El silencio interior de La Zaranda
La compañía jerezana presenta 'El grito en el cielo', una obra de Eusebio Calonge "preñada" de preguntas sobre el final de la vida
"Cuando la Bienal de Venecia nos invitó a hacer un ensayo abierto al público nos pareció una locura tan grande que nos atrajo. Descubrimos que, después de casi 40 años de trabajo, esa soledad que necesitamos para crear la tenemos tan adentro que nos da igual que haya un montón de gente". Así explicó este jueves en Sevilla Francisco Sánchez, es decir, Paco de La Zaranda para el mundo escénico, cómo surgió el embrión de El grito en el cielo, el último espectáculo de La Zaranda. La compañía, que lleva por sobrenombre Teatro Inestable de Andalucía la Baja y está cerca de cumplir los 40 años, presenta su último montaje en el Teatro Central de Sevilla, tras su estreno en noviembre del año pasado en Gerona.
El grito en el cielo, de Eusebio Calonge, podrá verse los días 30 y 31 de enero en Sevilla, en una de las escasas ocasiones en las que la compañía jerezana —con un gran prestigio internacional avalado por decenas de premios, entre ellos el Nacional de Teatro en 2010— actúa en la comunidad. "La Zaranda en Andalucía prácticamente no existe. En Andalucía hay unos 650 teatros y no pisamos ni siquiera 10", precisa Paco de La Zaranda, director del montaje y autor del espacio escénico. "Aquí hay una idiosincrasia muy propia, denostamos nuestras cosas con facilidad. Como decía Cernuda, el andaluz es casi perverso hacia lo suyo", puntualiza Eusebio Calonge, autor del texto y de la iluminación.
"Somos poderosamente fuertes y somos inestables, más inestables que nunca. Si hay una palabra que nos defina esa es inestable", pensaba en voz alta Paco de la Zaranda, quien, como es costumbre, se sube a escena para dar vida a uno de los cinco ancianos que han ido a parar a un geriátrico "donde esperan el simple trámite de desaparecer al final de su vida, hacerse cenizas y que su biografía desaparezca entre análisis clínicos", explica Calonge. Junto a él estarán Celia Bermejo, Iosune Onraita, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos.
La Zaranda en Andalucía practicamente no existe, dice el director de la compañía con una sólida trayectoria internacional
Esta pieza, que homenajea al desaparecido Juan Sánchez, dramaturgo y alma del grupo, es la continuación de su anterior producción: El régimen del pienso (2012). "En cualquier compañía con una experiencia tan larga, la evolución te da libertad, te permite dejar fuera mucha cáscara que no te pertenece, que vas adquiriendo cuando eres joven. En el último los elementos escénicos no están tan cargados de memoria son más normales, más contemporáneos y eso para nosotros fue un acontecimiento estético", apunta el autor del texto, quien señala que la contemporaneidad de la estética se acentúa aún más en El grito en el cielo.
Los ancianos creados por La Zaranda viven sometidos a tratamientos y sesiones de rehabilitación, pero esta rutina no les impide soñar, un mundo que les permite emprender un viaje para recuperar la libertad perdida y "vivir en la intemperie del alma". "La Zaranda sigue viva porque el público se va del espectáculo preñado de muchas preguntas", añade Calonge. "Aquí estamos haciendo lo que consideramos que tenemos que hacer. Uno es obediente a ese silencio interior que uno tiene y no hay otra", tercia el director.
La compañía, aclamada en escenarios de todo el mundo y con legiones de seguidores especialmente en Latinoamérica, tiene claro su objetivo, a pesar de que la mayoría de los teatros andaluces le den la espalda: "Seguir trabajando a pesar de las dificultades porque la fuerza poética de nuestro teatro nace de esos puntos de desesperación. Nuestro teatro siempre ha ido al límite, pero es que nuestra vida también", confiesa Paco de La Zaranda.
"La política cultural andaluza no ha tenido ninguna sensibilidad con las compañías que han marcado a Andalucía. Távora ha sido siempre un referente para el teatro andaluz y no entiendo cómo puede estar pasando por esto ahora", añade Paco de La Zaranda en referencia a la situación que atraviesa La Cuadra de Salvador Távora. La compañía, que entró en concurso de acreedores el pasado año, se enfrenta a la quiebra en febrero al no poder hacer frente a la deuda que contrajo en 2007 para la construcción de su teatro en la barriada del Cerro de Águila. Hasta el momento, ninguna de las Administraciones ha movido un dedo para salvar a una compañía que, tras 42 años de trabajo, ha creado un lenguaje propio basado en la esencia de lo andaluz pero trascendiendo los tópicos.
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