La secuela de un genio
Seis guitarristas jerezanos rinden homenaje a Paco de Lucía al año de su muerte
Un año sin Paco. Guitarras: Gerardo Núñez, Alfredo Lagos, Juan Diego Mateos, José Quevedo Bola, Santiago Lara y Manuel Valencia. Artista invitado al baile: El Barullo. Contrabajo: Antonio de Miguel. Cante: Miguel Lavi y David Carpio. Percusión: Cepillo. Palmas: Manuel Salado, Quini. Sonido: José Luis Álvarez. Luces: Manu Madueño. Producción artística: Fernando González-Caballos
Teatro Villamarta, 26 de febrero de 2015.
Si se le preguntara uno a uno a los integrantes del cartel de este concierto homenaje, es probable que casi todos afirmasen que son guitarristas “por culpa” o "gracias" a Paco de Lucía. La influencia del genio de Algeciras ha sido tan fuerte y prolongada en el tiempo que alcanza por igual a Gerardo Núñez, el más veterano, que a Manuel Valencia, que además de ser el más joven, ha formado curiosamente parte del grupo del primero. El ascendiente puede ser, pues, común y compartido, pero la aproximación a la obra del maestro es otra cosa.
El planteamiento del concierto, donde cada guitarrista debía, en principio, tocar una composición del De Lucía junto a otra propia, podría ser una ocasión para comprobarlo, pues cada uno de los reunidos tiene su propia trayectoria, su estilo y hasta su personal forma de sonar. La acústica del concierto, saturado como poco, no facilitó precisamente la escucha, pero aún así se pudieron apreciar los matices personales que van de la frescura de Valencia en la soleá a la búsqueda de Quevedo pasando por el lirismo jondo de Lara en la granaína. A los dos últimos se sumó Alfredo Lagos para abordar a trío uno de los temas más celebres de Paco, Zyryab. Coro a tres voces para la reinterpretación de la conocida melodía que, con el cante, cae en la seguiriya para el baile de El Barullo. Ese fue el primer bloque.
Enfrentarse a las composiciones del maestro es un reto que no está al alcance de cualquiera. Las reproducciones miméticas, además de casi imposibles, tampoco tendrían sentido. Quizás valgan más por ello las recreaciones, los guiños o recuerdos o, directamente, hacer música propia, una legítima forma de homenajearle también.
En el segundo bloque hubo un poco de todo. Lagos se peleó valiente con la compleja y profunda taranta Tío Sabas y dejó su sello por tanguillos. Juan Diego, por el contrario, optó de principio a fin por su propia música y su inconfundible estilo, pausado e inspirado. Principió por su seguiriya Musgo y recurrió a los romances de su primer disco para hacer guiños a la música del maestro. Núñez ofreció casi un pequeño recital basado en conocidas piezas suyas, pero que siguen sonando vivas gracias al ejercicio de reinvención al que el maestro se somete de forma permanente.
En la recta final, con las bulerías por soleá para el baile de El Barullo o el fin de fiesta por bulerías, la condición de jerezanos de los protagonistas se hizo más patente en falsetas y acentos. En el estómago viajaban los pellizcos de emoción que, de forma salpicada había dejado la noche. Los oídos, sin embargo, acusaban la saturación del sonido después de más de dos horas de concierto.
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