empuña la pandereta. “Es una fusión entre concierto y teatro. El argumento es duro pero tiene mucho humor”, explica Conesa.

Facal remarca que ha intentado ser lo más fiel posible al texto original, y que se ha alejado del romanticismo de las versiones cinematográficas. “Nos parecía que la novela era un poco más erótica, ácida y cínica”, puntualiza. La clave de la adaptación es que no hay ninguna cama en el escenario. Las escenas de sexo son pasajes musicales. “La música es un recurso para entrar en la mente de las personas”, dice el director. “Hay cama en la imaginación porque la música es un personaje más; es un latido que hace de colchón, de escenografía…”, concluye Conesa.

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