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La crónica de Baleares
Crónica
Texto informativo con interpretación

Negociante de la tierra

Por encima de corredores, mercaderes y agentes inmobiliarios, se mueven tipos que presionan y tutelan ajenos al libre mercado

Palma de Mallorca -
Los tratantes y mercaderes de terrenos buscan influencia y discreción.
Los tratantes y mercaderes de terrenos buscan influencia y discreción. TOLO RAMON

No ha lugar para retratos de fotomatón o perfiles a vuela pluma. Sus casos requieren cercanía y detalle pero, a la vez, una prudente distancia de protección. Se trata de personas que existen, como sus negocios, pero optan por el velo de la discreción y el anonimato. Su realidad queda en una cápsula, con su sospecha, dentro de biografías decoradas de capitalistas de tradición.

Los negocios de la tierra —la calificación del suelo y su compraventa— se alimentan desde la política. Por encima de los corredores, mercaderes y agentes inmobiliarios, se mueven unos tipos que marcan y tutelan, ajenos al libre mercado.

Son pocos y siempre aparecen, necesarios como un timbre, en las transacciones. Mueven planos y cotizaciones, señalan, sugieren y deciden, sin invertir. Ejecutan opciones, perciben bonos sobre dominios, es la comisión como una carga eterna.

La autoridad, y estos en sus aledaños, conocen y ordenan los datos: si una finca o una esquina del mapa quedarán como cementerio de almendros o, por el contrario, serán yacimiento de mineral que será precioso, espacio para el cemento y el asfalto.

La información privilegiada, el tráfico de influencias, las negociaciones prohibidas son levaduras del caldo de la corrupción que florecen casi cara al público y en la sombra para la multiplicación del valor real de unos terrenos. El conocimiento secreto de futuras noticias urbanísticas y de concesiones es el caudal de susurros, millones en tantos por cientos.

Un paisaje silvestre es en un mapa sin rayas de solares, rotondas y viales, un vacío abierto sobre una nada inicial. El entorno pasa a ser tierra prometida si allí se marca un polígono, un centro comercial, un parque de atracciones, un hotel, edificios de pisos. Junto a nuevas infraestructuras, las expectativas se disparan.

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Es adusto y un maestro de la seducción y el tanteo

Una cuota sólida de capacidad de intervención-presión se consolida con décadas de presencia en los despachos donde se decide. Algunos, antes los han ocupado y han estado ambos lados del negocio.

Decidir y ganar con las propias resoluciones se ha dado en el cambio de leyes para urbanizar el patrimonio familiar; en la Administración para contratar a tus empresas; colocar como funcionarios a sus empleados; otorgarse ayudas, pedir donaciones para sí y para el partido.

Dos décadas después de una caída, del fiasco de su notoriedad oficial con estrépito, aún hay expolíticos y comisionistas que navegan como tiburones en aguas amables. Así se exhiben autosuficientes, cómodos, reconocidos, hasta admirados en las instituciones que habitaron.

En el comercio político-territorial domina la pulsión por el euro, el incrementar una fortuna cierta, la acumulación. El dinero llama al dinero. Esos pocos hombres que nunca se hartan, no llegan a cinco en las islas, están curtidos en relacionarse de tú a tú, entre iguales, paternalistas, familiares. Sobrellevan el riesgo de equivocarse y descuentan con suficiencia una parcial mala consideración.

El individuo no necesita mostrar sus credenciales. Ha tejido redes clientelares, un mapa de conexiones y dependencias. Actúa ante subordinados, favorecidos de antaño. En esa actividad de mediador interesado trata de no romper enlaces. Abre y cierra bien puertas sin emisarios. Es adusto y maestro de la seducción y el tanteo.

Ese comercio se sella solo con palabras, sonidos y gestos, sin papeles ni bancos, solo con papel moneda. O con bienes tangibles, oro, solares, casas, caballos, yates, coches, o un tanto por ciento oculto y permanente en aquello que se logra.

El prototipo del actor de poder paralelo que penetra en la autoridad es alguien paternal y sagaz, sin máscara y de rostro marmóreo; no hay que sentir vergüenza al pedir y cobrar. Un raro respeto se otorga aún a uno veterano y socarrón, curtido en anécdotas, almacén de frases hechas de aspecto pseudorural.

Le gusta obrar de oráculo, aparentar, y así logra un protagonismo y reverencia mediática de vieja gloria que critica y debela. Sugiere y amaga, pero nunca dispara. Disparar al que mueve su actividad es un error que no comete.

La leyenda de uno de esos pocos negociantes explica que a cada lado de una carretera importante de Mallorca no haya habido ningún traspaso o recalificación en el que la no hubiese intervenido. Asesora e intermedia entre el político o funcionario y la propiedad, que es su aliado-cliente. Alimenta un prestigio por ser quien maneja el cotarro y tiene los resortes del éxito.

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