Los menores tratados por trastornos alimentarios crecen un 31% desde 2007
La dolencia es multicausal, pero en ella influyen la imagen corporal asociada el éxito y la genética
Las consultas a menores de edad por problemas de salud mental han aumentado un 19% en los últimos cinco años. Mientras algunos trastornos, como la ansiedad o la depresión, están más vinculados a la crisis económica, según los expertos, la subida de diagnósticos de déficit de atención y autismo responden a un incremento de la cantidad y la calidad de la detección en las consultas. A medio camino entre ambos se encuentran los trastornos de conducta alimentaria (TCA) —anorexia, bulimia y atracones—, unas patologías que también han aumentado, según datos del Departamento de Salud. Los menores atendidos en centros de salud mental por estas dolencias han crecido un 31% en siete años.
“Que ha habido un aumento de la demanda está claro, lo que no sabemos es si ha aumentado la frecuencia. Antes no se diagnosticaba tanto porque la gente no pedía ayuda y ahora están más concienciados”, apunta Gustavo Faus Boronat, director asistencial del Instituto de Trastornos Alimentarios. El crecimiento de la atención por TCA ha sido paulatino y constante desde 2007 a excepción de 2011, año que registró un ligero descenso. Salud registró en 2013 una cifra máxima de 1.572 jóvenes atendidos en las consultas psiquiátricas. “Estamos detectando cada vez más y mejor. No tanto casos graves, que ya se han detectado siempre, sino los leves o no especificados [que no cumplen todos los requisitos técnicos para ser considerados como alguna de los tres TCA aunque hay que tratarlos de forma preventiva]”, explica la doctora Montse Pàmias, presidenta de la Sociedad Catalana de Psiquiatría y Psicología Clínica Infantojuvenil de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña.
La médica señala que, aunque “las situaciones de estrés y conflicto pueden favorecer” el desarrollo de la enfermedad, el factor social que más afecta al TCA no es, como en otras dolencias, la crisis económica. “Quizás es el trastorno que está menos relacionado con la crisis. Influye mucho más la imagen corporal asociada al éxito que dan los medios de comunicación”, apunta Pàmias. Con todo, los psiquiatras coinciden en que se trata de trastornos multicausales. La doctora insiste en que estas patologías tienen una base biológica —“una predisposición genética”, apostilla— que se combina con una determinada forma de ser específica de cada dolencia. “Por ejemplo, una conducta más obsesiva, perfeccionista, con éxito a nivel escolar, está más vinculado a la anorexia. Mientras, un carácter más impulsivo, que busca emociones fuertes, eleva más el riesgo en bulimia”, señala. Este tándem de genes y carácter favorece el desarrollo de la enfermedad a partir de “un desencadenante”, que puede ser, según los médicos, desde el bulling hasta el inicio de una dieta.
La anorexia causa la muerte del 4% de los menores que la sufren
Pese al avance de la detección precoz en las consultas, que permite diagnosticar y tratar el trastorno alimentario en fases más tempranas, todavía muchos casos acaban en ingreso. En 2013, 451 jóvenes fueron hospitalizados por trastorno de conducta alimentaria (TCA), un 22% más que los registrados en 2007.
“Si se cogen a tiempo, se pueden tratar en el ambulatorio y en las consultas. En anorexia, alrededor del 30% se recupera absolutamente, el otro 30% llega a tener una vida normal aunque siempre pendiente de comer sano y controlando su peso, y otro 30% se cronifica”, explica Pàmias. Estas dolencias tienen además, según Faus Boronat, un riesgo añadido: “El índice de recaídas es elevado”, advierte.
Con todo, apunta Pàmias, las TCA tienen unos índices de mortalidad “todavía demasiado altos”. El 4% de los jóvenes que padecen anorexia acaban falleciendo, “o por desnutrición o por suicidio”, añade la médica. “Los TCA suelen acompañarse de otros trastornos, de personalidad, depresión o incapacidad para controlar los impulsos”, concluye Faus Boronat.
Los expertos advierten de que sigue habiendo muchos casos ocultos, que entran por la red sanitaria privada y no llegan a ser incluidos en los registros públicos. Las estimaciones indican que la prevalencia de los TCA en la población joven es del 6%. El perfil de los chavales apenas ha mutado en los últimos años. “Aunque el 90% de las personas con TCA son chicas, en los últimos años hemos visto cómo se ha incrementado también el número de chicos. La edad de riesgo sigue estando entre los 15 y los 18 años”, señala Pàmias.
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