El mundo tal como es
Aparece el libro sobre el desorden mundial de Xavier Batalla, que fue el 'número uno' del periodismo internacional catalán
Las ideas cuentan. Aunque no solo cuentan las ideas. También cuenta el poder de la fuerza; es lo que más ha contado en la historia de la humanidad. Cuenta el poder de las ideas, pero hay que calibrar exactamente hasta dónde cuenta. Hay ideas poderosas que pretenden cambiar el mundo y algunas incluso lo consiguen. Además, no hay una sola idea sobre cómo funciona o debe funcionar el mundo. Las ideas compiten e incluso combaten. Y en el límite, las relaciones internacionales, es decir, la política mundial se puede reducir a una idea. Es verdad, el mundo es una idea, funciona como una idea en la cabeza de los políticos, expertos y analistas, que intentan comprender cómo marcha, para actuar en consecuencia, si es el caso.
Las principales ideas sobre el mundo pueden reducirse a dos, como en los viejos manuales escolares de filosofía: idealismo y realismo. Desde esta visión simplificadora, vemos que los políticos idealistas son los que creen en la fuerza de los principios, los valores y las ideas a la hora de modelar la realidad y tienen una visión optimista sobre la naturaleza humana; mientras que los políticos realistas creen en la fuerza de los hechos, la correlación de fuerzas y el poder efectivo que cada uno tiene y, lógicamente, en la violencia que cada actor es capaz de ejercer. Aunque la izquierda suele ser idealista y la derecha realista, la realidad suele ser más compleja, y en ocasiones ofrece un cóctel de ambas posiciones.
Bush empezó como un realista, que no quería mezclarse como Bill Clinton en guerras idealistas al estilo de Kosovo, pero se convirtió en idealista con los atentados del 11-S, dispuesto a imponer sus principios a cañonazos; e incluso regresó al realismo al final de su segundo mandato, cuando preparó la retirada de Irak y se deshizo de los neocons que le habían conducido a la guerra global contra el terror. Los neocons son un ejemplo de idealismo de derechas: querían democratizar el mundo árabe y en alguna medida tuvieron que ver con la promoción de las primaveras, aunque luego vemos el resultado que han conseguido. Obama es un ejemplo de realismo de izquierdas, o liberal en la terminología americana, que acepta la dictadura de Al Sisi, rinde pleitesía a los reyes saudíes y procura la paz con Irán.
Pocos periodistas y ensayistas españoles han explicado más y mejor cómo funcionan las ideas en las relaciones internacionales, incluida esta útil simplificación entre realismo e idealismo, como Xavier Batalla ( 1948-2012), tanto en sus numerosos artículos como corresponsal diplomático de La Vanguardia como en su libro póstumo El mundo es una idea. Crónicas sobre la guerra y la paz (RBA).
Las crónicas y artículos que se recogen en el libro abarcan desde julio de 2003 hasta octubre de 2011
Batalla era, sin duda, el número uno de esta rama (la internacional) del oficio (el periodismo), según solía decir el también desaparecido patriarca del periodismo internacional catalán y ex director adjunto de La Vanguardia, Jaime Arias. Fue redactor de las secciones de Internacional de El Correo Catalán, Diario de Barcelona y La Vanguardia. En El País fue subdirector de la edición de Barcelona, en cuya fundación participó. Fue corresponsal en Londres y luego corresponsal diplomático, funciones que le permitieron viajar por todo el mundo y conocer a numerosas y de las más destacadas personalidades políticas y académicas. A su enorme experiencia y a la atención a la actualidad mundial, sumaba un incansable seguimiento de la actividad intelectual, think tanks, revistas especializadas y novedades bibliográficas.
El resultado eran unos análisis impecables, brillantes, llenos de originalidad e incluso de un humor sutilísimo, casi británico, en los que nunca faltaba la última idea, la polémica más reciente, ni el libro más al día. Hay humor incluso en el título de su libro, que preparó concienzudamente antes de morir, en el que se asegura que el mundo es una idea desde una de las visiones más consecuentemente realistas y menos idealista que pueda tener un periodista.
Las crónicas y artículos que se recogen en el libro abarcan desde julio de 2003 hasta octubre de 2011, agrupadas en una primera parte en una visión global del siglo XX y en una segunda, completísima, en apartados por regiones del planeta. Nada queda fuera, ningún problema significativo, ningún conflicto relevante.
Mención especial merece el prefacio, que es el que explica y justifica el título del libro, y que constituye una magnífica aproximación a la historia de las ideas sobre el mundo, principalmente desde el siglo XX, que es cuando empezaron a desarrollarse el estudio de las relaciones internacionales y el propio periodismo internacional; aunque lógicamente se remonta muy atrás, hasta Tucídides, para darnos la primera referencia de la oposición entre realistas e idealistas. Su visión, pesimista, realista, pragmática, es la que mejor sirve al ideal periodístico de contar la verdad a nuestros conciudadanos: sabemos que la historia es trágica; que hay que conocerla para no repetirla, aunque con frecuencia sea inevitable que tropecemos una y otra vez en la misma piedra, y, sobre todo, sabemos que hay que mirar a los hechos de frente, evitando los prejuicios y las cristales de las gafas ideológicas.
El mundo es como es. Sirven las buenas ideas y son necesarias, pero de nada valen si no se tiene en cuenta cuál es la verdadera correlación de fuerzas, dónde está el poder y dónde las debilidades que puedan hacer cambiar las cosas. Xavier Batalla lo sabía y por eso son tan útiles y vigentes sus inteligentes análisis.
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