Las lecciones de un debate
Los responsables de la sanidad pública llevan décadas instalados en la autocomplacencia
El debate sobre la sanidad pública emitido por TV3 el pasado jueves, pese a todas las críticas recibidas, tuvo una gran virtud: en apenas hora y media mostró con toda su crudeza los problemas que acechan al sistema. Las que siguen son siete lecciones que pueden sacarse del programa:
1.— La autocomplacencia. Los responsables sanitarios llevan décadas instalados en la autocomplacencia. Se aplauden y se felicitan por un modelo de cuyo futuro dependen. Lo hacen sin rubor y en directo ante los ojos de quienes sufren listas de espera eternas, pasillos abarrotados y recortes en su salario. El lema, sin aportar un solo dato, es que “Cataluña tiene la mejor sanidad de Europa” y el que no lo entienda debe ser un demagogo o un ignorante. No importa que un trabajador autónomo explique que su hospital —el de Palamós— le aplaza un año la operación por el sistema público mientras le abre la puerta del quirófano mañana mismo si paga lo que “cuesta un coche”. La culpa, en realidad, es del propio paciente por no saber reclamar en la ventanilla que toca. Y si se indignan ya lo saben: en Grecia están peor
2.— La ‘sociovergencia’. Boi Ruiz y Marina Geli bromean y se guiñan el ojo. Han sido los consejeros de Salud de los últimos 12 años, uno por CiU y la otra por el PSC. Dos partidos llamados (hasta ahora) a relevarse en el poder y, por tanto, a marcarse en una feroz oposición. Pero alardean de haber hecho justo lo contrario. Y si no hay oposición, hay complicidad y reparto de prebendas. El PSC vive desde hace un tiempo —por fin, aunque quizá ya sea tarde— cambios internos en los que ganan fuerza los que quieren plantar cara a las privatizaciones, la opacidad y la sanidad entendida como una cadena de montaje. El cambio coincide con el acercamiento de Geli a ERC, el nuevo gran partido de la izquierda. La historia, a veces, tiende a repetirse.
3.— El Colegio de Médicos al rescate. Boi Ruiz balbucea en un plató sin casi voces críticas. Pero ahí está el presidente del Colegio de Médicos, Jaume Padrós —exdiputado de CiU— para echarle un cable. La anécdota muestra el papel de una institución convertida en muleta del poder mientras hace crecer su holding empresarial (Sicav incluidas). Las comparaciones son odiosas, pero en Madrid fueron los médicos quienes frenaron las privatizaciones del PP.
4.— Enfermeras excluidas. El papel clave de la enfermería (y los auxiliares) en la sanidad tuvo escasa presencia en el debate y sufrió un feo truco televisivo: una declaración grabada que fue despachada, sin derecho a réplica, por un displicente Boi Ruiz. La intervención de la (subvencionada) representante de los usuarios fue tan irrelevante como su papel en defensa de los pacientes en tiempos de recortes.
5.— La corrupción. Sería un error decir que la corrupción es el primer problema de la sanidad. Pero haberla ignorado agranda la sospecha de que tras las puertas giratorias se esconden armarios llenos de cadáveres. Dos de los tres últimos directores del CatSalut están cerca de ser juzgados por graves delitos. A Carles Manté lo nombró Marina Geli. A Josep Prat lo recuperó Boi Ruiz para trocear el ICS. Sin oposición tampoco hay exigencia de responsabilidades.
6.- El escenario. Montar hoy un debate sobre la sanidad solo con poderes establecidos y sin apenas voces críticas revela muchas cosas. No se ha conseguido imponer el mensaje hegemónico sin tejer durante años una vasta red de complicidades. Los encomiables esfuerzos de Ariadna Oltra para poner orden en el desaguisado estaban abocados al fracaso. El programa estaba viciado de origen. Quien hizo la lista de asistentes demostró tal ignorancia sobre la situación de la sanidad que el debate —o el malintencionado ejercicio de propaganda— acabó por convertirse en un bumerán.
7.- El fin de los eufemismos. Desde despachos y escuelas de negocios, los dirigentes del sistema han escrito un relato trufado de eufemismos. Hasta que pacientes y trabajadores han comenzado a sufrir sus efectos. La sanidad ya no será más la balsa de aceite que fue. Asociaciones y entidades hacen bullir la calle y los centros de trabajo. Hay nuevos partidos y los viejos se renuevan. La omertá que tapó el caso Crespo sería hoy inconcebible. La sanidad pública ha pasado a ser un noble campo de batalla en el que se lucha por la salud de todos los ciudadanos.
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