Enero en rojo y negro
2015 se ha estrenado con un enero sangriento. París ha sido esta vez el escenario elegido por el terrorismo para escenificar su crueldad y evidenciar nuestra vulnerabilidad. El terrorismo yihadista se mueve de forma silenciosa, seguramente se rearma fuera de los circuitos clásicos, sus militantes se instruyen de manera autodidacta y no tanto dentro de las mezquitas como pudiéramos pensar. Presenta nuevas formas de hacer, cada vez más frías, con más carga de odio.
Hay un nuevo terrorismo, igual que hay una nueva civilización en ciernes, una nueva manera de entender el poder, como señala acertadamente Moises Naim, en su libro El fin del poder, pero nos empeñamos en seguir aplicando las viejas recetas de siempre: más cierre de fronteras, más gasto en seguridad y armas, cuando quienes conforman estas células sigilosas de terror han nacido en Europa, como en el ultimo atentado de París, y han sido educados en escuelas laicas y republicanas. Tenemos un grave problema y está entre nosotros, lejos del llamado Estado Islámico y todos sus satélites.
Una de las más interesantes y prestigiosas investigadoras del terrorismo internacional y sus redes, especialmente las financieras, Loretta Napoleoni señala en su articulo “La tercera guerra mundial” que los conflictos actuales derivan del empobrecimiento de la población. “El proceso de islamización ha avanzado en paralelo al del empobrecimiento… La tercera guerra mundial es una nebulosa de conflictos engendrados no por Estados soberanos, sino por caudillos, terroristas y mercenarios” y entre ellos sitúa al terrorismo yihadista al que queremos combatir con ejércitos en las calles, cuando ya no hay ni campos de batalla ni trincheras. Son otras las expresiones de la violencia terrorista.
Si damos por buena la tesis de que la pobreza es uno de los factores que expanden el terrorismo, llama la atención la presencia de tantos líderes europeos a la cabeza de la manifestación contra los atentados yihadistas, los mismos que en su inmensa mayoría han realizado los ajustes más duros precisamente en las políticas que sustentan la cohesión social. Lejos quedan los ecos de la necesidad de un verdadero diálogo entre civilizaciones, de una alianza entre las culturas. Tocan tiempos de trincheras, a las que solo les auguro una política in crescendo de conflictos.
Tampoco han sido buenos tiempos para Euskadi: el macro sumario 4/08, la detención, entre otros, de una decena de abogados y abogadas horas antes del inicio del juicio, la incautación del dinero donado en la manifestación a favor de que la política de dispersión acabe de una vez, suponen el intento de una vuelta al pasado inaceptable. Bajo ese mantra de que todo lo que se relaciona con la izquierda abertzale es ETA, y que tanto rédito electoral dio al PP en otro tiempo, se esconde una peligrosa vulneración de derechos. Todavía tenemos en nuestra memoria lo que ocurrió con el caso Egunkaria, lo que supuso hace un año la operación policial Jaque. Todavía hoy, los abogados encarcelados, sufren el régimen de aislamiento en la cárcel. Esta situación es simplemente inasumible desde un punto de vista de la defensa de los derechos humanos para todos. Tenemos un Gobierno que enarbola políticas y discursos utilizados en la lucha contra ETA cuando ya ETA ha anunciado su fin. Queda la entrega de las armas, acabar la tarea, algo que parece no interesarle demasiado a este Gobierno con el que creo que no hay que pactar ninguna medida que afecte a la seguridad o a la libertad, porque simplemente no tienen credibilidad, no son de fiar.
Buscar las causas de la violencia terrorista en el mundo, invertir en las políticas adecuadas que le hagan frente es mucho mas difícil que hacer políticas de propaganda e interesadamente lucrativas como son las armamentísticas.
Ciertamente lo que ha ocurrido en Paris es gravísimo. Pero todavía estoy por ver que en España o en Francia el Estado decrete el estado de alarma por los asesinatos de mujeres víctimas de la violencia machista, 59 en España en 2014.
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