La música de una ciudad imaginaria
Ghost Number & His Tipsy Gypsies, un complejo proyecto que recrea el folclore de un país inventado, actúan este sábado en el Centro Cultural de Intxaurrondo
David Pisabarro, de 27 años, ha creado una ciudad imaginaria. Un lugar, en medio de un desierto, que toma cuerpo, entre otros múltiples proyectos, con su grupo Ghost Number & His Tipsy Gypsies porque, fundamentalmente, el sexteto recrea la música de ese lugar inventado. Swing, country, si uno se empeña en utilizar etiquetas, porque las canciones se inspiran en los años 20, en Johnny Cash, en Europa del Este, "incluso tenemos alguna calipso", enumera Pisabarro. Un proyecto complejo en su concepción, pergeñado a lo largo de años, que mañana, sábado, se podrá ver en el Centro Cultural de Intxaurrondo junto a Deke Dickerson & Los Straitjackets (22.00).
"No nos parecemos mucho, pero soy súper fan de Los Straitjackets. Hay nervios y mucho respeto, pero sobre todo muchas ganas de tocar con ellos", asegura Pisabarro. La corta trayectoria del grupo, casi, casi recién nacido -cuatro años han pasado desde que el creador comenzó a buscar músicos para el proyecto-, ha estado marcada por una buena acogida, tanto en los conciertos que ya han ofrecido, como en la prensa especializada.
Pisabarro, a quien le acompañan Iñaki López (contrabajo), Jon Ander Burgos (trompeta), Elena Artetxe (violín), Daniel Olano (percusión) y Jokin Zapa (guitarra), cuenta como por ejemplo él tuvo que aprender a tocar el banjo y dar el paso de cantar en público, algo que antes nunca había hecho. También, por ejemplo, López aprendió a tocar el contrabajo casi a contrarreloj. Un trabajo que se ha visto recompensado con haber sido uno de los grupos preseleccionados para formar parte de la 50 edición del Jazzaldia.
Ya durante algunos de sus ensayos, cuando todavía no tenían más que tres canciones, recuerda Pisabarro, más de una persona se les acercaba para preguntarles cuándo daban un concierto. "Soy muy maniático, muy cuadrado, y cuando empecé con el grupo me propuse escribir una canción al mes, también dar un concierto al mes antes de grabar, para coger confianza", explica con los objetivos ampliamente cumplidos.
"Es un estilo de música que por aquí no se estila mucho o no hay, pero es una música agradable, siempre habrá alguien, por supuesto, a quien no le guste, pero no es desagradable. Cuando menos se deja escuchar, cae en gracia muy fácil", añade Pisabarro, quien sin embargo reconoce que a pesar de lo sencillo de la música que compone, según sus palabras, escribir las letras le cuesta una barbaridad. "Tendré en cola unas 20 canciones a las que no les pongo letra ni a tiros, ahora, por ejemplo, llevo un mes para escribir una".
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